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La década de los 80 es recordada por el abuso de maquillaje, los peinados estrafalarios y demasiada inocencia. Para parafrasear al escritor mexicano BEF, pensaban que el futuro sería similar a Los Supersónicos y no a Blade Runner. Se pensaba que los robots serían esclavos de los humanos y no al revés. Aunque también fue una época en la que se gestó un movimiento de odio y hartazgo en las alcantarillas. El gobierno de Ronald Reagan sembró el combustible que alimentó una bomba que explotó cuando Nirvana se convirtió en el grupo más importante del mundo.
Desde su primer álbum el trío norteamericano ya mostraba algunos rasgos interesantes pero de ninguna forma parecía que lograría la siguiente revolución musical. Aunque dentro de su natal Seattle sí se observó un crecimiento notorio en popularidad. A sus conciertos ya no asistían 50 personas sino 500 y eso fue un presagio de que se avecinaba algo grande pero nunca de tales dimensiones.
Para el segundo LP el líder y cantante Kurt Cobain tuvo bastante clara la dirección que deseaba tomar. Aunque mantenía el interés por hacer canciones ruidosas y con guitarras distorsionadas también estaba consciente de que necesitaba serenidad y melancolía. Uno de sus propósitos fue conseguir un balance entre Pixies, R.E.M. y The Melvins. El resultado fue una fórmula basada en la estructura de verso-coro-verso que pasa de los susurros a los gritos en cuestión de segundos.
Gracias a la amistad entablada con Sonic Youth el trinomio logró ser firmado con DGC Records, una filial de Universal Music, lo cual fue suficiente para crear un plan a prueba de errores. Desde contratar a un productor de renombre como Butch Vig, futuro fundador de Garbage, hasta crear una memorable portada que inclusive ha sido parodiada por Los Simpsons. Tal vez el único que no está contento con el trabajo gráfico es el bebé protagonista de la fotografía aunque su enojo parece tener otros orígene$$$.
Todo estaba servido para que el 24 de septiembre de 1991 fuera publicado el álbum que logró derribar a Michael Jackson del número uno de Billboard. Apenas un par de semanas antes el mundo había escuchado por primera vez “Smells Like Teen Spirit” gracias a MTV. Se equivocó Gil Scott-Heron cuando en 1971 escribió que “la revolución no sería televisada”.
La canción, escuchada hasta el hartazgo, se convirtió en el himno oficial de la Generación X. Los jóvenes no fueron a luchar a Corea o Vietnam como sus padres y abuelos pero tampoco vivían en un mundo perfecto como les querían hacer creer los medios de comunicación. Cyndi Lauper decía que las mujeres solo querían divertirse y Mötley Crüe enalteció el machismo hasta niveles astronómicos. Mientras que de pronto, un rubio de ojos azules captó la atención de todos por mostrar que la tristeza también se podía disfrutar.
Pero Nirvana no solo consiguió una de las composiciones más emblemáticas del Siglo 20 sino que hizo un álbum en toda la extensión del término. Después del furioso inicio llega “In Bloom”, tema con una vena punk en donde destaca la batería a cargo del debutante Dave Grohl, quien todavía estaba lejos de convertirse en el amado/odiado líder de Foo Fighters.
Para los que están ansiosos de gritar de forma desaforada y estrellar sus cuerpos contra la pared la solución es “Territorial Pissings". Desde el debut de Ramones no se escuchaba una bomba sonora que lograra encapsular tanta potencia en apenas dos minutos de duración. Además es una de las composiciones con las que Krist Novoselic y compañía solían cerrar sus presentaciones y destruir sus instrumentos al estilo del viejo The Who.
Por otra parte, Nirvana también es recordado por su faceta más cercana a una balada pop y al blues. En “Polly” todo es introspección al estilo de The Carpenters. Parece mentira que los mismos integrantes que minutos antes hacían reventar las bocinas ahora se muestran en una faceta tímida y acústica. En tanto que “Something in the Way” es la versión más deprimente del trío. Por eso no resulta extraño que para su presentación en el MTV Unplugged grabada en New York hayan elegido interpretar una pieza de Leadbelly.
Los 49 minutos del material son un resumen del sentimiento de enojo y decepción que prevalecía a inicios de los noventa. Lo único que faltaba es que alguien alzara la voz y se convirtiera en el líder de toda una generación. Aunque Cobain lo consiguió, su reinado duró muy poco porque sus demonios internos dominados por sus adicciones fueron más fuertes.