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¿Los genios nacen o se hacen? No existe una respuesta definitiva porque hay un poco de ambas opciones. Lo cierto es que hay personas como Damon Albarn que parecen tener un talento nato. Mientras que lo más sorprendente es cuando se conjuga con un trabajo prolífico que parece nunca detenerse. Dentro de sus múltiples proyectos uno muy especial es Blur porque fue el que lo lanzó al firmamento y en muchos sentidos permanece vigente aunque desde hace años se encuentra en la congeladora.
Lograr que una banda se vuelva referente dentro de un estilo musical es demasiado complicado y son pocos quienes lo consiguen. Hablar de reggae sin mencionar a Bob Marley sería un sacrilegio y lo mismo ocurre con el cuarteto completado por Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree y el britpop. No lo inventaron porque eso fue producto de la prensa de la época, pero sí se convirtieron en uno de sus máximos estandartes junto a Oasis.
Cuando Inglaterra estaba a punto de iniciar la última década del siglo XX había dos tendencias que dominaban el panorama de lo que alguna vez se llamó rock. Por una parte el movimiento Madchester estaba en su máximo apogeo. Agrupaciones como The Stone Roses y Happy Mondays eran dueñas de la fiesta y protagonizaron madrugadas legendarias en el club The Haçienda.
Al mismo tiempo, también fue el surgimiento de lo que fue bautizado por los periodistas como shoegaze. Tan solo se trata de rock con voces que no se entienden y guitarra saturadas de distorsión. La santísima trinidad conformada por Slowdive, The Jesus & Mary Chain y My Bloody Valentine generó un tsunami que hasta nuestros días causa movimientos telúricos.
En medio de este panorama apareció Blur en lo que parecía ser un proyecto más de veinteañeros que dividen su vida entre estudiar la universidad y jugar a ser músicos. La diferencia es que para ellos nunca se trató de un juego sino que se tomaron todo bastante en serio. Además gran parte de sus influencias no venían de sus contemporáneos sino de la música que escuchaban sus padres. Por eso siempre se dice que el futuro está en el pasado.
De esta forma, el 26 de agosto de 1991 vio la luz el primer LP de este cuarteto de jóvenes raros que nacieron en la década equivocada. Al menos en esta ópera prima resalta un respeto absoluto por The Kinks en su faceta más solemne y The Who en su versión menos alocada. No es replicar el pasado sino utilizar su influencia para crear algo nuevo.
La portada es demasiado simple y ordinaria pero lo realmente importante es el contenido del material. No es común que la primera canción del disco debut de un grupo sea una composición majestuosa y atemporal pero aquí sí ocurre. La bienvenida a cargo de "She’s so High" ofrece una elegante tranquilidad con unas guitarras que recuerdan a R.E.M. y una cadenciosa batería que muestra un dominio de tiempos.
"There's no other way / There's no other way / All that you can do is watch them play..."
Otra pieza que destaca y también fue publicada como sencillo es "There’s No Other Way" con un Damon novato pero que ya mostraba su talento como compositor. Su habilidad le permite convertir sencillas frases en pegajosos coros que muy pronto se convertirían en himnos de una generación. Tal vez fue el John Lennon de la Generación X aunque por fortuna con un final distinto. Mientras que del lado se la solemnidad se encuentra "Sing" con un deprimente piano que entra por los oídos pero carcome el alma. No es coincidencia que unos años después el cineasta Danny Boyle la haya elegido para aparecer en el soundtrack de Trainspotting junto a un Renton que estaba a punto de traicionar a sus amigos.
Aunque tal vez no se trate del mejor álbum en la discografía de Blur sí es un trabajo que ya muestra rasgos atractivos de un proyecto emergente. La mayoría de los conjuntos requieren años y hasta décadas para poder consolidarse pero aquí hay cuatro londinenses que avanzaron a pasos agigantados y lograron posicionarse como uno de los grupos más importantes del mundo.