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El rock, a pesar de su carácter de rebeldía, también ha sufrido de pensamientos retrógradas a lo largo de su historia. Desde que las mujeres no pueden ejecutarlo hasta que los blancos son incapaces de rapear. Pese a la oposición, siempre aparecen personas que rompen paradigmas y sirven de ejemplo para las generaciones posteriores. Aunque algunos permanecen como grupos de culto otros trascienden hasta la cima del estrellato y el caso más claro consta de cuatro palabras: Red Hot Chili Peppers.
Como en muchas historias, todo comenzó cuando unos amigos adolescentes se reunieron para crear una nueva banda. Sus conocimientos musicales no eran demasiado grandes pero lo que les sobraba era energía. A pesar de la blancura de su piel sentían una profundo respeto y admiración por ritmos como el funk y rap. Hoy puede sonar como algo convencional pero a inicios de los ochenta todavía existía una fuerte segregación en Estados Unidos.
Los cuatro mozalbetes crecieron junto con su música y enfrentaron lo mismo que termina por provocar la separación de la mayoría de conjuntos. Hubo fracasos, rupturas, cambios de integrantes y hasta el fallecimiento del guitarrista original, Hillel Slovak. Pero al igual que un ave fénix, el combo logró resurgir de las cenizas y no solo mantenerse a flote sino llegar al punto más alto de su carrera.
En medio de la explosión del rock alternativo, el cuarteto conformado por Anthony Kiedis (voz), John Frusciante (guitarra), Flea (bajo y trompeta) y Chad Smith (batería) logró algo que marcaría para siempre su carrera. La unión con Rick Rubin como productor vislumbraba que se acercaba algo grande. Para ese entonces el hombre de la barba eterna había trabajado con Slayer, Beastie Boys, Run DMC y Public Enemy. Era una de las pocas personas que había entendido la capacidad que tenía el rock para integrarse a otros estilos.
La relación fue tan prolífica que derivó en 16 composiciones propias y un cover del bluesero Robert Johnson que tuvieron que ser reunidas en dos discos. Finalmente, el 24 de septiembre de 1991 vio la luz el quinto álbum de estudio de Red Hot Chili Peppers. Dentro de su trayectoria marca un punto de inflexión entre el sonido juvenil y despreocupado de su primera época junto a un estilo maduro que ha estado presente desde entonces.
El primer sencillo publicado fue “Give It Away”, acompañado de un video que tuvo una constante rotación en MTV. Se vivía una época en la que era necesario salir en la televisión para triunfar. El tema muestra un cálido funk pero desde la visión de unos veinteañeros blancos californianos. La mezcolanza hubiera sido imposible sin el trabajo previo de agrupaciones como Jane's Addiction.
Sometimes I feel like I don't have a partner
Sometimes I feel like my only friend
Is the city I live in, the city of angels
Lonely as I am, together we cry
Mientras que en las antípodas se encuentra una pieza que refleja el punto de mayor madurez alcanzado por los cuatro integrantes. Hasta ese momento parecía poco probable que pudieran crear una balada melancólica sin caer en cursilerías. Todo cambió con “Under the Bridge” y las primeras notas que emana la guitarra de Frusciante. Es una pieza tan poderosa como el mensaje que envía Kiedis al desahogar su dependencia hacia las drogas. Aunque en apariencia tenía una vida perfecta, por dentro estaba vacío y a punto de quebrarse. Desde que Led Zeppelin le presentó al mundo “Stairway to Heaven” no se escuchaba una canción de rock que combinaba a la perfección el poder con la depresión.
La forma en que el grupo puede pasar de la máxima festividad a la íntima emotividad no es del todo extraña si se consideran sus influencias. En su autobiografía Acid for the Children (Grand Central Publishing, 2019), el músico y actor Flea dedica una parte para mencionar sus álbumes favoritos. La lista es tan variopinta que abarca desde Miles Davis y Funkadelic hasta Fugazi y Joy Division.
El tiempo pasa y este álbum de Red Hot Chili Peppers se mantiene como una de las muestras más claras de las infinitas posibilidades que ofrece el rock. En ocasiones es un ritmo frenético que incita al pogo y en otras tiene el mismo poder de una cebolla para provocar el llanto. No existe otro género que pueda conseguirlo con tanta facilidad.