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En 1950 Octavio Paz publicó El Laberinto de la Soledad, un laureado ensayo sobre lo que significa ser mexicano. Su importancia es tan grande que ayudó para que décadas más tarde el escritor recibiera el Premio Nobel de Literatura. Pero si algo faltaba era que se hiciera lo mismo en el rock. El camino fue pavimentado por Botellita de Jerez y Rockdrigo González pero el punto más alto lo consiguió Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio.
Es famosa la frase de Javier Bátiz sobre que siempre evitó cantar en español porque iba a sonar como Tin Tan. Aunque al ser una persona de Tijuana, una ciudad más cercana a Estados Unidos que al propio México, tal vez existe cierta lógica en su pensamiento. Lo mismo ocurrió con la Generación Avándaro y la onda chicana cuando se abandonó el idioma elegido desde un inicio por Los Locos del Ritmo para sus composiciones y se prefirió el de Elvis Presley.
Tuvieron que transcurrir algunas décadas para que un grupo de jóvenes surgiera en la Ciudad de México después de la sacudida del terremoto de 1985. Todos los integrantes eran amantes de la cultura popular y decidieron que no había motivos para sentirse avergonzados de sonar como el Pachuco de Oro… inclusive se propusieron rendirle homenaje.
Fue así que nació Maldita Vecindad y aunque tuvo un buen recibimiento inicial el punto cumbre llegó con la publicación de su segundo trabajo. Uno de los rasgos más distintivos fue que en lugar de mirar hacia el norte lo hicieron hacia el sur y el Caribe. Aunque sí hay una predilección por el rock también destacan los toques de mambo, ska, reggae, calypso, danzón y bolero. Todo agitado y bien revuelto dio como resultado un álbum único que permanece vigente hasta nuestros días.
Fue el 24 de septiembre de 1991 cuando fue lanzado El Circo, material que llegó en plena explosión de la música alternativa. Tan solo para poner en contexto, fue el mismo día que también vieron la luz los trabajos más reconocidos de Nirvana y Red Hot Chili Peppers. Aunque fueron creados en diferentes puntos geográficos todos sirvieron para darle identidad a la Generación X.
En el caso del combo capitalino la pieza que abre el disco es “Pachuco”, una composición que trasciende géneros y permanece igual de vigente que el día de su lanzamiento. Es un punk pero en lugar de chamarra de cuero y mohawk lleva un elegante zoot suit. Mientras que la letra habla sobre la eterna diferencia de pensamiento entre padres e hijos porque ambos aseguran tener la razón. La temática es atemporal y hoy se mantiene aunque con nuevos protagonistas.
Mientras que la versatilidad del LP es tan grande que de la aceleración y los gritos furiosos se pasa a la melancolía y pulcritud con “Kumbala”. Se trata de un poema convertido en canción que lo mismo puede sonar en fiestas de barrio en Neza que en elegantes reuniones en Polanco. Además también es la muestra más clara de los pulmones de acero que tenía Eulalio Cervantes al momento de ejecutar el saxofón. Su apodo no era gratuito y por eso se ganó su pase directo al olimpo musical.
En tanto que otro de los objetivos de Roco y compañía al momento de concebir esta obra fue la de recrear las antiguas radionovelas. Su momento de mayor apogeo fue a mediados del siglo 20 pero la llegada de la televisión acabó con este formato. En este caso “Solín” se posiciona como el mejor ejemplo al rendir homenaje al ayudante de Kalimán y hace una comparación con un habitante cualquiera del antes llamado Distrito Federal. A nivel musical la composición mantiene toques exóticos que hacen pensar en el trabajo de Toño Quirazco.
Por su parte, “Un Gran Circo” es una radiografía de lo que significa caminar por las calles de la Ciudad de México. Pero mientras las películas de Cantinflas la mostraban como una tierra llena de oportunidades aquí se ofrece una visión más cercana a la de Los Olvidados de Luis Buñuel. A manera de relato se mencionan los pordioseros y niños de la calle como protagonistas de un tema que no pierde vigencia porque la pobreza cada vez es mayor.
Como punto final se escucha lo que para la época parecía imposible. Se trata de un cover a “Querida” de Juan Gabriel, lo que a primera instancia puede provocar ronchas a los puristas del rock. La diferencia es el tratamiento porque del romanticismo de la original se pasa a un acelerado ska que seguro provocó varios moretones en los primeros conciertos masivos de Ciudad Universitaria.
Inclusive en 1992, apenas un año después, José Luis Paredes Pacho, entonces baterista de la banda, publicó Rock Mexicano. Sonidos de la Calle. El libro funciona como un complemento a esta obra musical. A lo largo de 144 páginas habla sobre lo que le da identidad al ritmo basado en la rebeldía que se crea en nuestro país, tanto en su sonido como en su estética.
Por lo pronto, pasan los años y el álbum se mantiene como uno de los más importantes no solo del rock nacional sino de la música en general. El resultado se encuentra al nivel de lo hecho antes por Agustín Lara, Chava Flores y Francisco Gabilondo Soler. Lo conseguido por Maldita Vecindad ayudó para mostrar uno de los muchos Méxicos que existen.