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Existir en cuatro paredes, ver por la ventana cómo las estaciones pasan, ver en el espejo que tú también has cambiado. Te sientes impotente, deprimido o deprimida de saber que el mundo sigue su curso mientras tú tienes que existir en el encierro. Esa fue nuestra situación durante la pandemia, pero también fue la vida de Stuart Murdoch durante ocho largos años.
Un cuarto de siglo después, ahora sabemos lo que es detener nuestras vidas de un momento a otro, ahora sabemos lo que es luchar para evitar que nos consuma la soledad. Con esta nueva perspectiva, con todas las experiencias que vivimos en el caótico último año, creo que es el momento perfecto para revisitar los primeros materiales de Belle and Sebastian, especialmente el segundo: If You’re Feeling Sinister.
El disco parte en esencia del mismo lugar que Tigermilk, su debut: Murdoch seguía desesperado por salir al mundo para compartir sus ideas y el grupo volvió a grabar de manera apresurada (se terminó el álbum en solo cinco días). Sin embargo, sorprendentemente muchas cosas habían cambiado alrededor de la banda en los pocos meses que separaron ambos lanzamientos: ahora tenían fans, habían cambiado de disquera y ya no iba a ser un pequeño lanzamiento de 1,000 copias. Los buenos resultados le permitieron a Stuart confiar en su proceso creativo, de ahondar en los sonidos del folk de Nick Drake y el jangle pop de The Smiths, pero sobre todo lo animó a llevar aún más lejos ese ejercicio de hacernos escapar a través de personajes, escenarios e historias.
La intención de Belle and Sebastian se anuncia desde la peculiar portada, pues luce una foto de Ciara MacLaverty, una poeta amiga de Murdoch que, al igual que él, fue diagnosticada con síndrome de fatiga crónica, la misma enfermedad que lo puso en cama por años. La cámara Olympus del cantante la capta inconsolable, recostada sobre la cama con un libro de Kafka, tratando de escapar a dónde su cuerpo, o más bien su mente, se lo permite.
Así es todo If You’re Feeling Sinister, un viaje que nos invita a salir de la realidad, que nos convierte en cómplices de un romance homosexual en negación con “Seeing Other People”, o meternos en los zapatos de un compositor desesperado por no encontrar la inspiración en “Get Me Away From Here I’m Dying”. Hay decenas de historias, decenas de personajes y todo está contado de tal forma que, como en cualquier libro, tú puedes darle forma a los rostros y escenarios. Además, el caótico estilo narrativo de Murdoch da la libertad, en la gran mayoría de los temas, de que decidas si eres testigo o protagonista del relato, incluso en tracks con temas delicados como “Like Dylan in the Movies”, que toca la violación de un adolescente.
Este álbum es importante en la historia de Belle and Sebastian porque, más allá de ser el material que los encaminó a la fama internacional, es el disco en el que Stuart por fin cumple su cometido y crea un mundo extravagante, lleno de matices, con canciones que pueden ser descaradas y hasta descarnadas, pero que a la vez se sienten como un cálido y reconfortante abrazo. Murdoch termina de desdibujar las líneas entre sus recuerdos, sueños y referencias literarias para definir su estilo como compositor.
No sé el futuro que nos depara, no podemos saber qué es lo que vendrá, ya estamos saliendo y volviendo a vernos, pero si alguna vez te vuelve a atacar la soledad, recuerda que existe este disco.