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Hace 20 años, meses antes del anunciado y esperado regreso de U2 a México después de su primera visita con el Zoo Tv Tour y con el disco Pop acaparando mis oídos desde su salida, la euforia y desesperación por adquirir boletos para sus presentaciones anunciadas para el mes de diciembre en el Foro Sol hicieron que me fuera de pinta, con la anuencia y complicidad de un primo de mayor edad que fue a recogerme a la preparatoria antes de entrar a la primera clase por ahí de las 7:00 H.
Nuestra elección inmediata fue conocida tienda de discos que ahora ya no existe en Centro Coyoacán por los rumbos del IMER. Fuimos las cuartas personas en llegar a la fila del local cerrado, recargados en la puerta y sentados incómodamente en el suelo departimos con los primeros en la fila, la gente seguía llegando, las 11 H parecían tan distantes, la dinámica de compra de boletos había cambiado por alguna extraña razón y nos fuimos solo portando un brazalete que nos aseguraría un lugar 2 días después, en la misma fila, para finalmente obtener boletos. Otro día perdido de clases, la ocasión lo ameritaba, y respetando nuestro cuarto lugar en la fila comenzamos a acceder por la puerta de empleados de la tienda entre un pasillo de cajas y discos hasta el Centro Ticketmaster. Con la misión realizada de comprar todos los boletos posibles volvimos a nuestra rutina normal y a vivir con ansiedad una larga espera.
2 de diciembre de 2007, una chamarra color naranja, tenis Airwalk, jeans, seguramente la playera de alguna banda, sección amarilla en pista, el enorme arco amarillo fosforescente como estandarte, una enorme pasarela, un remix de "Pop Muzik" de M y la salida de U2 entre el público: Bono como un boxeador listo para aguantar 12 asaltos, The Edge como vaquero galáctico en cuenta regresiva para despegar, Adam Clayton preparado para un invierno nuclear, Larry Mullen Jr. estóico y discreto, las primeras notas de “Mofo” desatando el frenesí. “I’m just a little guy, you make me feel so big!, Hola México!”, el saludo del frontman, el destellar de la pantalla más grande que se había visto hasta ese momento, los colores que bien pudieron haber afectado nuestra visión, el audio y su fidelidad imprescindible, la lluvia de basura ante aquellos que osaban pararse sobre sus sillas. “Until the end of the World” y el eterno coqueteo de Bono y las cámaras, jugueteando con una margarita que alguien arrojó a la pasarela.
“Please” como eterno mensaje de esperanza ante las desgracias que a través de los años solo pasan de un lugar a otro, los mismos tiranos que solo cambian de nombre, las mismas cifras fatídicas que siguen aumentando, “Discoteque” y el enorme limón con espejos cual esfera disco moviéndose desde el escenario principal hasta la pasarela, U2 siempre buscando innovar una experiencia en vivo y lográndolo hasta nuestros días. Una afortunada fan en los brazos de Bono mientras le cantaba al oído en “With or Without You”, “Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me” y el extraño regreso de Mr. MacPhisto.
Los caminos misteriosos que me llevaron hasta esa noche se disiparon entre más luces y colores para que “One” con dedicatoria especial para Michael Hutchence, quien había fallecido semanas antes, pusiera el punto final para un concierto que cambiaría mi vida y la forma de apreciar la música en vivo. Emocionalmente nunca olvidaré que de camino a la salida la gente cantaba el coro de “Never Tear Us Apart” de INXS, y como curioso mantra, desde aquella noche ya nunca me separé de U2.