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La vida está rodeada de misterios porque nunca se ha logrado definir si la muerte es el fin o el principio de algo. Lo mismo ocurre con la música gracias a conjuntos que se alejan de las fórmulas establecidas para adentrarse en terrenos pantanosos. La mayoría terminan relegados a las sombras del anonimato porque jamás logran trascender. Su séquito de fanáticos es incondicional pero mínimo y nunca pasan de convertirse en “bandas de culto”. Mientras que también existen casos, bastante esporádicos, como Tool en donde no se respetan las reglas tradicionales de la industria pero sí logran posicionarse como éxitos a nivel masivo. Es una incógnita por qué unos sí triunfan y otros no.
Todo tuvo su origen cuando cuatro mentes inquietas de distintas partes de Estados Unidos coincidieron en Los Ángeles. Para nada se trataba de adolescentes con el interés de hacer música para conseguir cerveza gratis los fines de semana sino que sus aspiraciones eran bastante diferentes. Todos eran adultos que ya no tenían que pedir permiso a sus papás para salir de casa. Todos eran adultos en plenitud y con una inclinación hacia el arte sonora pero también visual.
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De lo anterior surgió un atípico proyecto que siempre ha navegado por distintos senderos pero sin pertenecer a uno en específico. Hay rasgos de rock progresivo pero también de metal, música industrial e inclusive art rock. Con esto en mente, los sonidos se alimentan de King Crimson, Ministry, The Residents y Frank Zappa. Así de variopintas son las influencias de Tool.
Cada uno de los álbumes del cuarteto han sido de larga gestación por distintos motivos como la aparición de proyectos alternos de sus integrantes como A Perfect Circle y Puscifer. Pese a lo anterior, uno de los puntos más altos en la carrera del combo llegó el 15 de mayo de 2001. Fue el día que las tiendas de discos recibieron un material con una psicodélica portada del artista Alex Grey. Su trabajo va más allá de una simple ilustración sino que incluye diversas capas de acetato que recrean los sistemas que conforman al cuerpo humano.
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Mientras que en la parte musical, la suma de Maynard James Keenan (voz), Adam Jones (guitarra), Justin Chancellor (bajo) y Danny Carey (batería) genera desde ambientes de serenidad terrenal hasta densos pasajes infernales. Todo en cuestión de segundos.
Un acierto del LP es que su inicio es directo y certero como un derechazo en la mandíbula en el primer round de una pelea de box. Arranca con “The Grudge” en donde la guitarra es afilada como el cuchillo de Jack el Destripador. El tema de apertura se prolonga por más de ocho minutos, una decisión poco usual para un grupo de rock promedio pero por fortuna no estamos frente a uno así.
Después de la hecatombe llega “Eon Blue Apocalypse", un breve pasaje instrumental que se conecta con “The Patient”, un tema que avanza de forma lenta con un Maynard que por momentos parece que reza hasta llegar al clímax con todos los instrumentos fusionados en un sonido colosal.
Mientras la mayoría de los músicos suelen desaprovechar las bondades del formato del video musical aquí es distinto porque se utiliza como una herramienta artística. El trabajo de Jones en el maquillaje de películas de enorme éxito comercial como Jurassic Park y Terminator 2 lo llevó a interesarse en la técnica de stop motion. La muestra de su aprendizaje se puede observar en los videos de “Schism” y “Parabola” que él mismo dirigió.
El resultado desembocó en 75 minutos de furia que conforman uno de los mejores álbumes de rock del nuevo milenio. El reconocimiento inclusive generó obtener un Premio Grammy y una cifra récord de discos vendidos, algo poco usual para proyectos de este tipo.
La música de Tool siempre se ha mantenido fuera de los cánones de lo ordinario pero eso no ha sido impedimento para ser de gran alcance. El estilo y misticismo del cuarteto puede llegar a provocar pesadillas hasta en Freddy Krueger pero también sueños idílicos en personas de oídos refinados.