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A 10 años del 'Watch The Throne' de Kanye West y Jay-Z

A 10 años del 'Watch The Throne' de Kanye West y Jay-Z

A 10 años del hito cultural de Kanye West y Jay-Z.

Existen obras artísticas cuya valoración a través del tiempo se ve alterada por su impacto mediático y no tanto por el contenido real de las piezas. Tenemos –por ejemplo- los frescos de Van Gogh, que más de un siglo después son apreciados por su adaptación comercializable a la cultura pop y no tanto por el despliegue de colores y texturas que antes del pintor holandés jamás habían sido vistas; o las novelas de Agatha Christie, que se asentaron en el ideario occidental por la manera en que cimentó la narrativa del thriller hollywoodense; pero se pasa por alto su capacidad para sintetizar el clima social británico en personajes aparentemente intrascendentes. 

La música tiene sus propios referentes de este fenómeno, y en la época en la que el hype alrededor de un disco o canción genera juicios antes de que siquiera podamos escuchar el material, lo más importante de la experiencia sonora es su socialización, por encima de la repercusión emocional que podamos vivir gracias a él. Watch The Throne, el álbum colaborativo entre Jay-Z y Kanye West, ha sido una de las grandes víctimas de la premisa aquí planteada. Una producción que al paso de los años se ha erigido como el gran símbolo de una generación de raperos que dejó validarse por medio de la violencia y empezó a dialogar con un estilo de vida lejos de las calles; y de la que se omite la serie de contradicciones ideológicas y pasos en falso que llevaron a sus partes involucradas hacia un distanciamiento del que no se recuperarían por completo.

Made in America

Viajemos una década en el pasado: Kanye West se consolidaba como una de las mentes más revolucionarias de nuestra época gracias al éxito integral que tuvo su opera magna: My Beautiful Twisted Dark Fantasy; mientras que Jay-Z estaba hecho el bussiness man definitivo del Hip Hop. Con estos dos elementos en la ecuación, la idea de un disco conjunto resultaba más que seductora; y si a eso agregamos un presupuesto casi ilimitado, las expectativas apuntaban a una ejecución legendaria. 

Las sesiones de grabación sucedieron entre el segundo semestre del 2010 y el primero del 2011, paralelas a la posproducción de "Dark Fantasy" y que, de cierto modo, sirvieron como desahogo de este extenuante proceso. Originalmente concebido como un EP de cinco tracks, Jay-Z estableció como regla que ninguna idea debía llevarse a cabo sin la presencia del otro; es decir que, la única manera de exprimir al máximo el potencial de la alianza era si trabajaban bajo el método clásico: con ambos en el estudio, escribiendo y produciendo juntos, sin e-mails de por medio. Esta etapa inicial resultó muy prolífica porque concluyo en un número considerable de maquetas como para re plantear Watch The Throne y convertirlo en un proyecto de larga duración. 

La segunda etapa de su realización la vivieron en habitaciones de los hoteles más lujosos del mundo, información que cobra relevancia al ser el reflejo de una intención discursiva y estética: opulencia, hedonismo, alta cultura… ‘’Luxury Rap’’ como ellos mismos lo nombraron. 

¿Qué  significa ser afroamericano y millonario en pleno siglo XXI? ¿Se puede disfrutar del lifestyle europeo sin que esto represente una afrenta histórica contra la identidad negra?  Tanto Kanye como Jay-Z emprendieron este camino en el afán de responder ambas preguntas; y en el transcurso se vieron obligados a cuestionarse si su influencia no había alcanzado niveles nocivos para las generaciones venideras. 

No Church in the Wild

El primer desencuentro surgió cuando llegó el momento de definir el perfil instrumental de la placa: No I.D, productor y mentor de Kanye que en ese momento estaba a la cabeza del equipo de beats de Watch The Throne- consideraba que la colaboración de dos monstruos de ese tamaño era el contexto ideal para que regresar a los básicos y sacar canciones cargadas de samples clásicos de Jazz y Soul; propuesta que contrastaba con la etapa creativa de Ye, quien envuelto en el maximalismo, aspiraba a construir un álbum orquestal que mezclase secciones de viento monumentales con sintetizadores distorsionados al infinito. 

El segundo debate apareció al calendarizar la manera de promocionar el disco: Jay-Z deseaba que Watch The Throne saliera sorpresivamente y sin adelantos el once de septiembre, a diez años exactos de la tragedia de las Torres Gemelas; Kanye West y el equipo de publicistas consideraban que esto podía ser malinterpretado por la audiencia, y que debido a su fuerte carga política, primero debían probar con un single para medir la recepción. 

El zenit de la grabación también fue el momento más álgido de las discusiones entre Kanye y Jay-Z. Después de meses de trabajo, la pareja se dio cuenta de que estaban en puntos muy distintos de la vida y –por lo tanto- de lo que pretendían de Watch The Throne: uno más enfocado en el sonido del disco y el otro en que se convirtiera en el álbum representativo del afroamericano sofisticado que usa hi-fashion, toma Hennesy y colecciona arte renacentista bajo el argumento de que si él, un muchacho que creció entre balas y carencias logró eso, cualquiera puede.

Específicamente durante la masterización de "Murder To Excellence" Kanye llegó a la conclusión de que el álbum no debía ser banalizado entre tanto Chanel y Caravaggio; y que la manera de potenciar la crítica social al sistema hegemónico que obstaculiza a los afroamericanos era, curiosamente, el elemento aparentemente más superficial: la personalidad visual del álbum.

Con Virgil Abloh como director creativo, estableció lazos con Riccardo Tisci –entonces mente maestra detrás de la casa de moda Givenchy- para que se encargara de la portada; reclutó a Spike Jonze, director de Her, para que se encargara del video principal, y sumó a Es Devlin para que diseñara el escenario de la gira, inspirado en la bandera de los Estados Unidos y en los teatros tradicionales donde se presentaba Shakespeare

Why I Love You

A pesar de que el resultado final entregó un disco consistente cuando se lanzó el 8 de agosto de 2011, muchas de las mejores ideas que tenían Kanye West y Jay-Z fracasaron; y la herida de esos fracasos tardaría mucho en cicatrizar con todo y que, tanto el álbum como su respectivo tour, fueron éxitos comerciales rotundos. 

Eso sí, a Watch The Throne le sobran momentos memorables: la presentación en sociedad de Frank Ocean que, ante el mainstream, solo era el fetiche artístico de Beyonce; la manera en que "No Church In The Wild" y "New Day" se acercan a temas poco explorados como la labor política de la religión y el panorama del futuro en un mundo incierto; y por supuesto, el himno que es "Ni**as In Paris", un track icónico por su producción pero que en el subtexto rinde homenaje a una ciudad que históricamente recibe a los personajes más brillantes de la cultura afroamericana cuando se ven obligados a huir del racismo en Estados Unidos. 

Desde su publicación se ha especulado con que eventualmente habrá una secuela; incluso si consideramos que, Yeezus –la placa que Kanye West sacó dos años después- inicia discursiva y estéticamente donde se terminó Watch The Throne, sólo que con mayor rigor e inventiva que lo catapultarían por encima de este pieza colaborativa con Jay-Z

A la postre, la manera en que Kanye y Jay-Z se involucraron con la socialité de los Estados Unidos demostró el daño que puede generar el dinero y el poder para alguien que no dimensiona el alcance que pueden tener sus opiniones y por supuesto, sus acciones. De manera paradójica, ambos sucumbieron a eso contra lo que lucharon durante toda la arquitectura de Watch The Throne: la desconexión de la realidad.

"La inteligencia y la clase no son características que dependan del color de piel y eso quisimos demostrar con Watch The Throne".

-Jay Z