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Hace 10 años Arctic Monkeys lanzó un disco que serviría para asentar las bases de su futuro. Suck It and See fue el primer atisbo de lo que devendría años después, cimentando el sonido e ideas que mutarían en el éxito masivo de AM, pero que resguarda uno de los lados más crudos del cuarteto de Sheffield y el retrato más íntimo de Alex Turner.
Durante 2010 Arctic Monkeys se enfrentó a una encrucijada, después de la vorágine desatada por sus tres primeros discos de estudio Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not (2006), My Favourite Worst Nightmare (2007) y Humbug (2009), que los había catapultado hacía la cima del mundo, ahora tenía que descifrar hacía donde dar el siguiente paso después de álbumes inapelables.
La respuesta fue Suck It and See, el disco menos mediático hasta ese momento en su carrera y el más crudo en cuanto a cuestión sonora de entre toda su discografía. El cambio de sonido era evidente, la banda empezaba a mutar, si bien su antecesor Humbug ya tenía un montón de tintes que ponían un punto y aparte entre la furia adolescente que por años los caracterizó, esta vez el cuarteto de Sheffield y en especial, Alex Turner —la voz y el espíritu de la banda—, se atrevía a explorar fronteras que le eran totalmente ajenas, tanto en el trabajo vocal como en el apartado lírico.
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Uno de los rasgos más evidentes de Suck It and See es el toque vintage que permea a lo largo de cada canción. Con la fuerte influencia entre cintas westerns de los años 50 como Rio Bravo (1959), The Beach Boys, The Stooges, The Stone Roses, el inicio de la vida dentro del starsystem neoyorkino de Alex Turner que, por primera vez, componía un disco de Monkeys fuera de Inglaterra, y su encontronazo con la música country norteamericana, terminarían por crear un álbum fuera de los cánones establecidos por la banda hasta ese momento.
Algo a lo que quería darle lugar era a canciones en su forma más pura. Me puse a escuchar algunos de los compositores más increíbles del mundo como John Cale, George Jones y Gene Clark. Esto del country es algo en lo que nunca me había sumergido, porque estaba un tanto temeroso de él. Por supuesto que hay música country que es terrible, pero cuando la música es buena, cuando las letras son buenas, se convierten en los mejores compositores que podrías escuchar”. Palabras de Alex Turner para el New York Times en una entrevista con Melena Ryzik durante el 2011.
Y es precisamente aquí donde el estilo que tomará Turner para sus siguientes discos empieza a tomar forma, al analizar canción por canción, las ideas y el sentido del humor irónico que impone en cada verso son prácticamente el génesis de lo que devendrá en AM (2013) y la base absoluta —casi plagiándose a sí mismo— de Tranquility Base Hotel & Casino (2018). Sin embargo, a diferencia de sus futuros símiles, Suck It and See es un retrato casi al desnudo de lo que implican los Arctic Monkeys, el lado más sincero de Alex Turner para su música.
Canciones como “Love is Laserquest”, “Reckless Serenade”, la misma “Suck It and See” y “Piledriver Waltz” —esta última procedente de Submarine (2011) el único material solista que posee Alex Turner y que es digno de mención de aparte—, son canciones que enfrentan al escucha con el lado más honesto del frontman inglés.
Sin embargo, por el otro lado, persiste el lado desfachatado, en donde la influencia de Black Sabbath, Stone Roses y Lou Reed cobran vida. Algunas de las canciones más agresivas de la banda también se encuentran aquí y gracias a la producción en crudo que recibió el disco, se han convertido en referentes irrepetibles dentro de su repertorio: “Library Pictures”, “Don’t Sit Down 'Cause I’ve Moved Your Chair”, “All My Own Stunts” y “Brick By Brick”, aún abrazan de cierto modo la escuela inculcada por Josh Homme durante los tiempos de Humbug, explotando guitarras con una comprensión que raya en el stoner rock y que siguen dándole a Matt Helders, su lugar de honor como la base rítmica y el corazón más vertiginoso de la banda.
Suck It and See podrá ser siempre pasado por alto cuando se somete a juicio cuál de los discos de los Arctic Monkeys es el mejor de todos. Siempre a la sombra de los que le antecedieron y de los que vinieron después; sin embargo, es un punto de inflexión que sirve para entender el presente de una banda que sigue cambiando y que tiene en su legado las respuestas de hacía donde podría moverse su propio futuro.