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Polly Jean Harvey, de inglesa acta de nacimiento, de profundos pensamientos y con astral voz de melódicas composiciones, vierte en el disco de minuciosa hechura, Let England Shake, sensibilidad, pasión, literatura y cine. Afectada social y políticamente por el desquiciado correr del mundo, fue que creó esta obra que hoy cumple una década de vida, y por la que obtuvo su segundo Nobel de la música, el Mercury Price; convirtiéndola en la única artista con esta trascendental distinción.
Las letras del Let England Shake libraron diversos laberintos, los de la beligerancia y la vida misma, para surgir y transformarse en canciones a partir de las lecturas del escritor Harold Pinter, hasta la obra Jerusalem, del dramaturgo Jez Butterworth. También brotaron desde la contemplación de los grabados, Desastres de la guerra, de Francisco de Goya, o de ver películas como Paths of Glory, 2001: A Space Odyssey y Barry Lyndon, del director Stanley Kubrick.
El disco de meditabundas voces quedó grabado en lo que fuera una iglesia del siglo XIX, erigida sobre un acantilado en Dorset, la tierra natal de Harvey. Respecto al provisional y vetusto estudio, Polly Jean manifiesta, “El lugar era hermoso, estaba deteriorado por el clima y estaba lleno de espacio, aire y energía. El edificio en sí tenía techos altos y paredes de piedra, estaba lleno de posibilidades para grabar sonido”.
Sobre la primera pieza, de homónima designación al título del disco, PJ lanza una clara sentencia, “Los días de baile de Inglaterra terminaron”. La condenatoria frase aplica a todo el mundo, pues este sistema que destruye indiferente a los suyos y a su entorno, consumirá la azul y esférica pista de baile que nos brinda un refugio, hoy acometido por un desafiante virus.
En "The Last Living Rose", la de astral voz ¿acaso sugiere a la rosa inglesa, la tudor, la que emblematiza la paz? pues en la letra y después de maldecir a los europeos, pide la lleven de regreso a la hermosa Inglaterra donde hay “libros maltrechos” y “la niebla rueda detrás de las montañas”. Los lamentos son acompañados de una áspera guitarra, y por la melancólica sacudida de un trombón que se pierde, al parecer, sin esperanza, en los aludidos riscos.
Una de las canciones donde enfatiza sin consuelo al futuro es en "The Glorious Land", en la cual asevera que el fruto inglés “son los niños deformados” ¿por las guerras, por la pobreza, por la ignorancia? Abundando en la siguiente pista de local nombre, "England", es en donde más despunta la escritura de Harvey, “Los remedios nunca estuvieron a mi alcance. He buscado tus manantiales / Pero la gente se estanca con el tiempo / como el agua, como el aire”.
Otra triste historia, "Hanging In The Wire", es sonorizada por la cautelosa tristeza de un piano, mientras que la apacible voz cuenta con nostalgia “Frente a él ve / un terreno baldío destrozado / no hay campos ni árboles, solo hay fantasmas sin prisas”.
Let England Shake inclusive logró apreciarse a través de la contemplación en doce reflexivos cortometrajes que acompañaron con estremecedoras tomas y prolijos encuadres, a cada una de las lánguidas y a su vez inexpugnables pistas del cumpleañero disco. El ángulo visual fue creado por el fotoperiodista Seamus Murphy, quien ha ganado, entre muchas condecoraciones, el World Press Photo en siete ocasiones.
Para cerrar esta muestra de arte musicalizado extraeré del poemario editado en el año 2015, El hueco de la mano, y surgido durante la presentación del Let England Shake, un poema de PJ Harvey, el título, Cuenco de mendicidad, la vehemente poesía: "Un perro de bronce / con dos cabezas / muestra sus dientes / y usa zapatos. Su vientre / cuelga / suave y hueco / encaja en la palma / sus cuatro ojos / agujeros negros".