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En 1922 fue presentado en Nueva York un experimento del artista Thomas Wilfred el cual fue conocido como Clavilux. Este ingenioso aparato se encargaba de proyectar luces de colores sobre una superficie oscura al mismo tiempo que se presionaban teclas de un teclado parecido al de un órgano musical. Se preguntarán cual es la relación entre el Clavilux y Beach House, pero las imágenes producidas por ese aparato son un representación visual del disco homónimo de la banda: destellos coloridos sobre superficies oscuras.
En 2006, 84 años después del invento de Wilfred, conocimos a Beach House un dúo originario de Baltimore que llegaba con un nueva propuesta musical que más tarde conoceríamos como dream pop, pero que hace 15 años era difícil encasillar en algún género y poco a poco fuimos descubriendo su estilo.
Beach House fue el álbum debut de la banda con el mismo nombre y el cual fue su carta de presentación. Este disco está formado por nueve temas y cada uno mantiene la misma esencia: matices sombríos, tétricos e incluso deprimentes pero cargados de emociones que hace imposible dejar de oírlo.
Los nueve temas mantienen el mismo estilo: sonidos lentos y suaves a base de sintetizadores lo cual pareciera un enorme lienzo oscuro. Atmósferas sombrías, las cuales son alumbrados por destellos coloridos gracias a la voz de Victoria Legrand quien posee un peculiar tono de voz que emite una melancolía profunda, pero al mismo tiempo genera una tranquilidad. Esto es evidente en “Saltwater” track que abre el disco y comienza a esbozar un paisaje sonoro lleno de misterio y que hacer querer avanzar más.
La siguiente canción que se desprende de este disco es “Tokyo Witch”, la cual parece contar una vieja leyenda de Oriente, pero con un estilo de profunda relajación nos traslada a una tarde lluviosa e inmersos en alguna ciudad y que poco a poco nos va entretejiendo en un mundo de sonidos y colores.
Pero no sólo los sonidos nos envuelven, sino también las letras hacen conectar a cualquiera que haya atravesado por alguna ruptura amorosa y basta oír “long days of waiting you here/ living in fear/ Shedding a tear for you” al inicio de “Lovelier” y recordar lo triste y decepcionante que se puede convertir una relación.
Lo mismo ocurre con “House on the Hill” la cual con pocas palabras describe una situación de profunda tristeza, pero el mayor peso recae en la pista de fondo que combina misterio, misticismo, tristeza e incluso reflexión. Es un tema que lleva al máximo punto la melancolía y logra un equilibrio con los timbres de Victoria Legrand.
Esta superficie negra parecer se la constante que sigue el disco y la cual sirve para plasmar distintas emociones. La combinación de sintéticos con algunos otros instrumentos como teclados, percusiones y algunos cascabeles forman el lienzo perfecto para plasmar un mar de emociones llenas de distintos colores que provocan un vaivén de sentimientos.
Emociones que se sienten de la misma manera que se sintieron hace 10 años y que al volverlo a escuchar nos hace sentir como una superficie oscura que se va llenado de colores a través de nueve canciones y proyecta una luz suave y tenue que nos recuerda que aún en la melancolía hay destellos de luz.