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Corría el año de 1983, Depeche Mode lanzaba al mercado Construction Time Again, dentro del cual se escucharía por primera vez "Everything Counts"; The Clash estaba a punto del colapso y las peleas entre sus integrantes eran caóticas; Duran Duran se encontraba en la cima del mundo liderando los charts de Estados Unidos y Reino Unido; Tears for Fears estaba en pleno apogeo, y claro, New Order creaba una leyenda: "Blue Monday".
En ocasiones, la historia nos ha enseñado que la grandeza se origina por medio de errores, de fallas en el sistema y de no seguir el camino marcado. Gillian Gilbert ensayaba un nuevo tema con New Order cuando perdió el ritmo de la melodía y su teclado fue a destiempo del redoble de bombo de Stephen Morris. Dicha variación en el tempo creó un himno atemporal, que aún sigue sonando en cualquier bar a las 3:00 AM cuando el ambiente está en su máximo punto de ebullición, y que puede levantar una ola de manos en los festivales más grandes del mundo. Las letras corrieron a cargo de Bernard Sumner, y Peter Hook constituía uno de los bajos más conmemorados de los 80.
La canción (llamada así por el deprimente tercer lunes de enero), es uno de los más grandes temas de New Order, y el preámbulo para después consagrarse como una leyenda. Además, "Blue Monday" se publicó cuando el synth pop daba sus primeros pasos, por lo que la mezcla de esta esencia futurista con las influencias de Joy Division dieron como resultado un single atípico, sin estructura convencional e imposible de escuchar sin que se te contagie su ritmo.
"Blue Monday" no solo es una de las canciones que ilumina cualquier desastroso inicio de semana, sino que son los cimientos de un género, que revolucionó a la industria musical y que originó instituciones sonoras. Cierto, Joy Division tuvo una repercusión gigantesca en el post punk, pero New Order fue la escuela del new wave y synth pop.