Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Existen bandas, canciones o álbumes que crean elementos que se quedan en la memoria de la humanidad y viajan en el tiempo, en el eco del mundo, y llegan a generaciones futuras para enseñarnos que hay música atemporal que puede llegar a tus oídos como si fuera el 20 de abril de 1998 y descubrieras el nuevo disco de Massive Attack.
La primero que escuché de Massive fue “Angel”, tercer single y canción introductoria del álbum Mezzanine. Mis oídos y cerebro –poco expertos en ese estilo de sonidos– reaccionaron, y la electricidad recorrió todo mi cuerpo para regalarme un momento en el pasado y mostrarme una opción diferente que solo los afortunados llegan a descubrir.
Y es que hablar de Massive Attack y su importancia en la historia de la música, abarca factores como la creación de un concepto que tuvo su origen en The Wild Bunch, un colectivo de DJs y raperos de los barrios bajos de Bristol; o de una forma de crear música a través de una mezcla sonora entre dub jamaiquino, reggae, punk, o R&B, sonidos que circulaban por las minorías y clases obreras de Reino Unido para obtener algo que los periodistas de los 90 llamaron trip hop.
Hoy, después de 20 años, el escarabajo negro metálico sobre fondo blanco del arte del disco es la ilustración más acertada, y nos sigue hablando de la oscuridad, misticismo, parálisis y cambio que los británicos “Daddy G” Marshall, Robert “3D” Del Naja y el entonces miembro de la banda Andy “Mushroom” Vowles, nos quisieron transmitir con su tercer álbum de estudio.
Después de Blue Lines (1991) y Protection (1994), Mezzanine llegó oscuro, asfixiante y dominante para cambiar toda la cosmogonía que ya teníamos definida de la banda y lograr lo que ellos buscaban, salir de su propia etiqueta. El resultado: su disco más exitoso.
Canciones como “Teardrop”, “Inertia Creeps”, “Mezzanine”, “Risingson”, “Angel”, “Exchange”; fueron las que convirtieron un chill out con tintes de soul envuelto en sintetizadores taciturnos, en electrónica sofocante con bajos y graves penetrantes que detienen el tiempo, convirtiendo este álbum en el soundtrack perfecto para el caos de la vida cotidiana en la que estamos inmersos a través de diversas películas, series o momentos en los que solo te acompañó Massive en tu audífonos.
A 20 años de la creación de esta obra apoteósica, alabamos el mérito de la banda inglesa al renacer de las cenizas después de matar su propia creación.
A Leonardo. Por siempre abrir mis ojos, y oídos, a un mundo desconocido.