Un concierto íntimo que fue el deleite de los fans.
Una vez, hace muchos años, puse a Nacho Vegas a todo volumen. Mi hermana estaba por ahí y me dijo: “¿Qué haces escuchando a un viejito?”. Después ella era la que no paraba de escucharlo pero, una cosa es cierta. Desde hace mucho tiempo que el cantante asturiano parece un alma vieja. No sólo en la voz tan particular, sino en la manera de componer, aunque hubo un tiempo en que eso no fue del todo así…
Durante los 90, Nacho Vegas estuvo en dos bandas que buscaban distanciarse de lo que tradicionalmente era el sonido español. La Movida Madrileña había llegado para quedarse y, muchos de los nuevos artistas iberoamericanos querían encajar en esa manera de hacer música. Algo lúdico, kinético y que le hablara a la juventud. No obstante, también hubo una ola que volteaba hacia otros estilos, a nuevos horizontes.
Nacho tocó en Eliminator Jr. y Manta Ray. Los primeros, tenían un estilo que recordaba a las bandas indies norteamericanas, con Dinosaur Jr. como obvia referencia y mucha distorsión en las cuerdas. Los segundos estaban más abiertos a la experimentación. Con tonalidades más oscuras, a veces lúgubres. Ambas bandas formaron parte de lo que se denominó como el Xixón Sound, que, al igual que su símil el Donosti Sound, podía tener bandas que se alejaban en géneros pero que compartían geografía. Lo que podemos afirmar, es que Nacho quería explorar y experimentar en carne propia la manera en la que podía hacer música. En 1999 decidió emprender la carrera en solitario y, ahora en el 2021, es capaz de tener a cientos de personas cantando las palabras que con maestría escribe.
El Foro Indie Rocks! es uno de los mejores espacios para sentir intimidad con un artista. Se borran los límites naturales que por distancias, vallas, aforo y demás, se fabrican en otros recintos. Un lugar ideal para un show en el que Nacho se acompañó sólo de su guitarra. Hacía tiempo que no se presentaba un show en tales condiciones. Por allá del 2012, cuando fue la gira de La zona sucia en El Plaza Condesa, también hubo condiciones similares. A partir de ahí, su figura empezó a crecer y crecer hasta tener conciertos multitudinarios, en donde se acompaña de grandes músicos que cohesionan un show potente. No obstante, hay algo de magia cuando se está tan en confianza.
Nacho Vegas es uno de esos artistas que obsesionan. De los que muchas voces llaman de culto. Lo es porque las personas que lo escuchan lo guardan con recelo y, cuando hay que demostrar fanatismo, lo hacen sin dudarlo. Es por eso que cuando sonaron temas como “Brujita”, La Gran Broma Final”, los puños se materializaron con la pasión de quien quiere dejar bien en claro que se sabe una canción, las voces se elevaron y aquellos fans incondicionales cantaron las palabras que decía Nacho.
Algunas palabras se intercambiaban entre canciones. Relatos de viajes y la promesa de que pronto volvería a nuestro país fue bien recibida entre el público. Varios pedían silencio para no perderse ni un susurro de a quién iban a ver. Eso despierta el español, a veces pareciera que cada palabra que dice está bien medida para dejar en claro una posición. Con el tiempo, Nacho ha dejado de lado aquellas canciones de relaciones tormentosas o de perdedores y ha querido alzar la voz con temas sociales. Quiere dejar en claro que tiene un mensaje relevante y actual para compartir.
Un pequeño encore y el regreso. Tocaba el turno de una de las mejores reversiones que se han hecho. Algo que sucede con muchos artistas es que, cuando hacen un cover, no le imprimen un valor añadido. Se limitan a tocar la canción tal y como suena la original. Una de las más grandes virtudes de Nacho Vegas es que le da una nueva vida a temas como “Ciudad Vampira” (reversión a Daniel Johnston) o a la que cerraría la noche: “Que te vaya bien, miss Carrusel”. Original de Townes Van Zandt con el título de “Fare Thee Well, Miss Carousel”, Nacho es capaz de relatar una historia adaptada, una personaje que hace propio y que condensa bien su personalidad como autor.
Una pequeña despedida y Nacho, el del alma vieja pero más vigente que nunca, se retiró entre fotos, estrechadas de mano y abrazos de un país que lo siente como propio.