Nocturne 2: La forma de onda como espejo.
La dieciseisava edición de MUTEK —el festival en México enfocado a nuevas tecnologías— concluyó después de una semana agitada llena de actos espectaculares por parte del talento nacional e internacional, las propuestas impulsadas por hardware y software buscaron iluminar las perspectivas de los asistentes en sus distintos puntos de operación; Casa Mutek (Avenida México 200, Hipódromo Condesa) A/ Vision 1 y 2 (Papalote Museo del Niño - Domo Digital), y Nocturne 1 y 2 (Fábrica Mutek) fueron los espacios donde el festival moldeó la forma de onda durante la semana pasada, en esta ocasión nos centraremos a la segunda fiesta extrema, Nocturne 2.
En el corazón de la zona industrial de Tlalnepantla se encuentra la Fábrica Mutek ubicada en la calle Henry Ford espacio que se ha transformado en lugar común para los amantes de la cultura electrónica, después de años de celebrar en ella sus descomunales Nocturnes la memoria colectiva comienza hacer su trabajo posicionado el venue como un lugar alejado de la zona de confort en donde el público se interna al corazón industrial del Estado de México, una interesante analogía con las tecnologías que presenta MUTEK, en términos de conceptualización me parece no puede haber mejor venue para los Nocturnes que en ocasiones alcanzan las nueve o diez horas de duración, por otro lado, para muchas personas continúa siendo un problema alejarse de las vías normalizadas para la diversión nocturna en México.
Con intensa carga sónica, en la oscuridad de la fábrica se estimulan los sentidos —impulsados en muchas ocasiones con vitaminas que intensifican la percepción—”.
Mi crónica inicia en el escenario B con la mexicana CNDSD y el cubano Iván Abreu un pareja que ha creado reputación invocando las miradas y sosteniéndolas por medio de un hipnótico halo de talento tecnológico que los rodea siendo ambos parte de los artistas que se valen del live coding para crear su pieza, el pasado sábado a las 19:40 H comenzaron su acto quebrando la gigantesca pantalla en parámetros texturizados, la luz en 3D y 2D latigueaba los diferentes nodos en el plano cartesiano de lo que parecía ser un mapa emocional, tonos azules y blancos que nos hacen pensar en el hielo —electrónica de contramedidas de intrusión, ICE por sus siglas en inglés— que protege la base de datos neuronal a la que estamos apunto de acceder, siendo especializados en la música electrónica del post Internet, el glicheo y la descomposición de la síntesis trazan un beat irregular que ensambla el camino a recorrer, figuras rojas y grises anuncian la llegada a las bóvedas de información que nuestros dos pilotos están a punto de vaciar en tiempo real.
Un trabajo y desempeño excepcional entre esta pareja que desarticula los instantes uniendo las axis a distintas partículas para edificar nuevos y complejos sueños.
A las 20:30 H también en la sala B, inició VOID, otra de la propuestas mexicanas que había creado ruido y generado positiva expectativa para los entusiastas del arte digital. Conformado por el productor Sebastián Lechuga y el artista visual Andrés Arochi quienes comulgan una emulsión entre orgánico y sintético, una mutación audiovisual que momentos pareciera ser operada desde el interior del sol, la naturaleza se funde en una compleja presentación de texturas y colores que al parpadear nos depositan en las aguas de Marte que suavemente se llevan las ideas para incluirlas y hacerlas parte de ese mar de creación. Su presentación se vio complementada por un acto de danza sistematizada, un ente emulando a la máquina —así como la máquina fue creada para emular el pensamiento del hombre— la guitarra procesada de Sebastián se interponía con figuras que anunciaban cambios de ánimo tonal, elementos perfeccionados en su labor como diseñador de audio y la creación de soundtracks, un grandioso acto por parte del frente nacional en MUTEK.
Son las 21:50 H y no he salido de la sala B salvo por un escape a re-cargar la pulsera y conseguir lo que seguro son los tragos más caros en todo Tlalnepantla, la comida tenía aroma y aspecto apetitoso pero las filas y los apretados horarios me decidieron por mantenerme hidratado y a tiempo para los actos que deseaba ver. Ryoichi Kurokawa de Japón era uno los shows más esperados, también fue el primer extranjero que presencié aquella noche, su pieza subassemblies refleja una dedicación prácticamente artesanal a su procesos de modelado tridimensional, el salto de la realidad al render esculpido con lupa, detalles de una asombrosa virtualidad decoran lugares a los que parecemos acceder en forma de espectros, hiperrealidad vinculada al hipotálamo que suministra pulsaciones de angustia en un mundo que sin duda ha rebasado al nuestro.
Cinema y música en vivo que derriten las barreras entre película, concierto y videoarte, la fusión de medios de comunicación en pro de una experiencia inmersiva, una pieza que goza de pulcritud a detalle, la exactitud de sus renders y la velocidad en la que estos se conectan con el sonido conjugan una historia hábilmente narrada a través de las nuevas tecnologías.
Son las 22:40 H y estoy esperando al japonés Daito Manabe, uno de los pioneros y más valiosos talentos audiovisuales de Osaka, la energía se expande desde la pantalla con un potente golpe al cerebro, una luz cegadora se extiende sobre la fábrica y nos sumerge en un delirio de luz estroboscópica que se quiebra con la aparición de fuertes beats, el estruendo nos posiciona en el inicio de un viaje tridimensional al interior de la mente, la pieza Dissonant Imaginary fue creada en colaboración con el prestigioso pionero codificador cerebral Yukiyasu Kamitani quien se dedica a interpretar las ondas cerebrales y sus posibles significados. La colaboración de ambos trajo como resultado una de las piezas más ambiciosas que documentan cientos de imágenes de lecturas del cerebro humano, estados de ánimo o condiciones que modifican totalmente la forma de onda, así como las perillas o knobs funcionan en un sintetizador para moldear la frecuencia, la experiencia en la vida son los parámetros que setean la forma de onda mental.
A las 23:35 H me encuentro en el escenario más pequeño, la sala C y estoy listo para escuchar al mexicano Le Fantom Onde, el proyecto detrás del productor y entusiasta electrónico Leo Mendez. Si bien es muy conocido en al escena, en ocasiones me parece que es más por su papel como cofundador de la tienda y plataforma Hola Wave, este interesante punto que ha generado en México un hogar para los freaks del eurorack, facilitando y promoviendo el boom de la creación musical por medio de síntesis modular. Su seteo y su gear eran deslumbrantes a primera vista; un Moog gigantesco del que salían distintas conexiones a su case eurorack, el cual se veía pequeño pero contundente llenó de módulos y cables de parcheo que se dirigían a un secuenciador/controlador. Al iniciar su música despegó alto con bajos y armonías cálidas que se desvanecen una a una en el juego de planos y layers, Le Fantom Onde crea un ambient espeso que corta con un techno moderado que se va descomponiendo a terrenos más complejos propios del IDM para regresar a frecuencias más apegadas al dark wave. Un productor comprometido con las amplias posibilidades que su equipo le ofrece.
son las 00:30 H y estoy ansioso para presenciar al mexicano Sol Oosel, después de tantos años en la escena como músico y productor Sol decidió embarcarse en su proyecto solista, ese que llevaría sus ideas al punto más abierto y extremo, la libertad desmedida que no se puede obtener en proyectos con dos o más personas Sol Oosel se lo daría; Janus fue el primer resultado, disco que editó hace un par de años y que tiene las primeras figuras de lo que aterrizó con todas su fuerzas en el material que lanzó hace un mes para el mítico sello experimental mexicano Umor Rex, el disco "En allégeance à l'inconnaissable — Une étude en chorégraphie pour le flux d'énergie” es un precioso objeto editado en vinilo cristalino, el cual en verdad parece estar fabricado de cristal además de ser uno de los discos ambient más elevados del 2019.
Sol comenzó y no tardó en meter mano su amplio box de euroracks, un verdadero festín de modulares que le ayudan a disparar tiempo y espacio en todas direcciones, una conexión espiritual con sus máquinas que se puede respirar en su acto, flujo de energía que recorre su cuerpo saliendo por control de voltaje a la velocidad de sus impulsos, un bello set ambiental bañado en una tenue luz roja que será difícil olvidar.
A la 01:20 H estaba listo en sala C para ver a la sueca Maria W Horn, actual residente de Estocolmo y una de las artistas que incursiona en el inestable mundo de la música extrema como el drone o el power electronics, Maria se ganó su reputación en la manipulación de propiedades salvajes sónicas, domando el ruido y fomentándolo desde su sello XKatedral casa discográfica que también ha dado espacio a propuestas como la de Kali Malone y la italiana Caterina Barbieri —quien se presentó en el Nocturne 1 haciendo un blast de su acto—. Horn se presentó con un bajo perfil en la sala más pequeña que fue la indicada para su pieza la cual se apoya de dos potentes estrobos que explotan con destellos blancos y rojos cada que un beat cuece nuestros nervios, colosales paredes de ruido crecen sonoramente frente a los presentes para después desplomarse como una ola eléctrica, la áspera y agresiva forma de sus frecuencias subsónicas pueden hacerse sentir en la piel y en los cartílagos los cuales vibran en respuesta de las intensas modulaciones.