Fotografo: Diego Figueroa

Instagram: @halofive

MUTEK 2019: A/ Visions 2

MUTEK cerró de manera maravillosa su décimo sexta edición con Apparat, Kelly Moran y Pétra.

Durante 16 años, el festival MUTEK ha sido un espacio para bandas, artistas y proyectos ambiciosos, interesantes y desafiantes dentro del mundo de la electrónica que no podrían existir en otro espacio en nuestro país y que de otra manera no tendríamos la oportunidad de ver y disfrutar, este es el caso de Pétra y Kelly Moran

Pétra es un dúo formado por Chantal Chadwick y Brian Allen Simon que en vivo permanece sombrío e introspectivo.  Cada uno se encontraba detrás de una mesa—que juntas formaban una V— arreglando todo con detalle mientras dos siluetas se perdían en el humo creando momentos de contemplación con los visuales que parecían la vista microscópica de una flor. El show mezcló sonidos ambientales que se sentían como destellos espaciales, con momentos más acelerados y atascados que parecían la señal perdida de un demonio. Por momentos Allen Simon tocaba el saxofón que añadía misterio o disonancia y contraste. La banda es un es un ejemplo de porqué MUTEK también es uno de los mejores festivales para conocer nueva música. 

Kelly Moran es una artista extraordinaria. Bajo la influencia de John Cage, Moran ha creado un sonido único y especial dentro del universo del piano preparado, no hay otro piano que suene igual al de ella, es una compositora transgresora. Iluminada por una fría luz azul todo el tiempo, Moran interpretó canciones de su disco Ultraviolet y su EP Origin con un ritmo delicado y sutil, acompañada de increíbles visuales (Gabe Liberti, Cassie McQuater, Ren Pan y Juli Odomo) que se iban transformando con cada nota como si por efecto automático Kelly los fuera pintando. Inspirada por la naturaleza y guiada por la esencia de sus sentimientos al momento de tocar, Moran irradió belleza y fantasía en un show encantador, hipnotizador y sublime. 

Apparat dio un concierto impecable. Después de que se anunciara que su disco LP5 estaría nominado al Grammy por mejor disco dance/electronic, Sascha Ring regresó junto con su banda para presentar dicho álbum y lo hicieron con gran dedicación. Cada elemento estuvo en su lugar—chelo, violín, bajo, guitarra, batería, trompeta, sintetizadores y la voz de Ring—creando un ambiente vibrante y efusivo. Tocaron “Dawan”, “Heroist”, “Eq_Break” y “Caronte” perdidos entre las cuatro luces que deslumbraban hacia el público, hasta que Sascha dijo sus primeras palabras “Buenas noches México”

El juego de luces fue estupendo, en algunos momentos había luces introspectivas, cuando la agrupación decidía experimentar e incluso los veíamos en el piso jugando con sus instrumentos, creando puntos de contemplación, y en otros las luces palpitaban con rapidez y se esparcían por todo el escenario cuando el sonido era más explosivo. Continuaron con “Brandenburg”, “Means Of Entry”, “Voi-do”, “In Gravitas”, “Laminar Flow”, entre otras, y la emoción de Sascha era evidente. “Es bueno estar de vuelta, mis mejores shows siempre son aquí”, comentó. En el encore tocó “You Don’t Know Me” y “Black Water” para después despedirse en una gran ola de aplausos. 

MUTEK una vez comprueba su compromiso con la música en vivo en nuestro país trayendo artistas que exploran y explotan otros terrenos dentro de la música e invitan al público a vivir tener un acercamiento diferente hacia la electrónica y la tecnología para vivir una experiencia diferente a otros festivales.

MUTEK 2019: Nocturne 2

Nocturne 2: La forma de onda como espejo.

La dieciseisava edición de MUTEK el festival en México enfocado a nuevas tecnologíasconcluyó después de una semana agitada llena de actos espectaculares por parte del talento nacional e internacional, las propuestas impulsadas por hardware y software buscaron iluminar las perspectivas de los asistentes en sus distintos puntos de operación; Casa Mutek (Avenida México 200, Hipódromo Condesa) A/ Vision 1 y 2 (Papalote Museo del Niño - Domo Digital), y Nocturne 1 y 2 (Fábrica Mutek) fueron los espacios donde el festival moldeó la forma de onda durante la semana pasada, en esta ocasión nos centraremos a la segunda fiesta extrema, Nocturne 2

En el corazón de la zona industrial de Tlalnepantla se encuentra la Fábrica Mutek ubicada en la calle Henry Ford espacio que se ha transformado en lugar común para los amantes de la cultura electrónica, después de años de celebrar en ella sus descomunales Nocturnes la memoria colectiva comienza hacer su trabajo posicionado el venue como un lugar alejado de la zona de confort en donde el público se interna al corazón industrial del Estado de México, una interesante analogía con las tecnologías que presenta MUTEK, en términos de conceptualización me parece no puede haber mejor venue para los Nocturnes que en ocasiones alcanzan las nueve o diez horas de duración, por otro lado, para muchas personas continúa siendo un problema alejarse de las vías normalizadas para la diversión nocturna en México. 

Con intensa carga sónica, en la oscuridad de la fábrica se estimulan los sentidos impulsados en muchas ocasiones con vitaminas que intensifican la percepción—”.

Mi crónica inicia en el escenario B con la mexicana CNDSD y el cubano Iván Abreu un pareja que ha creado reputación invocando las miradas y sosteniéndolas por medio de un hipnótico halo de talento tecnológico que los rodea siendo ambos parte de los artistas que se valen del live coding para crear su pieza, el pasado sábado a las 19:40 H comenzaron su acto quebrando la gigantesca pantalla en parámetros texturizados, la luz en 3D y 2D latigueaba los diferentes nodos en el plano cartesiano de lo que parecía ser un mapa emocional, tonos azules y blancos que nos hacen pensar en el hielo electrónica de contramedidas de intrusión, ICE por sus siglas en inglés que protege la base de datos neuronal a la que estamos apunto de acceder, siendo especializados en la música electrónica del post Internet, el glicheo y la descomposición de la síntesis trazan un beat irregular que ensambla el camino a recorrer, figuras rojas y grises anuncian la llegada a las bóvedas de información que nuestros dos pilotos están a punto de vaciar en tiempo real.  

Un trabajo y desempeño excepcional entre esta pareja que desarticula los instantes uniendo las axis a distintas partículas para edificar nuevos y complejos sueños.  

A las 20:30 H también en la sala B, inició VOID, otra de la propuestas mexicanas que había creado ruido y generado positiva expectativa para los entusiastas del arte digital. Conformado por el productor Sebastián Lechuga y el artista visual Andrés Arochi quienes comulgan una emulsión entre orgánico y sintético, una mutación audiovisual que momentos pareciera ser operada desde el interior del sol, la naturaleza se funde en una compleja presentación de texturas y colores que al parpadear nos depositan en las aguas de Marte que suavemente se llevan las ideas para incluirlas y hacerlas parte de ese mar de creación. Su presentación se vio complementada por un acto de danza sistematizada, un ente emulando a la máquina así como la máquina fue creada para emular el pensamiento del hombre la guitarra procesada de Sebastián se interponía con figuras que anunciaban cambios de ánimo tonal, elementos perfeccionados en su labor como diseñador de audio y la creación de soundtracks, un grandioso acto por parte del frente nacional en MUTEK

Son las 21:50 H y no he salido de la sala B salvo por un escape a re-cargar la pulsera y conseguir lo que seguro son los tragos más caros en todo Tlalnepantla, la comida tenía aroma y aspecto apetitoso pero las filas y los apretados horarios me decidieron por mantenerme hidratado y a tiempo para los actos que deseaba ver. Ryoichi Kurokawa de Japón era uno los shows más esperados, también fue el primer extranjero que presencié aquella noche, su pieza subassemblies refleja una dedicación prácticamente artesanal a su procesos de modelado tridimensional, el salto de la realidad al render esculpido con lupa, detalles de una asombrosa virtualidad decoran lugares a los que parecemos acceder en forma de espectros, hiperrealidad vinculada al hipotálamo que suministra pulsaciones de angustia en un mundo que sin duda ha rebasado al nuestro. 

Cinema y música en vivo que derriten las barreras entre película, concierto y videoarte, la fusión de medios de comunicación en pro de una experiencia inmersiva, una pieza que goza de pulcritud a detalle, la exactitud de sus renders y la velocidad en la que estos se conectan con el sonido conjugan una historia hábilmente narrada a través de las nuevas tecnologías. 

Son las 22:40 H y estoy esperando al japonés Daito Manabe, uno de los pioneros y más valiosos talentos audiovisuales de Osaka, la energía se expande desde la pantalla con un potente golpe al cerebro, una luz cegadora se extiende sobre la fábrica y nos sumerge en un delirio de luz estroboscópica que se quiebra con la aparición de fuertes beats, el estruendo nos posiciona en el inicio de un viaje tridimensional al interior de la mente, la pieza Dissonant Imaginary fue creada en colaboración con el prestigioso pionero codificador cerebral Yukiyasu Kamitani quien se dedica a interpretar las ondas cerebrales y sus posibles significados. La colaboración de ambos trajo como resultado una de las piezas más ambiciosas que documentan cientos de imágenes de lecturas del cerebro humano, estados de ánimo o condiciones que modifican totalmente la forma de onda, así como las perillas o knobs funcionan en un sintetizador para moldear la frecuencia, la experiencia en la vida son los parámetros que setean la forma de onda mental. 

A las 23:35 H me encuentro en el escenario más pequeño, la sala C y estoy listo para escuchar al mexicano Le Fantom Onde, el proyecto detrás del productor y entusiasta electrónico Leo Mendez. Si bien es muy conocido en al escena, en ocasiones me parece que es más por su papel como cofundador de la tienda y plataforma Hola Wave, este interesante punto que ha generado en México un hogar para los freaks del eurorack, facilitando y promoviendo el boom de la creación musical por medio de síntesis modular. Su seteo y su gear eran deslumbrantes a primera vista; un Moog gigantesco del que salían distintas conexiones a su case eurorack, el cual se veía pequeño pero contundente llenó de módulos y cables de parcheo que se dirigían a un secuenciador/controlador. Al iniciar su música despegó alto con bajos y armonías cálidas que se desvanecen una a una en el juego de planos y layers, Le Fantom Onde crea un ambient espeso que corta con un techno moderado que se va descomponiendo a terrenos más complejos propios del IDM para regresar a frecuencias más apegadas al dark wave. Un productor comprometido con las amplias posibilidades que su equipo le ofrece. 

son las 00:30 H y estoy ansioso para presenciar al mexicano Sol Oosel, después de tantos años en la escena como músico y productor Sol decidió embarcarse en su proyecto solista, ese que llevaría sus ideas al punto más abierto y extremo, la libertad desmedida que no se puede obtener en proyectos con dos o más personas Sol Oosel se lo daría; Janus fue el primer resultado, disco que editó hace un par de años y que tiene las primeras figuras de lo que aterrizó con todas su fuerzas en el material que lanzó hace un mes para el mítico sello experimental mexicano Umor Rex, el disco "En allégeance à l'inconnaissable — Une étude en chorégraphie pour le flux d'énergie” es un precioso objeto editado en vinilo cristalino, el cual en verdad parece estar fabricado de cristal además de ser uno de los discos ambient más elevados del 2019. 

Sol comenzó y no tardó en meter mano su amplio box de euroracks, un verdadero festín de modulares que le ayudan a disparar tiempo y espacio en todas direcciones, una conexión espiritual con sus máquinas que se puede respirar en su acto, flujo de energía que recorre su cuerpo saliendo por control de voltaje a la velocidad de sus impulsos, un bello set ambiental bañado en una tenue luz roja que será difícil olvidar.    

A la 01:20 H estaba listo en sala C para ver a la sueca Maria W Horn, actual residente de Estocolmo y una de las artistas que incursiona en el inestable mundo de la música extrema como el drone o el power electronics, Maria se ganó su reputación en la manipulación de propiedades salvajes sónicas, domando el ruido y fomentándolo desde su sello XKatedral casa discográfica que también ha dado espacio a propuestas como la de Kali Malone y la italiana Caterina Barbieri quien se presentó en el Nocturne 1 haciendo un blast de su acto. Horn se presentó con un bajo perfil en la sala más pequeña que fue la indicada para su pieza la cual se apoya de dos potentes estrobos que explotan con destellos blancos y rojos cada que un beat cuece nuestros nervios, colosales paredes de ruido crecen sonoramente frente a los presentes para después desplomarse como una ola eléctrica, la áspera y agresiva forma de sus frecuencias subsónicas pueden hacerse sentir en la piel y en los cartílagos los cuales vibran en respuesta de las intensas modulaciones.

MUTEK 2019: Nocturne 1 

Nocturne 1: La fuerza femenina y la abstracción sonora.

Ir a Mutek es enlistarse en un viaje al cual estas dispuesto a abrir la mente, las emociones y los sentidos a atmósferas sonoras inquietantes, rítmicas, desorientadas o abstractas. Para el Nocturne 1 presentado por Adidas, La Fábrica nos recibió con un nuevo acomodo, que redujo el escenario principal y dejaba a las instalaciones una buena parte de su espacio. 

Nuestro recorrido inició temprano con Murcof, con una sensibilidad sonora inigualable, este productor nos trasladó a otro universo durante su set. En los visuales estuvo acompañado por Jimmy Lakatos, quien la primer parte jugó con lasers de colores que acompañaban la sutileza de las atmósferas que escuchábamos, creó su propio universo de luz y nos sorprendió con nebulosas que casi se podían tocar con las manos. 

Fernando Corona es un experto en crear paisaje sonoros de ciencia ficción, nos envolvió en su sonido y para cerrar su set nos presentó una pulsión mecánica, un corazón mecánico que nos recordó como es que la música electrónica funciona, mientras nos abrazaban luces rojas creando un sentimiento industrial. A pesar de la garantía que representa Murcof, el espacio en que se presentó no fue el más adecuado, como tampoco las grandes cantidades de humo que acompañaron los últimos minutos de su presentación. 

Siguiendo el recorrido por los productores nacionales entramos a la nueva Sala C para escuchar a NRMN, su sello es un techno duro, que se mete entre los huesos y provoca frenéticos movimientos en el cuerpo. No éramos muchos en la pista, pero todos comulgamos bajo la misma intención de disfrutar de un buen rato de baile, mientras escuchábamos líneas de bajo furtivas y samplers alienados. El entusiasmo que se vivió fue único, para cualquier lugar al que miraras te encontrabas con brazos al aire, sonrisas y hasta flores llegaron para el productor, que resaltaba en el fondo platinado de este escenario compartiendo su emoción. 

Este festival ha vuelto una constante presentar en sus primeras horas a los actos nacionales sin importar el género que manejen, algo que debería replantearse, porque ¿qué pasa cuando colocas a un productor como NRMN en medio de actos que no se dirigen a la pista de baile? Se provoca un choque, un corto circuito en el cuerpo que busca seguir con la misma energía, que no va a encontrar hasta horas después. 

Cambiando a la Sala B, donde se encontraron las propuestas que más me atraían de la noche, me reencontré con Tim Hecker, un productor al que le gustan las sombras, acoge el ruido y esta vez, con ayuda de The Konoyo Ensemble nos presentó una detallada producción que volvió rápidamente inquietante a este espacio. Tim atacaba al oído, no era un show apto para los que buscaban melodías rítmicas, hizo crujir el alma de las máquinas y de los presentes. 

Para media noche los ritmos para la pista de baile comenzaron a crecer con el español John Talabot y su techno suave, acompasado, que daba un respiro a la experimentación. Mientras en la Sala B el ambient de Fennesz & Ali M. Demirel cumplían con la creación de ambientes sonoros matizados con noise y visuales a blanco y negro, para resaltar la abstracción de su último álbum, Agora

Mutek este año presentó un cartel con una gran carga femenina, para muestra la tripleta de mujeres poderosas y entregadas a los beats que se presentaron de forma continua en la Sala C. Por más de tres horas, crearon la misma sensación incendiaria y futurista, complaciendo las diferentes necesidades que el cuerpo demanda en un festival de música electrónica.  

Enfundada de un traje blanco que nos hacía recordar cualquier película de Star Trek, Caterina Barbieri se colocó detrás de su centro de control y se convirtió en la capitana de un viaje modular cargado de elegancia, encapsuló timbres agudos de aparente simplicidad para liberarlos con su voz y convertirlas en energía,  acompañada por ensoñaciones interestelares que se presentaban en la enorme pantalla que tenía detrás. 

Con una fuerza dominante Aïsha Devi nos recibió con ritmos compulsivos y ferocidad, estaba aquí para dinamitar la pista. Bailaba, agitaba su cola de caballo de un lado al otro y su canto fantasmal enchina la piel. Llevando su set entre el espasmo y la contracción, bajos profundos, luces delirantes que atravesaban la oscuridad como cuchillos y voces rugientes. Con una desbordada emoción agradeció estar en nuestro país y compartió su felicidad a una abarrotada. 

Aunque con un horario complicado, Deena Abdelwahed llegó con toda la intención de complacer a los seguidores que permanecieron con gran actitud ante a ella, presentó su último disco en vivo cuidando que cada detalle siempre se mantuviera perfecto, por eso que en un momento pidió se dejará de lanzar humo, que distraía y molestaba a las personas que querían hacer suyo el espacio y bailar sin complicaciones.

MUTEK 2019: A/ Visions 1

A/ Visions 1: Una noche entre semana en la Ciudad de México.

No cualquiera, sino una en martes con “M” de Mutek. Si el año pasado el Festival Internacional de Creatividad Digital festejó su “quinceañera”, ahora celebra sus sweet sixteen. Papalote Museo del Niño, un letrero de luces, que parece mortal para los fotosensibles, anuncia que el recinto, como cada año desde 2012, es sede A/Visions 1, una de las actividades principales de dicho festival.

Los sospechosos comunes, casi todos ataviados de negro, esperan en la fila mientras degustan cocteles con Red Bull y cognac Hennessy. Por fin se abre el paso y la sala que alberga el domo digital los recibe. Ellos se sientan y reclinan sus asientos para quedar casi acostados y cubiertos por el techo, que podría describirse como una esfera verde cubierta por una pantalla conformada por 401 paneles de aluminio micro perforado con un sistema digital, 48 bocinas y 5.1 canales de audio. Están por vivir una noche única, pues esta es quizá la única oportunidad en el año para vivir experiencias audiovisuales en el Domodigital

La experiencia inmersiva comienza con “Créatures”, pieza del artista parisino Vincent Houzé, elaborada en colaboración con Dave + Gabe, el estudio de instalación interactivo con sede en Brooklyn. Sus imágenes parecen una suerte de criaturas gelatinosas, pero al terminar la función, varios asistentes comentarán que su propuesta no fue la favorita de la noche. Le sigue “Nebulae”, obra creada por el francés Joanie Lemercier en conjunto con el artista belga-inglés Joshua Sabin. El resultado de su trabajo es un viaje único al cosmos que inicia con un paisaje terrestre familiar, para seguir por las estrellas, explorando galaxias y atestiguando eventos cósmicos del pasado. Exquisitez absoluta digna de un viaje de peyote. 

Finalmente llega el turno de Alain Thibault, compositor de música electroacústica que vive en Montreal, de mostrar lo que ha creado de la mano del especialista en animación de video experimental para dispositivos inmersivos Yan Breuleux (Juntos firman como el dúo PURFORM). La suma del talento de ambos se traduce en “Enigma”, performance audiovisual que se estrenó en México y en la que el sonido de percusión es central. Consta de imágenes sucesivas de pantallas de hacen al espectador caer en una suerte de “hoyo” al más puro Alicia en el País de las Maravillas. También incluye diálogos que cuestionan el fin de la vida, la muerte, los sentimientos y muchos conceptos filosóficos más. 

Así, con tres propuestas distintas, pero con la originalidad en común, Mutek dio inicio a una semana de actividades que promete dejarnos físicamente agotados, pero espiritualmente satisfechos

Circa Waves en El Plaza Condesa

Cuestión de calidad, no de cantidad.

El peligro de tener dos actos abridores, es que menos de un cuarto del recinto los escuchará. Una lástima en este caso; pocas bandas “desconocidas” he visto que hagan valer su spot al abrirle a un grupo como Circa Waves

MILK desató unos guitarrazos sólidos a las 19:30 en punto. Con una entrega rockera envidiable, esta banda podría ser algo que te encontrarías en SXSW. Su mezcla jovial de The Strokes con un poco de cursilería y aires de Yellowcard, puede salir adelante si se sabe mover. 

Después, tras un eterno soundcheck que nos  rompió el oído con ecos y fallas de sonido, Rodeo Way salió al escenario. Frente a mí, una chica le preguntaba a su amiga quienes eran ellos, a lo que la otra contestó: “Se llaman algo así como Rancho Rosa. Afortunadamente, el vocalista de la banda la corrigió a tiempo: “Somos Rodeo Way, gracias por escucharnos antes de Circa Waves. Su sonido estaba ligeramente saturado, pero supieron llamar la atención de El Plaza que seguía prácticamente vacío. Sin embargo, su estilo no concordaba mucho con el del acto principal que esperábamos. 

Unos momentos más para que salieran los ingleses. Mientras tanto, la gente cantaba lo que salía por las bocinas, The Strokes, Two Door Cinema Club y un poco de Kaiser Chiefs

21:16 Oscuridad. 21:17 Celulares arriba. 21:18 Gritos del público y Circa Waves con instrumentos en mano ante una luz roja. “Wake Up” abre un concierto que esperábamos desde ¿cuándo? ¿abril? Y, después del cambio de fecha de junio a noviembre, no cabe duda que aquí solo hay fans reales.

Sigue “Fossils”. Ni siquiera hay un fondo detrás del escenario. Sin embargo, no es necesario. El juego de luces es suficiente para que nosotros pongamos el ambiente cantando a todo pulmón: “The one day I want something I just can’t get. I’m a long way from home”. “Movies” marca el inicio de la locura. El baile comienza y la emoción comienza a crecer. Al finalizar la canción, el vocalista, Kieran Shudall sonríe genuinamente y nos pide bajar y quedarnos en cuclillas, para luego brincar lo más alto que podamos al iniciar “Get Away”. En cualquier otro lugar y concierto, esto hubiera sido un problema, pero lamentablemente El Plaza estaba a la mitad de su capacidad. Por lo tanto, no tuvimos problema en cumplir su petición y brincar a alturas que no sabíamos que podíamos.

Con “Times Won't Change Me” nos relajamos un poco. El baile era conservador mientras quienes iban acompañados se cantaban el uno al otro disfrutando la canción. “Stuck”: hitazo. Los celulares arriba de nuevo y saltos por todos lados. “Es nuestro primer show en solitario en México y el último de nuestro tour. Vamos a hacerlo valer”, dijo en inglés Kieran.

“Sorry I’m Yours” fue la cima de la emoción. Después, algo que no es muy común, el público cantando una canción nueva. Tan nueva que estrenó el día anterior al concierto. La primera vez que Circa Waves toca “Jacqueline” y ya nos la sabemos. La gratitud se nota en las sonrisas de toda la banda. A pesar de ser pocos, somos los que debemos estar. Esta vez se trata de calidad y no de cantidad y ellos lo entienden. No se desaniman al ver los espacios vacíos, sino que les llena el corazón que los queramos tanto. 

“¿Quien nos vio en el Corona Capital?” Los gritos los ensordecieron. “Tal vez se acuerden de esta”. “Goodbye”: no hay nadie que no se la sepa, al igual que la siguiente, “Fire That Burns”. Era gracioso ver cómo entre cada canción bajaban y subían los celulares. Era como si los asistentes no quisieran grabar todo, pero al final, en cada canción pensaran que esa pieza también merecía un recuerdo digital. 

Los Circa salieron unos minutos. Nos estaban cumpliendo al 100 tras hacernos esperar tanto y ellos también merecían un respiro. 

Regresaron para tocar “The Way We Say Goodbye”. Pero faltaba el broche de oro: “T-shirt Weather”, su mayor éxito, la más conocida y una sorpresa. El baterista Colin le dio el lugar al baterista de MILK para tocar con ellos. ¿Lo hizo bien? Definitivamente. Y ¿nosotros? También. Brincamos, bailamos y cantamos con ellos como si nos conociéramos desde siempre.

Bad Religion en el Pepsi Center WTC

Bad Religion: Siempre habrá forma de ser punk.

Como buen “21st Century (Digital Boy)” te comunicaste con tus amigos por WhatsApp ante la prisa por llegar al Pepsi Center WTC, el maldito tráfico, las malditas responsabilidades laborales, la camisa abotonada de aquel viejo conocido que llegó antes que tú y que, oh sorpresa, te anuncia que su segundo hijo viene en camino, un efusivo abrazo y la felicitación, accidentalmente pisas su zapato boleado. El, a diferencia de muchos, no trae los Vans ni los jeans o las bermudas en una noche fría, tuvo que tomar el camino directo al show desde la oficina. 

“Fuck You”, que se joda todo el mundo allá afuera, Bad Religion está tocando, y es curioso notar como la edad, antes que pesar, nos da un modo diferente de apreciar a las personas, porque aquel que se asemeja a los profesores que tenías en la secundaria, es el frontman de una banda que te ha curtido desde hace mucho tiempo, primero, cuando vislumbraste su logo en una playera en El Chopo, en los parches de los punks, y luego, en la era digital, descargando sus canciones.

“Chaos From Within”, y aunque la convocatoria parecía floja en el acceso, la energía se expandía ante cada acorde y recuerdo, el punk no morirá mientras sigas haciendo air guitar o tocando en tu habitación con tu guitarra destartalada, aunque ahora puedas comprar una Gibson como la de Brett Gurewitz y cervezas de 160 pesos con tu tarjeta de crédito. El punk no morirá aunque tengas que acreditar tu mayoría de edad para que te vendan alcohol. “Stranger Than Fiction” resulta sentir como los años pasan y la emoción por la música en vivo no disminuye, cualquier concierto, aunque sea en lunes, es un aliciente perfecto, un vicio, un concilio ideal y ecléctico: Luis Alvarez “El Haragán” platica con Manueloko de La Tremenda Korte, la gente de seguridad saca a empujones a un punk de cepa, mohicano y estoperoles, 2 tipos de saco y corbata abrazados brindan y cantan, una chica de cabello rosa prende un cigarro aunque está prohibido fumar, círculos de slam se crean en menor medida que frente al escenario, porque como me dice un camarada, hay algunos que ya no están en edad de echar tanto desmadre, o porque se chingaron la rodilla, o porque la ciática punza intempestivamente.

“My sanity? I've nothing to lose, so please let me be”, Greg Graffin tiene toda la boca llena de razón, y parafraseando a Chente, aunque su pelo pinte ya algunas canas, nos demuestra que envejecer no es una opción. “I Want to Conquer the World”, el frenesí no se detiene, Bad Religion nos inyecta pequeñas dosis de no más de 3 minutos pero con más poder que cualquier balada del recuerdo, de esas que teníamos que contrarrestar poniendo “Generator” a todo volumen y cantando con desato. “Los Angeles is Burning” como una rara profecía ante los incendios forestales de estos días, “You” y el recuerdo de controlar a Chad Muska en las pistas  en Tony Hawk’s Pro Skater 2 de PlayStation al compás de ese mismo tema, tantos recuerdos de días que eran menos complicados, cuando el dinero alcanzaba para más y la vida parecía tan simple. 

“Punk Rock Song” en honor a un género que ha trascendido y mutado de extrañas formas, porque para una generación es Green Day (y no el de Kerplunk!...el de American Idiot), lo que nunca será 5 Seconds of Summer, lo que intentó Allison, lo que Especimen volvió culto, lo que The Clash siempre te va a recordar. “Infected” como un último canto para volver a la normalidad, al desafío de la supervivencia, a volver a ser parte de la máquina productiva y farsante. Un pin más para el chaleco, un concierto más a los grandes recuerdos, el riff de “American Jesus” cual amarga despedida, pero más allá de la música, encontraremos nuestra propia forma de ser punks, cual sinónimo de libre albedrío, aunque no vistamos o aparentemos, aunque tengamos que claudicar y adaptarnos, siempre encontraremos la forma. 

The Neighbourhood en el Pepsi Center WTC

Una noche con balance monocromático a cargo de The Neighbourhood, ofreció instrumentos brillantes y una voz camaleónica.

Como parte de su gira por diferentes festivales de México, The Neigbourhood se presentó en el Pepsi Center WTC. Después de lanzar Hard To Imagine The Neighbourhood Ever Changing, regresó para presentar un nuevo tema y descubrir un nuevo personaje.

Antes de comenzar, HEALTH de Los Ángeles se adueñó del público para dar inicio a una magnífica noche. Al presentar la primera canción ocurrieron un par de fallas técnicas que provocaron su salida del escenario, sin embargo, el público los recibió de nuevo con toda la energía. Una combinación de noise y electro rock con un toque de psicodelia se hizo presente a través de sintetizadores y solos de batería. Destacando el headbanging del bajista John Famiglietti aclamado en todo momento por el público.

El telón se cerró y el personaje de Jesse Rutherford, Chip Chrome apareció con una guitarra acústica para interpretar “In The Middle of Somewhere”. En seguida, se abrió el telón y la alineación completa ya estaba en el escenario para interpretar “Lost in Translation”, otro de los nuevos temas. Alargando un poco la canción entre solos de guitarra y redobles de batería que emocionaron más al público, finalmente sonó “Wiped Out!”. Con este Jesse se hizo presente en el escenario con un traje como el resto de sus compañeros. Aunque el sonido de le voz, ocasionado por el reverb se perdiera en ocasiones, para los asistentes al lugar era fácil identificar la canción que la banda tocaba.

Desde el primer tema Jesse se adueñó del escenario yendo de lado a lado, mientras saltaba, daba algunos giros o simplemente se movía al ritmo de la canción. Zach, Michael, Jeremy y Brandon se mantuvieron seguros y dando lo mejor en sus instrumentos.

The Neighbourhood no dejó pasar más tiempo para tocar uno de los temas más conocidos “Daddy Issues”. En esta canción los asistentes sacaron sus celulares para grabar cada uno de los versos, además de cantar a todo pulmón el coro. En “Compass”, todos aquellos acompañados por la persona especial se miraban, abrazaban o cantaban al oído. Los temas de su primer álbum I Love You no faltaron. La línea "you're too mean, I don't like you, fuck you anyway" de “Afraid” se escuchaba entre gritos ahogados y “Sweater Weather” describió perfectamente el clima de la noche.

Tras un retumbante bombo “R.l.P. 2 My Youth” transformó la atmósfera a lo más oscuro de la banda. El momento de la noche se suscitó cuando el vocalista ofreció unas palabras, tomó la bandera mexicana y se envolvió en ella. Después de más de una hora de concierto sonó “Stuck With Me”, con la que el público brincó y danzó de un lado a lado con la misma energía que la banda transmitía. Finalmente, las luces se encendieron y el telón se cerró. Tras el inesperado cierre, la adrenalina quedó contenido en los fans espectantes de "Scary Love".

 

Cage The Elephant en el Pepsi Center WTC

Locura, desenfreno y melancolía con Cage The Elephant y amigos.

Muchas veces envidio de nuestros vecinos del norte cuando tienen tantas giras conjuntas de ensueño, una de ellas fue el Night Running Tour que unía los talentos de Beck, Cage the Elephant, Spoon, entre otros.

Afortunadamente para nosotros, por la cercanía a veces nos llega alguna de rebote como fue el Rage and Rapture con Blondie y Garbage hace dos años. En esta ocasión Cage The Elephant y Spoon se aventaron a deleitar a sus fans con una noche de euforia pura en el Pepsi Center WTC.

Para el melómano capitalino fue un dilema escoger dónde pasar la noche del 21 de octubre. Por un lado Vampire Weekend en el Teatro Metropólitan, por otro Kaiser Chiefs en El Plaza y LP en el Auditorio BlacBerry. Nada de esa competencia evitó que el Pepsi se encontrara al tope de su capacidad.

Calentando motores con Spoon

A las 20:00 H salió Spoon, la banda encabezada por Britt Daniel, ante una cálida bienvenida. Un sencillo telón rojo con el nombre de la banda de fondo y empezó a sonar "Do I Have to Talk You Into It" para bailar sensualmente. En seguida retrocedemos un poco en el tiempo con "The Way We Get By" y "My Mathematical Mind". "The Underdog" fue la primera canción reconocida por la mayoría, notorio por la cantidad de celulares alzados.

"Hot Thoughts" continúa con el ánimo para bailar y con "Don't You Evah" están de racha. Muchos como el sujeto detrás de mí no dejaban de pedir "Do You" y, cuando llegó ese momento, fue el más coreado de la agrupación de Austin, Texas.

Suena "I Turn My Camera On" y Britt Daniel no deja de agradecer la calidez del público y a la banda estelar por haberlos invitado. En "Inside Out" los sintetizadores asfixiantes y atmosféricos son la cereza del pastel y entre guitarrazos y feedback, "Rent I Pay" marca su despedida con 40 minutos sin un segundo desperdiciado.

Euforia con el elefante enjaulado

En cuanto se retira el telón de Spoon se revela el inmenso escenario de Cage The Elephant que consiste en una plataforma elevada con escalones, lo cual inmediatamente sube los ánimos. Desde hace años que el público mexicano clama por un show en solitario de los de Kentucky y su triunfal debut en el Corona Capital de 2017 solo elevó las expectativas.

Empieza a sonar “Broken Boy” y el Pepsi Center se cimbra ante tanto brinco, el vocalista Matt Shultz siempre teatral sale disfrazado en lo que solo puedo describir como un vaquero colorido de látex –reminiscente al personaje de la portada de su más reciente disco, Social Cues-, atuendo que a lo largo del show cambia a lo que parece un traje típico oaxaqueño y un impermeable blanco.

“Cry Baby” y “Spiderhead” no dan un descanso al público, el cual parece un mar agitado. Brad Shultz, guitarrista y hermano del vocalista, se deja llevar completamente por el ambiente y aprovecha la oportunidad para surfear sobre el público con su guitarra. “Too Late to Say Goodbye” es la primera oportunidad para descansar un poco, pero no de parar de cantar a todo pulmón.

Durante el concierto, la agrupación fluctuó entre sacudir melenas y destrozar gargantas al ritmo de temas como “Mess Around”, “It’s Just Forever” o “House Of Glass” y ponernos sentimentales con “Shake Me Down”, “Trouble”, “Telescope” y en especial con los temas de su desgarrador nuevo disco, cuyas letras en su mayoría fueron inspiradas por el reciente divorcio del vocalista.

“Ready To Let Go”, “Tokyo Smoke”, “Social Cues” y “Skin and Bones” fueron recibidas por el público casi con la misma emotividad desgarradora pero enérgica que emitía la banda.  “Ain’t No Rest For The Wicked” nos puso nostálgicos por ese debut homónimo que cumple una década este año y durante “Come a Little Closer”, Shultz se envuelve en la bandera mexicana para que los acompañemos al viaje místico que es dicho tema.

Las emociones más fuertes al final del camino

Al momento que suena “Cigarette Daydreams” creí que no habría un momento más coreado y emotivo durante la noche -más adelante probarían mi equivocación-. “You can drive all night looking for the answers in the pouring rain, you wanna find peace of mind looking for the answers”, canta el público como una sola voz mientras se va desvaneciendo la canción.

Parecía un cierre apropiado, pero Cage The Elephant aún tenía combustible suficiente para sacudirnos una última vez al ritmo de “Teeth”, donde Shultz aprovechó para navegar sobre el mar de gente hasta llegar a la mitad de la sección general y lograr el equilibrio suficiente para ponerse de pie sobre este como una figura de poder en medio de decenas de celulares que buscaban capturar el momento.

Las luces del Pepsi Center se encienden para advertir que el concierto ha concluido, pero Matt Shultz no está listo para irse, aún es temprano y tiene mucho qué decir. Solitario, con una guitarra y sentado en un banco se propone a tocar “Love's The Only Way”, la introduce entre lágrimas, las cuales se contagian y se quita su anillo de compromiso que aún porta.

Por si para ese momento no estabas conmovido, el tecladista Matthan Minster y el guitarrista Nick Bockrath regresan al escenario para acompañar al vocalista para una última canción. “Goodbye” concluye el concierto entre un sonido de órgano distante y melancólico, discretos arpegios de guitarra y una desgarradora interpretación vocal que se siente como golpes al corazón. Shultz se despide con un mensaje contundente: el amor existe y hay que creer en él.

En general, fue uno de esos conciertos en que si no acabaste empapado en cerveza y sudor, con los zapatos pegajosos y un poco golpeado es como si no hubieras estado ahí. En un show de Cage The Elephant el público canta a todo pulmón, sacude la melena y derrama una que otra lágrima y en esta ocasión tanto público como artistas dieron todo de sí en una noche de múltiples emociones.

Morcheeba en El Plaza Condesa

Morcheeba: Música en tonalidades relajantes.

Desde los lejanos 90, llega a México Morcheeba para recitar su segundo concierto en la historia de nuestro país. Mucha buena onda, mucha sensualidad, mucha calma, mucho baile y muchos “viejitos” contemporáneos rockeando sin temor a nada fue todo lo rondaba por El Plaza la noche de ayer.

Skye Edwards al escenario después de un preludio musical, lleva puesto un vestido diseñado por ella misma con texturas como plumajes de color rojo, muy lindo, muy llamativo, muy elaborado, pero al mismo tiempo desprendible, que para la tercera canción manda al demonio la parte de arriba del hermoso vestido.

Así decidió mostrar sus poderosos brazos y usarlos para darle teatralidad a su presentación, utilizándolos para crear figuras en el aire y moverse libre como ave arriba del escenario.

El ambiente dentro de El Plaza se siente cálido, acogedor y sensual. Los integrantes de la banda crean esa atmósfera benévola para nuestros oídos y nuestros cuerpos; del lado público, se comienza a encender la yesca para elevar toda esa energía al siguiente nivel y así bailar los espíritus en gran armonía.

Skye tiene una voz increíble en directo, tiene una personalidad muy bella, tiene una vibra hermosa, una risa que se contagia y toda su existencia es muy agradable.

Ross Godfrey es un héroe de guitarra que se mueve en las cuerdas de su instrumento con gran facilidad, haciendo resonar los acordes y los solos de manera mágica.

Richard Milner en el blanco y negro del teclado crea increíbles arpeggios, melodías y solos que se gozan de inmediato.

Junto con Steve Gordon en el bajo y Jake en la batería, crean un ensamble bien formado y bien plantado en el escenario.

Su interpretación es muy segura, su presencia es casi mística, mágica y su técnica se oye pulida durante los años. Es un placer encontrarse con un proyecto comprometido con su música y su público.

El más reciente disco tiene grandes canciones, suena increíblemente moderno, levemente distinto a Big Calm y bastante mejor que su predecesor, Head Up High, pero solo usaron 3 municiones de todo su tracklist para incluir una avalancha de éxitos, en su gran mayoría de su segundo disco y rolas varias de su cancionero.

Las rolas del Blaze Away suenan muy bien montadas y precisas, a excepción de precisamente “Blaze Away” que sin Roots Manuva no suena igual.

Pero en lo personal hubiera agradecido por mucho escuchar “Love Dub”, “It’s Summertime”, “Set Your Sails” o “Mezcal Dream” en vivo, grandes canciones del álbum del año pasado que decidieron hacer a un lado para satisfacer a los fans mexicanos, que obviamente celebraron con gran entusiasmo la selección de temas para el setlist de ayer.

Entre la gran cantidad de covers que vienen tocando en esta gira, eligieron tocar “Let’s Dance” para hacer un homenaje al inolvidable David Bowie, una versión muy bien hecha, pero quizás un “Don’t Let It Bring You Down” de Neil Young también hubiera caído de lujo. Un double feature de covers a nadie se le niega.

El audio de El Plaza, me parece que ha tenido mejores tiempos. Con Morcheeba, el sistema de audio no mostró su mejor momento, pero tal vez fue parte de la ingeniería de audio o de plano El Plaza necesita una actualización de backline.

Esto no es un reclamo o una exigencia o un ultimátum, pero la experiencia de usuario debe ser prioridad o con el tiempo el negocio de los shows en vivo se puede ir al infierno.

Un negocio que para seguir recaudando tanto dinero debe pensar primero en su público.

Muse en el Foro Sol

Muse: La música o los visuales, ¿qué vale más?

Los últimos serán los primeros. Y es que los fans más apasionados que corrieron a comprar su boleto en cuanto Muse anunció que la CDMX estaría dentro del Simulation Theory Tour, se quedaron en segundo plano al ver que la nueva fecha –debido al sold out– sería el día antes. Por lo tanto, sin afán de provocar prejuicios (positivos o negativos), procedemos a contar cómo fue esta primera fecha.

The Ruse, la banda telonera de Muse, sabía que no podía pedirle mucho a un público que llevaba en algunos casos, desde el día anterior esperando a la banda británica. Sin embargo, con unas cuantas palabras en español y mucha energía, aprovechó sus 40 minutos con su accesible y pegajoso rock. Aunque, siendo honestos, su estilo no conectaba bien con Muse. “¿Quién elige a los abridores?”, escuché decir por ahí.

Al tener antecedentes de la producción de esta gira en otros países, las expectativas eran altas. Además, bien sabemos que Muse, aunque no necesita visuales pues su música ya es exquisita, invierte mucho en su escenario para dar una experiencia totalmente diferente. Así, esperábamos, pelotas gigante, drones por doquier, un bonito show de luces empatadas de manera impecable con cada acorde, y sí, un robot/demogorgon/alien gigante. Lo tuvimos, sí. Como nos lo imaginamos, no.

El comienzo fue lento, utilizando como intro “Algorithm”. Algo para despertar la intriga y comenzar a analizar los detalles en el fondo: las luces, las formas y a los sujetos con trajes iluminados que comenzaban a salir al escenario para moverse en perfecta coordinación. Le siguió “Pressure” que mantuvo los ánimos calmados. Los asistentes comenzamos a despertar al escuchar al sargento previo a “Psycho”. “Break it to Me” animó a varios, pero no hay ambiente aún. Este crowd anda muy calmado.

Y hasta parece que Matt lo siente porque nos invita a cantar “Uprising”. Sin más, nos cede el micrófono y sí, la coreamos completa, al igual que “Plug in Baby”. Sin embargo, todavía falta algo. ¿Acaso estamos muy viejos para disfrutar al full un concierto? No lo creo, lo que faltan son los clásicos.

Estaba en lo correcto. Cuando llega “Supermassive Black Hole” ya se siente la vibra rockera, ese deseo de mover la cabeza con un poco de air guitar. Le sigue “Thought Contagion” que conectan con “Hysteria” y hay un boom de emoción. Ese solo de bajo nunca pasará desapercibido.

Después Matt nos pide levantar nuestros flashes para que el entorno luzca tan bonito y esperanzador como la letra de “Dig Down”. Y es en este momento cuando realmente empieza el concierto. “Madness” cambia el mood de esta noche totalmente. De ahora en adelante, todo serían gritos, saltos y brazos levantados.

“Time Is Running Out” y “Starlight” definitivamente son momentos destacados, pero no son EL MOMENTO. Ese llega cuando se escuchan los primeros acordes de “Stockholm Syndrome” al momento en que comienza a salir un alien/robot gigante que nos impacta con sus movimientos durante un medley compuesto de “Reapers”, “The Handler” y, sorpresa, “New Born”.

Así es como Muse se supera de nuevo en cuestión de visuales. El final es el de siempre. ¿Por qué? Porque funciona perfecto. “Knights of Cydonia” es la pieza perfecta para unirnos a todos en un grito de guerra común y despedirse dejándonos con la frente en alto y completamente satisfechos.

Lo bueno: El setlist en general. Siempre querremos alguna joya que no se ha escuchado desde hace años. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que tocaron “Space Dementia”? Sin embargo, cuando se trata de agrupaciones con tanta historia y hits como Muse, no podemos pedir tanto. Así, el setlist de hoy fue equilibrado y complaciente.

Lo malo: El sonido. Al ser un venue abierto, el juego de láser quedó mucho a deber. Al igual que el sonido, que no alcanzaba a llegar a las gradas con la potencia que hubiéramos querido y que desafortunadamente en varios momentos se cortaba dejando a Matt y a Chris un poco desconcertados cuando había alguna interferencia a la mitad de un solo de guitarra o bajo. De igual manera, la ecualización no fue la mejor. Y, si bien muchos agradecimos que el bajo fuera lo principal, estaba saturado y opacaba la guitarra.