Los Tres han sido los culpables de todo.
La música es tan poderosa, que pueden pasar años sin que ciertas canciones circulen por nuestros oídos, y a pesar de esto, cuando vuelven a sonar en nuestras vidas, lo que provocan dentro de nosotros no se compara con nada que las palabras ni la ciencia pueda describir. Simplemente es como la vida, está ahí básicamente para que la disfrutemos, y su secreto radica en nunca dejar de sorprendernos.
Los Tres pisaron una vez más el Teatro Metropólitan para recordarnos que aunque quizá a veces los sintamos lejanos, son parte de nuestra vida musical, y que de alguna u otra manera siempre han estado ahí para acompañarnos en los buenos y malos tiempos.
Miércoles, mitad de semana, día difícil para asistir a un concierto, pero en la modernidad, el fin de semana comienza desde este día, ¿no? Y qué mejor que darle rienda suelta al corazón con un concierto en el que el acto abridor es nada más que Mon Laferte. Siendo como el curita que nuestra bujía del amor necesitaba, Mon hizo suyo el escenario, ese mismo que en unos meses seguramente será el protagonista de su música.
El Metropólitan recibió tímidamente en un comienzo canciones como “Tormento”, “Lo que Pido”, “Salvador”, “Amor Completo”, “Si tú me Quisieras”, “El Diablo” y “Tu Falta de Querer”, hasta que al final —y después de sentirnos como en el ojo de un huracán— todos quedaron (quedamos) rendidos a los pies de la chilena-mexicana más querida de nuestros días.
En lo que todos se acomodaban nuevamente en sus butacas para recibir la presencia de Álvaro Enríquez y Titae, las luces del teatro se apagaron y cuando menos nos dimos cuenta en un acto extraño, Álvaro hacía suya la batería y Titae los teclados, mientras el resto de la banda seguía el ritmo. A partir de aquí, la noche de la leyenda chilena no tuvo compasión y canción tras canción nos dio una lección de cómo las rolas son capaces de tocar los más profundos recuerdos.
“Camino”, “La Torre de Babel”, “Cárcel, Hospital y Cementerio”, fueron perfectas para mover las caderas al ritmo de las cátedras de Titae en el contrabajo y la presencia escénica de un enorme Álvaro Enríquez. Los Tres son unos viejos lobos de mar que ojalá la vida nunca nos arrebate.
El motivo de la presentación de Los Tres en nuestro país era en parte presentar temas de su más reciente disco llamado Por Acanga, en el cual se dieron el lujo de coverear “Hey, Soledad”, del nuevo ídolo de la canción mexicana Juan Cirerol, mismo que los acompañó en el escenario para interpretarla. El choque de dos mundos se dio ante nuestros incrédulos ojos.
Los clásicos no podían faltar y “Tírate” y “Olor a Gas” —que sonó con el buen Emmanuel del Real— hicieron que nuestros mejores recuerdos de juventud llegaran a nosotros sin control, pero nada se compararía con el set más letal de la noche: “Quizás con Quién”, nuevo clásico de la banda que por primera vez sonaba en nuestro país, y que es perfecta para los corazones recién heridos; “Moizefala”, la canción más provocadora y sensual que muy pocas veces se tiene el lujo de escuchar en vivo; y “Amor Violento”. Sí, a todos se nos enchinó la piel, suspiramos, cantamos con lágrimas en los ojos al tiempo que le mandábamos mensajes de voz a nuestros quereres cantando: "Cuando por primera vez te vi, supe que el cielo era para ti y para mí".
Y los clásicos siguieron: “Hojas de Té” dedicada a la marihuana, “Silencio” y “He barrido el sol”, acompañada de “El Jefe de Jefes”. Así llegó el primer encore, que ya sabíamos que no duraría mucho porque cuando menos nos dimos cuenta ya teníamos otra vez el corazón en las manos cantando “Cerrar y abrir”.
Los Tres muy probablemente sean los culpables de todo, primeramente de que ahora seamos tan amantes de la música chilena, pero más allá de eso, han sido culpables de muchos amores, desamores, amistades y vidas marcadas a la par de sus canciones, ¿si no cómo explicar el cierre de su concierto, “Déjate Caer”? Más que una canción, es un himno generacional, lo mismo que “La espada y la pared”, mismos que nos recalcaron una vez más que podrán ir y venir personas por nuestras vidas, pero las canciones siempre, en algún momento, volverán a estar con nosotros.