Recuerdos de una juventud bien acompañada.
Cientos de fans congregados en un sólo lugar y con un sólo propósito, rendir homenaje a uno de los estandartes discográficos más representativos de la banda inglesa. Inside In/ Inside Out, la marca de una generación y el soundtrack recurrente del escenario dosmilero.
Con el espacio abarrotado y muy pocos lugares por llenar, el show comenzó. Sin más ni menos, directo y en caliente, Luke Pritchard (vocalista y guitarra), Hugh Harris (guitarrista y teclista), Peter Denton (bajo) y Alexis Nuñez (batería) entraron al cuadrilátero musical para soltar todos su hits, éxitos y un golpe de realidad que trasquiló la mente de algunos mientras sus rostros se iluminaron de alegría. Una bocanada de aire y al fondo alguien exclamó “wey, no puedo creer que esté pasando”.
Pareciera que las butacas del foro perdían su utilidad, pues a la primera resonancia de su guitarra, la banda recibió una gran ovación de pie. De pronto un clamor enamorado resintió el primer tema de la noche, “Always Where I Need To Be”. Saltos, manos al aire, y bailes improvisados al son de un power combo compuesto por las tarolas inundantes y bombos perpetuantes, un bajo gordo y abrazador, una progresión de acordes de guitarra distintivos a primera instancia y la voz que acompañó por más de 15 años tales himnos.
Apenas pasados unos minutos, el conjunto de Brighton, Inglaterra, ya había rozado el 2006 con temas como “Oh la la” o “She Moves In Her Own Way”, extractos del disco de aniversario. En eso el grupo coral del público comenzó a generar cierta afiliación con el vocalista, quien en cada oportunidad se dirigía hacia los enardecientes asistentes con su micrófono en un juego de voces.
A la menor provocación Pritchard procedía a agradecer con un “Muchas gracias por todo este amor, en verdad lo apreciamos”, en respuesta a la fuerza cada vez más grande de la ruidosa multitud. No habría distinción entre un agradecimiento instantáneo, en reacción a tales canciones, o por la manera de rememorar con "Shine On", “Seaside”, “Junk of the Heart” ,“Do You Wanna” y demás, algún momento trascendental de la adolescencia o juventud de cada presente.
Para el punto más álgido de la noche y con varios extractos de Konk, Let's Go Sunshine y Listen en su repertorio, el momento de un break había llegado. “Ole, ole, ole, ole. The Kooks, The Kooks”, cantó la audiencia en completa oscuridad mientras el cuarteto salía del escenario durante el encore. En esta última recta del concierto, todo el mundo dió las gracias por tal recorrido musical, con gritos avasallantes y una que otra lágrima (sin ninguna exageración de por medio).
“Esta es nuestra última canción, muchas gracias y buenas noches” mencionó Luke, mientras el riff de “Naive” salía de los altoparlantes. Como un switch en automático, el orfeón hizo temblar el teatro y convirtió a los cientos de escuchas en uno solo. Con vasos en mano vacíos, sin importar la bebida, sin tomar unos minutos para salir por la puerta trasera y llenarlos de nuevo, los fieles nunca dejaron su posición. El baño solo era un excusa para los desinteresados, que si bien eran pocos, aún así utilizaron cualquier recurso corporal para no perder de vista a la agrupación. “I Love You”, gritó un grupo de seguidores, quienes en el menor silencio intentaron ser escuchados por última vez.
Para muchos, quizá esta no fue ni la segunda o la tercera ocasión en un concierto en vivo de The Kooks, pero el semblante de la mayoría expedía la sonrisa de una primera vez. La emoción no pareció ser la misma y la satisfacción inundó a todo aquel que, por un solo boleto, revivió una parte de su vida e inició una nueva al cruzar aquellas puertas.