Una voz que brilla sola.
Recuerdo a mi mamá decir que lo más bonito era lo más sencillo. Palabras que no cobraron tanto sentido hasta que fui testigo de ello. Ayer, 18 de mayo, Silvana Estrada se presentó en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Un show que fue sold out desde hace unos meses. La cantautora veracruzana interpretó algunos adelantos de su próximo material discográfico. Y si desde ahora se lo preguntan, sí, ese álbum será grandioso.
El movimiento afuera del Teatro de la Ciudad empezó alrededor de las 18:00 H. Poco a poco los asistentes ingresaron al recinto, aunque la mayoría no lo hizo sino hasta pocos minutos antes del inicio. Al entrar, uno queda cautivado por la belleza del lugar. Desde las paredes blancas, hasta el mural que se divisa en el techo. Todo dando pauta para el show que nos esperaba.
Pocos minutos pasadas las 19:00 H, el evento dio inicio. El músico chileno, Benjamín Walker, fue el encargado de abrir el concierto con "Brotes"; sencillo que le da nombre a su último material discográfico. Con un estilo folk, su guitarra y la luz lateral que lo iluminaba, el público quedó en silencio, esperando los acordes de la siguiente pieza. Tras "Un beso más", el cantautor nos dio la bienvenida y le dio entrada a su más reciente sencillo: "Tu valor". Tímidamente las palmas comenzaron a acompañar a Walker, y para el final de esta canción, todos aplaudían al unísono. El artista nos había ganado; sin embargo, el final de su set se acercaba. "Sigues en mí" fue el cierre y dio pie a lo que todos esperábamos.
Eran exactamente las 19:36 H, las luces del Teatro se apagaron. Los gritos comenzaron y una luz que provenía del fondo iluminaba un reposet de madera. Como una llama encendida, Silvana entró luciendo un vestido largo y de color rojo vibrante. Su cabello suelto enmarcaba su rostro apenas perceptible. Tomó asiento, se colocó su guitarra y "Un día cualquiera" comenzó. Nos quedamos atónitos. Su voz recorrió cada rincón del recinto y al finalizar, no sabíamos si aplaudir o permanecer en silencio. Aplaudimos.
Lo que siguió fue como ver una tela desenvolverse. De manera sutil, al paso de cada canción se agregaba un elemento: todo inició con un piano, después partes de una batería, seguido de un saxofón y para terminar, un violonchelo. Así mismo sucedió con las luces, que poco aumentaron su intensidad. Escuchamos "Qué problema", "Tristeza", "Detesto en mí" y "La corriente". Y para el final de esta serie, ya la emoción nos consumía. Un silencio nos ahogaba, pero era apreciativo; del tipo que envuelve un ritual del arte.
"Carta" fue el tema siguiente. Pero antes de comenzar, Silvana se tomó el tiempo de explicar la dinámica que realizó al respecto. Nos habló de lo que hay detrás de mandar una carta, de la sanación que llega con el lenguaje y de perder el miedo a los grande milagros. Al terminar, llegó el turno de "Te guardo" y algunos asistentes rompieron con el silencio para corear la canción.
En este momento, los músicos que la acompañaban salieron de escena, y la intérprete quedó sola con su guitarra. "El agua y la miel" sonó, para después seguir con "Casa". No sin antes dedicarle la canción a los señores Estrada, sus papás. Por su parte, Jimena Estíbaliz —artista visual— subió al escenario para encargarse de los visuales que acompañaron el resto del show.
El tiempo corría, pero nadie ahí dentro lo sentía. Después de "Marchita" —canción que le da nombre a la presentación— tuvimos la oportunidad de escuchar la melodiosa voz de Silvana junto con la de Benjamín, interpretando "Cielito lindo". Tras esta postal mexicana (como ella describió), la artista expresó su emoción al ser, este show, el más grande de su carrera. Comentó acerca de la ironía al estar ahí con canciones que provienen de momento rudos de su vida. Y esta emotividad dio pie a uno de los momentos más impresionantes de la noche.
Antes de comenzar con la siguiente canción, Silvana nos preguntó si podíamos acompañarla con una tonada; y tras el entusiasmo del público, prosiguió. "Se me ocurre" comenzó a sonar. El sentimiento de esperanza que emana de la letra se vio abrazado de la unidad de las voces que acompañaron los coros. Y por segundos, la acústica del Teatro nos volvió uno.
A este momento le siguió "Al norte". Que como era de esperarse, fue coreada por los asistentes. Y el cue que anuncia el final, llegó. Tras el encore, escuchamos "Milagro y desastre", la pieza que confirmó la idea que pasó por mi cabeza desde el inicio del concierto: Silvana Estrada no necesita más que su voz para hacer lo que hace. Con efectos de delay y loop, la artista interpretó esta canción; haciendo uso de su voz como instrumento.
"Ser de ti" y "Sabré olvidar" marcaron el final de este show. Los músicos que entraron en estas dos piezas, salieron de escena junto a la cantautora. Las luces se apagaron y el olor a lluvia comenzaba a colarse entre el teatro. ¿Era real? ¿Todo había acabado?
La verdad es que no. "Tonada de Ordeño" sonó, y esta vez todo concluyó. Los músicos, la artista visual y Silvana, se pararon a la altura del proscenio para dar las gracias. Todos aplaudían y poco a poco fuimos poniéndonos de pie. Los rostros de las personas se notaban desconcertados. Y es que no dábamos crédito del espectáculo que habíamos presenciado.
Y ahora sí, ¿era este el fin? Nuevamente, no. Para Silvana Estrada todo está por comenzar. La fuerza de su voz hace que inherentemente conectes con ella. No necesita elementos de compañía, la sencillez que emana de su ser es lo que más pudiéramos apreciar. Así que, no sé ustedes, pero yo estoy ansiosa de escuchar su álbum debut.