Rock fúnebre y sereno para iluminar corazones oscuros.
El tiempo avanza con la misma velocidad de un meteorito y la adolescencia es una etapa que se esfuma igual que la espuma de la cerveza. Lejos quedaron las noches de iPod en el Pasagüero musicalizadas por la generación del nuevo milenio con bandas de rock que tenían la guitarra como elemento principal. Aunque dentro de toda esta camada siempre resaltó Interpol por su estilo refinado y pulcro.
Pero más allá de un sonido fúnebre, el combo neoyorquino ha creado un vínculo bastante especial con México. El posible origen viene desde la época estudiantil de Paul Banks en nuestro país, donde aprendió español. El amor es recíproco y cada una de las fechas del grupo en tierras aztecas es sinónimo de lugares agotados sin importar que las sorpresas sean mínimas.
De esta forma, cuando el mundo empieza recuperar su normalidad, Interpol se presentó de nuevo en el Palacio de los Deportes para mostrar que en México siempre juega de local. El lugar estuvo muy cerca del sold out y desde muy temprano los fanáticos más acérrimos acudieron para colocarse lo más cercano posible.
Pero antes de la comida principal siempre hay un aperitivo. En este caso el conjunto inglés Dry Cleaning tuvo la complicada tarea de entretener al público que de forma paulatina ingresó al recinto. Su trabajo no fue sobresaliente pero al menos ayudó para hacer menos tortuosa la espera.
El mayor ausente de la noche
Finalmente, después de unos minutos de retraso, los integrantes de Interpol aparecieron sobre el escenario para darle luz a una noche llena de oscuridad. Antes de que alguien lo notara el propio Banks tomó el micrófono para hacer un importante anuncio. Por motivos de salud (¿la venganza de Moctezuma?) Sam Fogarino no pudo presentarse pero uno de los técnicos de sonido se encargó de la batería durante toda la noche.
Ser un reemplazo de último momento no es sencillo pero es el sueño de cualquier futbolista. En este caso, la diferencia fue mínima y todos los elementos sonaron bien aceitados y ensamblados. La maquinaria comenzó con la canción que también marca el inicio del primer álbum de la banda.
Surprise sometime
Will come around
Surprise sometime
Will come around".
Desde los primeros segundos de “Untitled” se generó una aura de misticismo y cofradía entre músicos y público. Al mismo tiempo, fue un pretexto perfecto para recordar que han transcurrido exactamente dos décadas desde la publicación de uno de los discos más emblemáticos de la primera década del siglo 21.
Música fría que produce emociones
No importa la fuente porque el adjetivo favorito para describir al grupo americano siempre es “elegante”. Tanto a nivel sonoro como visual todos los elementos destacan por su actitud serena y relajada. Carecen de emociones como los replicantes de Blade Runner aunque de forma irónica, con tan solo respirar provocan gritos eufóricos en todos los que se encuentran debajo de la tarima.
Si algo se le puede criticar a Interpol es la falta de interacción e improvisación en sus conciertos. Los mensajes entre canciones son mínimos y en su lugar los integrantes se dedican a ejecutar cada pieza de forma automática. Además el resultado es prácticamente igual al de las sesiones de estudio. La única diferencia entre escuchar un disco de Interpol y una de sus presentaciones son los aplausos.
Por su parte, Daniel Kessler es el elemento con mayor soltura sobre el escenario. Tiene una concentración zen para tocar las notas de su guitarra y realizar pequeños bailes al mismo tiempo. La sonrisa sobre su rostro delata que se divierta cada noche pero evita hacer acciones demasiado extrovertidas que lo alejen de la actitud de sus compañeros.
El pretexto del concierto fue hacer un recorrido por toda la discografía del trío. Aunque también hubo tiempo para escuchar “Toni” y “Something Changed”, dos de los sencillos que se han publicado de lo que será el siguiente trabajo de la banda. El estilo no varía y ambas piezas siguen el mismo camino trazado hace medio siglo por Joy Division y Television.
Ahora bien, Interpol conoce muy bien a sus seguidores mexicanos. Por eso no faltaron los temas más distintivos de su creciente obra. Desde “Evil” y “Narc” hasta “Obstacle 1” y “C’mere” se escucharon a máximo volumen. El problema fue el lugar porque la acústica no fue la ideal y de nuevo regresó el incómodo Palacio de los Rebotes.
Al final, la banda cumplió con un espectáculo sombrío en el que la música iluminó una calurosa noche. No fueron necesarias coreografías ni escenarios rimbombantes sino simplemente un discreto juego de luces para generar una lluvia de emociones en los miles de aficionados al rock fúnebre para corazones oscuros.