Una larga espera merece una noche llena de headbanging con Royal Blood.
Tuvieron que pasar 10 largos años para que el dúo británico, Royal Blood, les diera un show en solitario a su legión de fanáticos mexicanos. Frescos de su show en Pa'l Norte, Mike Kerr y Ben Thatcher se dieron cita en el Pabellón Oeste del Palacio de los Deportes para dar 90 minutos de adrenalina y energía sin parar a un recinto abarrotado de fans ansiosos.
Puntuales a las 21:00 H arrancaron con el furioso riff de dos notas de “Out Of The Black” el cual fue coreado e hizo de las voces del público un instrumento más, cosa que se repitió varias veces a lo largo el show, lo cual habla de lo pegadizos que son los riffs del conjunto. “Mountains At Midnight” es quizás el corte más potente de su nuevo disco Back to the Water Below y fue recibido entre saltos.
“Come On Over” trajo de nuevo la nostalgia por ese álbum debut homónimo y la respuesta del público abrumó a Kerr, quien agradeció profundamente su energía y el entusiasmo, además de que señaló que ha sido una larga espera y había que compensar por el tiempo perdido. Es increíble el estruendo que pueden causar solo dos personas y cero guitarras eléctricas, solo el característico bajo efecteado del vocalista y la batería de Thatcher (ocasionalmente apoyados por un tecladista para los temas más recientes). “Lights Out” de su segundo álbum fue recibida con el mismo ahínco.
No todo fue sacudir la melena y dolores de cuello, el dance-punk de temas como “Boilermaker” y “Typhoons” hizo a los presentes sacar sus mejores pasos en medio de las coloridas luces neón que rodeaban el escenario. Los temas de su más reciente disco como “Shiner in the Dark” tuvieron una recepción un poco más modesta, con algunas excepciones como “Supermodel Avalanches” (que por alguna razón fue un bonus track), “Pull Me Through” en cambio fue uno de los momentos más tranquilos de la noche con su vibra bluesera.
Después de aquella ligera bajada de ritmo, el violento riff de “Little Monster” y su tempestuoso ritmo cimbraron el Pabellón Oeste, el dúo incluso extendió el popular tema para generar suspenso y darnos un final explosivo con un solo de batería de Thatcher. Contrario a lo que imaginaba, se notó una amplia diversidad en el público, desde pequeños cargados en hombros hasta adultos mayores que no pierden las ganas de rockear duro con los años.
Fueron pocos los cortes de su segundo disco, pero “How Did We Get So Dark?”, el tema titular, no podía faltar. “Tell Me When It’s Too Late” y “Loose Change” cerraron la primera parte de la noche, la cual se fue volando entre la impetuosa marea de gente brincando y una lluvia de cerveza en la sección de enfrente.
No es un show en México sin el tradicional “olé, olé, olé (inserte nombre de la banda)” como invitación a regresar para el encore. A modo de complacencia, dieron gusto a las peticiones de los fans y debutaron “Limbo” en este tour, una última oportunidad para bailar al ritmo de sintetizadores y ominosos riffs aderezados por el pedal octavador de Kerr, su arma secreta. Naturalmente “Figure It Out” fue la encargada de decir adiós al público mexicano, su intro es perfecta para probar las aguas y hacer de los aplausos del público el bombo perfecto y su outro es una bomba de frenesí perfecta para una última sacudida antes de partir a casa. Kerr y Thatcher se quedaron un momento para absorber los vitoreos y aplausos de la audiencia en medio del feedback del bajo distorsionado. Así concluyó el debut triunfal en solitario en México de Royal Blood.
La competencia era dura con Blink-182 tocando al lado en el Palacio de los Deportes, pero eso no les quitó a su fiel público. Se podría decir que así como se fueron volando los años desde que escuché por primera vez su álbum homónimo cuando entraba a la universidad por el lejano 2014, también se fue volando la hora y media de Royal Blood en aquel pequeño recinto.
Así como han generado congregaciones inmensas en festivales en México y considerando lo rápido que fue sold out este show, estoy seguro que son capaces de llenar espacios más grandes, pero la intimidad que genera tener de cerca a una banda de rock de esta magnitud es algo bastante especial. Esperemos que no tenga que pasar otra década para que sus seguidores mexicanos de hueso colorado (y otros tantos que no consiguieron boleto para esta fecha) puedan vivir esta experiencia de nuevo.