The Growlers abarrotó el Lunario del Auditorio Nacional.
En punto de las 8.30 cruzamos las puertas del Lunario para sumergirnos en lo que prometía ser una noche de energía sin limitaciones. La ocasión: presenciar la tercera visita de The Growlers a tierras mexicanas como parte de su gira City Club Fall Tour 2016.
Con todas las localidades agotadas, el recinto se fue llenando gradualmente. Al principio, eran en su mayoría jóvenes impetuosos -algunos acompañados por sus padres- los que abarrotaban las primeras filas, pero conforme fue avanzando la noche la multitud fue adquiriendo tonalidades variadas: adolescentes, adultos, solitarios, en pareja, con sus hijos pequeños en los hombros, con amigos de toda la vida.
En el escenario la artillería estaba lista y de fondo se podía observar, como sencilla escenografía, una imagen gigante de la portada del más reciente material de la banda City Club.
Dato curioso: Como el concierto no tuvo restricción de edad, la barra principal dejó de lado las bebidas etílicas para convertirse en una fuente de sodas con malteadas, preparados azucarados y perros calientes. Todos aquellos sedientos de cerveza fueron invitados a pasar a una zona restringida y consumir su embriagante bebida adentro, por lo que un 90 por ciento de la asistencia se resignó a pasar del alcohol.
La noche comenzó a cargo de The Barbacans cuarteto italiano que con un estilo garage y un audio no muy favorecedor, entibió a una audiencia que buscaba impaciente que los estelares salieran a su encuentro. Y así fue. Poco después de las 9.30 de la noche The Growlers apareció arrancando un rugido emocionado.
Fue "Big Toe" de su álbum Chinese Fountain la encargada de abrir el set, y a partir de ese momento fue imposible detener la energía de una multitud que liderada por la voz arenosa y rota de Brooks Nielsen coreaba y bailaba canción tras canción.
"Naked Kids" , "Nigth Ride" y "Dope On a Rope" conformaron un primer bloque de canciones en donde el sexteto californiano se mostró sólido musicalmente, ofreciendo una mezcla de surf, pop, psicodelia y western. El soundtrack perfecto para vivir en la playa, surfear y dejar que el viento salado alborote los cabellos.
La emoción fue en crescendo e incluso aquellos que optaron por quedarse en la barra de la cerveza bailaban desde lejos, levantando sus vasos para brindar por la música.
Antes de "Hidding Under Covers", Brooks dejó escapar un pequeño y agudo grito como si se tratara de un niño en extremo emocionado y con un intro de órgano perverso dio inicio a una versión un tanto más sucia que la original, en donde su voz poco apoco fue levantando un aullido distorsionado que nos condujo a la catarsis justo antes de abordar el ultimo coro.
Siguieron temas como "Black Memories" y "Dull Boy" con versiones más rápidas y bailables, y después un pequeño bloque de temas - en su mayoría nuevos-, en donde la energía de los músicos pareció disminuir un poco al igual que su concentración.
Sin embargo, este momento se vio superado contundentemente por "Badlands" que con sus cambios de ritmo intempestivos y sus requintos reverberantes llenos de sombría distorsión, nos ofreció uno de los mejores momentos de la noche. Al finalizar el tema Nielsen abandonó brevemente el escenario pasando la estafeta a Matt Taylor, guitarra líder de la banda quien interpretó "People Don´t Change Blues" otra de las canciones más coreadas del set.
Siguieron en la lista "Gay Thoughts" y "Monotonía" y para ese punto de la noche la marea de cuerpos en la asistencia se movía de un lado a otro cantando a todo pulmón “la monotonía es un asesino lento, un asesino lento”.
La lista de canciones parecía no tener fin mientras la figura de Nielsen se movía por el escenario bailando de un lado a otro, con su sonrisa gigante y sus ojeras anaranjadas que se traslucían hasta el fondo del recinto.
Así siguieron temas como "When you Where Made", "One Million Lovers", y "Empty Bones" mismos que prepararon nuestra emoción para llegar a "Someday", la última canción antes de que los músicos abandonaran por primera vez el escenario por varios minutos, generando la tensión necesaria para regresar de nuevo.
Ovaciones y palmas descontroladas los recibieron para hacer un par de temas más, y en un gesto que pareció simbólico en “I’ll be Around” uno de los asistentes subió a bailar al escenario como si no hubiera mañana rompiendo la barrera entre la audiencia y los músicos. Gesto que selló una velada memorable.
Cansados y extasiados después de más de hora y media de concierto los músicos terminaron la noche con "Going Gets Tough", y las luces mostraron a un ejército de público complacido que poco a poco fue abandonando el recinto.
Para The Growlers la misión aún no ha terminado, aun les resta presentarse en el Festival Catrina antes de regresar a su apretada agenda, esperamos que para aquellos que los verán en Puebla la velada sea tan memorable como fue para nosotros.