Kamasi Washington: La sincopada espiritualidad del sonido.
En tiempos fracturados como el nuestro donde la desesperanza muestra su cara en cada vuelta de esquina, la música es un bálsamo necesario. Ayer, con El Plaza Condesa ocupado en su máxima capacidad, unas 2000 almas nos regeneramos a través del sonido tornadizo y virtuoso de Kamasi Washington y The Next Step.
La figura de Washington es imponente en todos los sentidos: Su cuerpo grande de piel obscura vestido para honrar sus raíces africanas; su gesto severo cuando está concentrado que se transforma al reír dotándolo de una ternura casi infantil, su amor desmedido por la música y el lenguaje sorprendente que ha desarrollado a través de sax tenor para comunicarlo.
Junto con él coexiste el balance perfecto de energía sobre el escenario: Patrice Quinn y su voz poderosa que llena el espacio de solemnidad y magia; Tony Austin y Ronald Bruner Jr. flanqueando la tarima con sus baterías de expresiones tan distintas -como un jing jang sincopado- que, junto al bajo/contrabajo de Joshua Crumbly cimientan toda locura improvisatoria de manera exquisita. Al piano y texturas sintetizadas, el japonés Big Yuki quien en esta gira sustituyó al habitual Brandon Coleman, y en el trombón Ryan Porter. Por último en la flauta transversa y el saxofón soprano, la sabiduría que completa un circulo perfecto Rickey Washington, su padre.
Era de esperarse que desde el primer acorde de “Street Fighter Mas” la piel se nos pusiera eriza, y en el climax del primer solo catártico de saxofón, nuestras vertebras se estiraran hasta el aullido. Había en el aire una mezcla tan sincera de extasis y alegría que no tuvo más que ir en aumento a lo largo de la noche.
Le siguió “Malcolm’s Theme” (hace apenas unos días se conmemoró un año más de su asesinato). Un sentimiento nos fue hinchando el pecho: Cuando se dice con verdad, el jazz es revolución, es protesta. A través de su sonido se hace evidente lo que no quiere ser dicho, en su forma de movimiento constante, mora la libertad.
De eso no hay duda sobre el escenario, al tiempo que cada músico va tomando su turno para improvisar, los otros parecía que meditaban, formando parte de algo que solo existía en ese instante.
Le siguió “Re Run” y el solo de trombón de Porter nos mantuvo cautivos en su sonido aterciopelado que no necesitó abusar de las notas, construyéndose en el groove y desde ahí, volviéndose salvaje a placer. A través de “Truth”, fuimos invitados a aceptar y amar lo diferente. Sus cinco distintas melodías coexistieron formando un tejido de belleza monumental. (Como fluye todo, cuando nadie quiere imponerse al otro). E inesperadamente Kamasi ¡nos regaló una cumbia!
Su saxofón antes pristino de pronto se volvió sucio, lleno de barrio y sonidos rotos. En el baile y el gozo de ese momento se hizo valida la premisa: Se puede ser de muchas formas, ninguna es mejor que la otra. Incluso esa forma intocable llamada “jazz” ha logrado descomponerse para hablar desde lugares más incluyentes.
En contraste, de inmediato apareció “Hub-Tones”, en donde el despilfarro de destreza del octeto se volcó en un virtuosismo obligado, demostrando una vez más que todo es posible en la sincopa crispante y la armonía de tonalidades escurridizas que los cobija. Como caleidoscopio nuestra emoción se fue transformando, yendo de la furia al llanto, pasando por la riza y la esperanza.
“Will You Sing” y “Fist of Fury” nos llevaron casi al final de la noche, y en la voz de Patrice se encarnó la rebeldía de todos los pueblos, de todas las voces que cansadas gritamos. “Nuestro tiempo como víctimas ha terminado, en su lugar tomaremos nuestra retribución”.
Justo en ese par de piezas fue que Tony Austin y Ronald Bruner Jr. aprovecharon para desarrollar sus respectivos solos. El de Bruner fue de una delicadeza y precisión tan extrema que más de alguno nos quedamos flotando boquiabiertos.
La noche terminó oficialmente con “The Rhythm Changes”. Patrice la cantó con todo el cuerpo (nosotros con ella), y en su voz gospel se formó un mantra de despedida:
Our minds, our bodies, our feelings/ They change, they alter, they leave us/ Somehow, no matter what happens, I'm here”.
No importa lo que suceda en este tiempo cruel de niños con armas, de almas migrando, de tanta gente jamás encontrada, de oxígeno denso; aquí estamos en resistencia.
Es a través del amor que nos volvemos visibles y logramos notar aquello que es más importante: el otro. Con música, voluntad y moviento se transforma el mundo. Kamasi y compañía nos dieron un gran recordatorio de ello.