Una mezcla nostálgica de soul, blues y R&B detuvo el tiempo ayer por la noche en el Plaza Condesa a manos de Leon Bridges y sus secuaces.
20 hr. El Plaza se percibe poco concurrido; apenas formamos unas cuantas filas quienes, huyendo de la ola de calor que nos azota, hemos llegado temprano. Minutos después la regiomontana Fer Casillas sube al escenario con su guitarra Mustang colgada del cuello, y acompañada solo de bajo y batería nos ofrece un set breve con influencias de neo-soul, jazz y synth pop de los setentas.
A mí lado un hijo de unos veintitantos comparte una cerveza con su madre –bajita, de pelo grisaceo quizá en sus cincuentas-. Del otro lado un padre de poco más 30 levanta a su pequeña de seis en hombros, la niña mira con curiosa emoción al escenario –tal vez en algunos años esta noche podrá convertirse en el recuerdo que definirá su amor por la música, la motivación que la impulse a subirse a un escenario-. Fer se mece con ojos cerrados en temas que van de lo baladesco a un tempo no mucho más acelerado pero delicadamente ejecutado.
Es una pena que los formatos abridores tengan que ser sencillos, valdría la pena verla con su banda completa, ya que es posible apreciar en sus secuencias muchos elementos interesantes (sintetizadores, metales, armonías vocales). "Imagenes" y “Quédate” dan por terminada su participación, y tras presentar a sus músicos Casillas abandona los reflectores para dar paso al acto principal de nuestra noche.
El montaje es ágil, y poco a poco se va revelando sobre la tarima el arsenal vintage que ha de hacer sonar la noche: Amplificadores de bulbos para las guitarras, sintetizadores de modelos viejos, incluso los micrófonos de la batería parecen antiguos. Al parecer cada detalle es cuidado con esmero.
Debió ser que el calor aletargó a todos haciendólos salir tarde de casa, porque ahora -minutos antes de que Leon salga al escenario, el espacio está completamente lleno. Es posible ver que algunos de los músicos comienzan a rondar por las piernas del escenario y a punto de empezar, un miembro del crew nos toma con discreción una foto que más tarde atestiguará nuestra presencia.
21.15hr Rico Allen (batería); Erskine Hawkins (sintetizadores/dirección musical); Kenny Wayne (guitarra); Andrew Skates (bajo); Brandon Thomas (guitarra); y Brittni Jessi (coros y percusión) ocupan sus lugares en el escenario, y tras una breve introducción Leon Bridges (guitarra y voz principal) aparece con su figura impecable de dandy arrancando una gran ovación que no se detendrá a lo largo de la noche.
“Smooth Sailin'” (Coming Home, 2015), es la primera en la lista y a la menor provocación todo el mundo se encuentra bailando, la emoción se desborda arrancando gritos agudos de la multitud que se come la música (acostumbrada a los altos decibeles de pronto el sonido me parece algo falto de potencia).
Sin decir palabra, la banda continúa con “Bet Ain’t Worth The Hand” y “Bad Bad News” ambas lanzadas como sencillos de Good Thing (material lanzado hace apenas unas semanas) y nuestra voz no se hace esperar.
Bridges recorre de un lado a otro el escenario, balanceando el cuerpo y ondulando su voz aterciopelada con un presencia tan magnética que es imposible quitarle los ojos de encima.
De su primer álbum -Coming Home- editado en 2015 le siguen “Better Man” y el tema “Brown Skin Girl” cuya introducción en español -“Para mis morenitas”- hace que a más de alguna chica se le acelere el corazón. Bridges nos invita a cantar el puente y nuestras voces responden con agilidad y fuerza (sabes que será una gran noche cuando, a donde quiera que vaya la mirada hay alguien dibujando una sonrisa).
La ejecución de los músicos es precisa y es posible apreciar cada detalle con entereza. Se suman al set “Anna” y sus sonidos de soul setentero; la balada de acento sureño de “Beyond”; y “Shy” (Good Thing, 2018).
Algo que se agradece es sin duda, la complicidad constante de Bridges con nosotros–consideración de mucho peso en tiempos en los que algunos shows que pueden ser conceptualmente abrumadores y fríos-.
No hay mucho que analizar, la noche es ligera y simple: Nuestros cuerpos indistintamente se rinden al encanto de una figura completamente seductora que congela el tiempo y lo transporta a un lugar en donde moverse y gozar es lo único que importa. Me hace pensar en los sesentas, cuando el soul y el rock and roll rompían las barreras del color y sus distinciones en los salones de baile de Estados Unidos.
“Outta Line” , “Coming Home ” (Coming Home, 2015) y “Mrs” (Good Thing, 2018) se suman al set. ¿Recuerdan a la madre y al hijo que mencioné hace un rato? No han en toda la noche. Ella se ve radiante recordando sus tiempos de juventud, él la mira con felicidad haciendo a un lado generaciones que los separan.
Con “Lisa Sawyer” (Coming Home, 2015), Bridges rinde tributo a su propia madre y disminuye la velocidad del cuerpo solo para continuar con un bloque compuesto por “If It Feels Good”, “Flowers” y “Twistin' & Groovin' ”) que hace que el piso del Plaza se cimbre de tanto movimiento.
Sabemos que el final se acerca al escuchar los acordes de “River” en la totalidad de nuestras voces se suman a un gospel que se hace acompañar tan solo por una guitarra Gibson de media caja.
El encore se compone de dos temas más “Pussy Footin’ ” y “Mississippi Kisses” en medio del total frenesí el sudor nos escurre chorreando las sonrisas, y despedimos a los músicos con un batir de palmas que parece interminable. Las luces se encienden y por unos minutos Leon se queda firmando fotos y boletos en el escenario. Son apenas las 22.35, afuera un viento tímido se hace presente. Volveremos temprano a casa.