Un golpe de desfibrilador post-pandémico.
No es por hacer conexiones forzadas ni por irritar a los puristas del género, pero la reunión de She Past Away con el público mexicano se sintió como un Bauhaus 2.0: un capítulo adicional en el reencuentro de las subculturas góticas, las cuales han resistido décadas de existencia más año y medio de pandemia. El vestíbulo del Circo Volador, bajo el manto de una noche tranquila y una Ciudad semivacía, recibió a un centenar de personas enfundadas en cadenas, chaquetas negras y botas altas, quienes volvieron al hogar del underground nacional entre abrazos, latas de cerveza y el placer de saberse en el lugar correcto.
La espera fue larga: nada menos que dos años desde la última visita del dueto turco de darkwave a la Ciudad de México. Pero cuando su nombre se reflejó en la pantalla del foro principal, el público entendió que el tiempo percibido como una eternidad había alcanzado su final. Con este concierto terminaba la pequeña gira de She Past Away por México y, también, la expectación por la vuelta de los conciertos de nicho y de uno de los nombres más queridos en el país.
Fue el grupo queretano Satellite Sorder quien se encargó de establecer el mood para un ritual próximo a comenzar, gracias a su post-punk lleno de distorsión y ambientes etéreos. Sin embargo, quien se llevó el mérito a la hora de encender el Circo Volador fue Achedoso. El dueto regiomontano dio un salto al futuro con su performance lleno de luces, vocoders, instrumentos fotosensibles y una música que oscila entre el dubstep, techno y hasta dream pop. Como un acto de détournement, presentó un cover de “Robot Rock” (Daft Punk) y un sample de la caricatura Bob Esponja remezclado en clave de reguetón; una provocación de alto calibre al tomar en cuenta que el público de She Past Away difícilmente asistiría al Coca-Cola Flow Fest, realizado esa misma noche. El público pudo haber gritado “...uleeeros… uleeeeros...”, pero el dueto se fue satisfecho por haber recuperado la tradición de la polémica y el anti-arte.
Así, con los ánimos encendidos, She Past Away se apoderó de un escenario casi lleno entre luces y gritos de agradecimiento, en punto de las 22:00 H. El guitarrista y vocalista Volkan Caner junto al tecladista Doruk Öztürkcan tomaron el foro con una presencia gélida, la cual contrastó con el desfogue de energía de “Durdu Dünya”, tema que inició una retahíla de baile y éxtasis. Aquí reside la gran sorpresa de la noche: más que un ambiente lúgubre, el dueto turco presidió una celebración por la vuelta de un centenar de almas a los placeres de la pista, ocurrida tras 18 meses de resguardo e hibernación.
De esta forma, She Past Away apenas dejó lugar para el descanso con un setlist que abarcó temas recuperados de sus tres álbumes. “Disko Anksiyete”, “Asimilasyon”, “Sanri”, “La Maldad”, “Kasvetli Kutlama” y “Ruh” tomaron una nueva forma a través de los monitores y se revistieron de un espíritu comandado por la euforia colectiva. Por supuesto, fue en “Ritüel” donde el éxtasis alcanzó su forma final, y la masa heterogénea se deshizo entre gritos, aplausos y el cántico infaltable entre el público latinoamericano: “¡Oeee, oe, oe, oeee! ¡She Paaast! ¡Awaaay!”.
Hora y media después, el concierto dio sus últimas pinceladas. “Bozbulanik” allanó el camino para la formación de un mosh pit, el cual quedó en el tintero por el miedo a caer de los escalones del Circo. “Monoton” inició el descenso de los ánimos y “Hayaller?”, con la misma marca de su título, nos dejó con la pregunta abierta de cuánto tiempo fuimos capaces de esperar por un reencuentro así. Por supuesto, She Past Away no bajó del escenario sin antes agradecer por la energía liberada; Doruk Öztürkcan aprovechó para recordar que la primera visita del dueto a México ocurrió en 2014 y que, desde entonces, era notoria la pasión del público por su música. “Los amamos”, concluyó con una oración sumergida entre los gritos.
El Circo Volador se vació de a poco, pero la fiesta habría de continuar en los muros del Real Under, Centro de Salud o algún otro estandarte de la contracultura mexicana. Los oídos retumbaban y el murmullo se llenaba con la promesa implícita de un regreso de She Past Away; en un vestíbulo cada vez más vacío, nos aferrábamos a creer en eso. Dentro de los pasillos se escuchaban interpretaciones de lo ocurrido; se decía que la escena gótica comenzaba a revivir después de un letargo. Tras un trago de cerveza, reflexioné y asenté la cabeza a medias. Creo, personalmente, que aquella nunca se fue, sino que solamente necesitaba esto: un ritual de sanación o, más bien, un golpe de desfibrilador.