La noche que no terminó de freír nuestro cerebro.
Cabezas de cerdo, huevos de gallina en un sartén, críticas socio-políticas, relatos surrealistas, letras de asesinos seriales e incitación sexual, sonidos corrosivos, bajos pantanosos y ahora, raros duendes que intentan atrapar un arcoíris. Eso y más es Primus, un mito que el inmortal Les Claypool, junto a Larry LaLonde y Tim Alexander han construido por tres décadas. La institución que no respeta géneros y que destruye cerebros cuando le plazca.
Y con esta pequeña introducción que no le hace justicia al trío (y tal vez nunca exista algún texto que lo pueda hacer), comienza el relato sobre el regreso de la criatura mitológica a México. Eran las 21:00 H. y el Auditorio BlackBerry ya estaba a un 80% de su capacidad, situación que se sostuvo así y no se puede hablar de un lleno total o un sold out abarrotado. Te podías mover por una cerveza o ir al sanitario y regresar a tiempo con tus amigos. En verdad se agradece cuando llegan a existir este tipo de situaciones, aunque era raro por la banda que íbamos a tener de frente. Y sobretodo por ser el primer gran concierto del 2019. El público mexicano suele ser raro en algunas ocasiones.
Con 15 minutos de retraso (situación igual de inusual que el aforo), Primus salía a escena y con ello el primer gran dolor y gancho al hígado: el audio. Había leído en varias ocasiones que el sistema del venue no era el ideal, rumores que hablaban de no subir el volumen lo suficiente por las quejas vecinales y que el acondicionamiento del sitio estaba a la deriva, factores que se hicieron realidad con "To Defy the Laws of Tradition", clásico tema del Frizzle Fry que no sonó como merecía. Un bajo ejecutado con maestría, una guitarra que "Ler" rasgaba poseído y una fina batería no conectaban como debían. El público estaba enardecido y el trío daba lo mejor de si. Pero era triste tener a una banda de culto tan cerca y que no se sintiera ese temblor de tu pecho con el corazón a punto de explotar.
El set siguió con "The Seven", marca de su noveno y más reciente LP que le da nombre al tour: The Desaturating Seven. Con una ligera mejora sonora, el proyecto nos presentaba parte del nuevo disco y relataba en su peculiar género (sí, existe el género Primus) el cuento del italiano Ul De Rico. Cuando creíamos que las criaturas y duendes se harían cargo de gran parte del show, otro clásico volvía a sonar y "Wynona's Big Brown Beaver" se apoderaba de todos haciendo mover el piso. "Wuuuuuh uuuuuh". La explosión la continuaba "American Life" y las fallas quedaban atrás en nuestra cabeza. Eramos de Primus, y todos lo sabíamos, ¿Claypool tendrá un dedo extra en cada mano para tocar así el bajo?
El bajo de Les era retirado, al igual que su elegante personalidad. Una cabeza de cerdo con cuerpo de humano se hacia presente, Christopher P. Bacon tomaba el control para que el lúgubre circo llegará con "Seas of Cheese" y "Mr. Krinkle". Los visuales hacen que los conciertos de Primus sean una experiencia audiovisual única y bastante completa. Nada de qué quejarse en ese aspecto. Para terminar la primera parte y que todos disfrutáramos de las aventuras de Popeye y su eterna lucha de poder contra Brutus, "Eleven" y "Harold of the Rocks" terminaban con una intensa ráfaga de sonidos escabrosos. Faltaba lo mejor.
Too Many Pupupupuppies...
"Too many puppies are being shot in the dark...", con el inconfundible golpe en el bajo, la voz y protagonismo de Les Claypool abría el segundo segmento del show con "Too Many Puppies". El single de ya casi 29 años de vida es atemporal, mismo caso que Primus. Cabe mencionar que en esta segunda parte ya no me encontraba en medio del público, decidí estar frente a la línea de audio, que aunque se escuchaba bien, no terminaba de explotar. En ese momento me di por vencido al tratar de jugar con la acústica del sitio y simplemente disfruté de la bestia que se encontraba en el escenario.
"Pudding Time", "Golden Boy" y "The Storm" radiaban nuestros intestinos. Nos pulverizaban y hacían añicos los sentidos. Todos agradecíamos que el 2019 empezará de esta manera. Lo bueno de ver a tríos que hacen tan bien su trabajo es que todos explotan su instrumento al máximo. Y este compuesto de inadaptados nos hacen recordar que la música retorcida y confusa siempre tendrá un lugar especial en nuestro corazón.
La antesala del infierno se vivía con "Welcome to This World" y "My Name Is Mud", la locura reinaba el espacio. Y como todo tiene un desenlace, "Jerry Was a Race Car Driver" presagiaba el final del manicomio que Primus nos presentaba en la ciudad.
Con un encore para finalizar la velada, el trío californiano con su alineación más venerada se despedía con una ovación. México y Primus tienen una relación de amor recíproca sin igual. Quien fue al concierto de ayer no me dejará mentir. Y sí, el audio dejó a desear bastante y durante todo el show, no se mandó el cerebro a freír ni destrozaron nuestra mandíbula, pero su perfecta ejecución y la entrega del público se llevaron la noche. Con un sabor agridulce, Claypool y compañía nos hicieron volar con su cavernario y primitivo ADN. ¡Vaya manera de comenzar el año!