Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Fue un 16 de agosto cuando Elvis Presley abandonó este mundo, a la edad de 42 años. Ahora que se conmemoran 45 años de su partida Elvis, el biopic de Baz Luhrmann sobre el denominado Rey del Rock & Roll continúa en pantallas, siendo un arrollador éxito en la taquilla.
Esto se explica sencillamente por el magnetismo fascinante que el intérprete, originario de Tupelo, Mississippi, sigue poseyendo hasta nuestros días, y a su leyenda la cual cimentó su estatus de estrella glamorosa, con una historia donde se combinaban el talento y el éxito, con los escándalos y la tragedia.
Y ese es precisamente el punto de partida del largometraje de Luhrmann, a partir del cual el cineasta australiano crea un deslumbrante y colorido espectáculo visual en torno de dicha celebridad, símbolo de toda una generación e inconfundible ícono de la cultura pop. Para ello, el creador de filmes como Romeo + Julieta (1996) y Moulin Rouge (2001) echa mano de las mejores herramientas de su oficio, empleando una estética propia del videoclip –que le viene bien, dada la naturaleza eminentemente musical del relato-; y valiéndose de recursos como veloces transiciones, pantalla dividida, fotografía caleidoscópica o en blanco y negro, collage y otros similares.
Y desde luego, no podían faltar una buena cantidad de números musicales, en donde ejecuta algunos de sus temas más emblemáticos (aunque prácticamente ninguno fue de su autoría), como “Hound Dog”, “Blue Suede Shoes”, “Fever”, “Trouble”, “That's All Right Mama”, “Can't Help Falling in Love”, “Suspicious Minds” y “Unchained Melody”.
Y para complementar y hacer aún más atractivo el relato, la película incluye ficticios cameos con algunos músicos contemporáneos a la carrera de Elvis, e interpretados por diversos actores: Little Richard (Alton Mason); el músico country Hank Snow (David Wenham); un joven B.B. King (Kelvin Harrison Jr.); el también bluesero Arthur Crudup (Gary Clark Jr.); la cantante de rhythm & blues Willie Mae "Big Mama" Thornton (Shonka Dukureh); y la intérprete de góspel Rosetta Tharpe (interpretada por la también cantante Yola Quartey) entre otros. Y ofrece también un fascinante retrato de la escena musical de Beale Street, un gran semillero del blues en esos años. Todo ello contrastado con un toque contemporáneo, conferido por la presencia musical de artistas como Doja Cat, Eminem, Diplo, Stevie Nicks, Jack White y Swae Lee entre otros.
Otro recurso empleado por el director, es dejar que la narración de la historia recaiga en el Coronel Tom Parker (interpretado por Tom Hanks), una figura controversial, a quien muchos biógrafos del artista y expertos en la historia de la música señalan como el principal responsable de la debacle que la carrera de Presley sufriría, e indirectamente como uno de los causantes de que este consumiese medicamentos de forma excesiva (y ello fuese a la postre, la causa de su temprana muerte). El retrato de Parker confeccionado por Luhrmann es el de un ludópata empedernido el cual, enfermo y en sus últimos momentos de vida, evoca sus experiencias y vivencias al lado de una de las máximas estrellas musicales de todos los tiempos (encarnado magistralmente por el novel actor Austin Butler), y cínicamente justifica cada una de las polémicas decisiones que tomó sobre la carrera –y la vida- de Elvis.
Con el Coronel Parker como guía, se revisan los puntos importantes en la historia del Rey del Rock & Roll, desde sus inicios hasta su ocaso. Y por espacio de más de dos horas, la cinta da fe del meteórico despegue de su carrera que pronto lo llevaría a erigirse en un ídolo para los jóvenes, el cual en esa época sería mal visto por diversos sectores de la sociedad, escandalizados por un lado de sus sensuales bailes y contoneos efectuados por el intérprete en el escenario, y por otro prejuiciados por su ecléctica música, resultado de mezclar elementos country con ritmos provenientes del rhythm & blues y el góspel, estilos creados por los afroamericanos los cuales, en esos tiempos de segregación y discriminación racial, no eran muy apreciados por la gente de raza blanca.
La obra va tocando casi todos los momentos clave en la carrera de Presley, tanto los más gloriosos como los más polémicos y tristes, hasta llegar al inicio del declive de su carrera (y de su salud física y mental) propiciados tanto por extenuantes shows en Las Vegas; por el consumo de diversas pastillas y drogas; por los miedos y conducta paranoica y errática que brotaron en el artista; y especialmente por las maquiavélicas maquinaciones y manipulaciones del Coronel Parker.
En ese sentido, Elvis no dice nada nuevo con respecto a aquello que se haya dicho, escrito o filmado previamente acerca del ídolo, limitándose a representar hechos clave en su carrera y vida personal, y en ocasiones tomándose ciertas libertades y omitiendo algunas verdades, en pos de alimentar la investidura de héroe melancólico y trágico conferida al músico. Eso sí, filmado con el oficio característico de Baz Luhrmann, el cual hace del relato una fastuosa experiencia, difícil de dejar de ver.
Y en el fondo, Elvis termina siendo una réplica fílmica de lo ocurrido con la carrera, la vida, y sobre todo la esencia artística de su personaje central, cuya naturaleza rebelde y transgresora propia de sus primeros años –valorada por una generación quien lo vio entonces como un estandarte de sus actitudes y sentires- fue gradualmente suprimida y reducida a un mero e inocuo espectáculo circense, para entretenimiento de voyeristas y nostálgicos.