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La gente dice cosas. No se queda callada. Tiene una opinión de todo. Tiene una idea de la vida y del mundo. Hace unos días estaba caminando por la calle y vi un agujero enorme, me fui acercando con precaución, hacia el fondo se veía una negrura espesa, parecía que dentro se escondía otro mundo. Un señor pasó a mi lado y me dijo “no te acerques demasiado, te puedes caer, es como el pasado, si te acercas demasiado te succiona hasta que desapareces”. Me quedé confundido. Mientras caminaba pensé que si eso era el pasado entonces el futuro es un aro de luz brillante y radiante, que si miras fijamente esperando que suceda el milagro te cegará completamente. Me atemorizó la idea de quedar atrapado lamentando mis acciones o viviendo con la promesa de un suceso, o incluso algo peor, quedarme perdido en el limbo del “hubiera”, imaginando lo que no fue.
El “hubiera” es un agujero de gusano que te mantiene encerrado durante un tiempo indefinido, suspendido en el aire, flotando sin control y cuando logras salir, puede que hayan pasado décadas. Ese es el punto del encierro, que cuando finalmente estás afuera ha transcurrido tu vida y no la viste ocurrir. Como la cuarentena debido al SARS-CoV-2 que entre tantas afectaciones nos ha obligado a mantenernos en casa para evitar el contagio. Y es debido a ese encierro, al agujero de gusano, que me permito imaginar cómo hubieran sido algunos de los conciertos que no sucedieron, que en principio pospuestos terminaron o terminarán por ser cancelados para confirmar lo dicho por los expertos, en 2020 no habrá conciertos como los conocíamos.
Tame Impala se hubiera presentado el 19 de marzo en el Foro Sol… no se veía lleno, había espacios entre algunas butacas, pero eso no importó, Kevin Parker configuró una nueva composición del tiempo, del flujo de espacio entre segundos y segundos, ese minúsculo fragmento que le da sentido al reloj, las canciones parecían un instante flamante, fugaz, la realidad es que se extendían más allá de los cinco minutos. Al final parecía una continuación inversa de los shows anteriores, un rewind, la banda abría con “Let It Happen” en su gira anterior, pero en éste cerró con esa canción creando un concierto continúo interminable. Como si no hubieran transcurrido cuatro años desde su presentación en el Palacio de los Deportes. En la presentación del nuevo álbum, The Slow Rush, hubo una obviedad, la conjetura de la psicodelia y el rock progresivo como una experiencia que atravesó a los fans de manera sublime.
Little Dragon es junto con la literatura y las edificaciones minimalistas un excelente pretexto para mirar hacia Suecia. Antes de que se presentara en el Corona Capital Guadalajara, la banda hubiera convertido el 14 de mayo El Plaza Condesa en un espacio para el amor y la hipnosis. Bajo la suave voz de Yukimi Nagano las canciones fueron eso que se espera del trance, un estado de placer, un pasillo de paz. Algunos de los temas de su nuevo álbum, la razón de su visita, New Me, Same Us sonaron tan apacibles como una campanada japonesa. “Another Lover”, “Kids” o “New Fiction" se unieron al post género de otros como “Killing Me” o “The Pop Life”. Hubo algo intraducible en su show, una especie de fuerza que tuvo un efecto positivo, una implosión corporal, la música eyectó el lado humano que llevábamos oculto bajo las capas del estrés colectivo.