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El músico estadounidense, fallecido en 2009, está recibiendo ataques por el reciente documental de Leaving Neverland. En el filme, Wade Robson y James Safechuck hablan sobre la relación amorosa y sexual que mantuvieron con Jackson cuando aún eran unos niños.
Hay detalles que los defensores de Michael Jackson han usado hasta el cansancio, como que el músico fue absuelto de todo cargo en 2005 y que en ese juicio el mismo Wade Robinson testificó que la estrella del pop jamás abusó de él. Además, este grupo de fanáticos cree que el documental y las nuevas declaraciones están motivadas por un asunto monetario.
Sin embargo, existen múltiples hechos que hacen que me incline por aceptar la culpabilidad de Jackson, además de mi obligada empatía por los denunciantes: En 2003 la policía allanó el rancho Neverland en busca de pistas sobre casos de abuso sexual a menores y hallaron fotografías de adolescentes desnudos y material pornográfico. También, descubrieron en la computadora del cantante archivos del sitio Teen Sex y visitas a páginas de pornografía infantil en su historial.
Cuando la policía reveló toda la información, el fiscal de distrito, Ron Zoen, dijo que el artista era un depredador sexual de menores y que las imágenes se usaron para manipular a los niños. Pero no solo está la evidencia del material pornográfico, también las recientes declaraciones del documental se asemejan a lo que testificaron otras 20 víctimas en sus denuncias, como Gavin Arvizo, quien incluso pudo describir a detalle los genitales de Michael Jackson. Todo esto, en conjunto, nos dibuja el modus operandi de un verdadero abusador en serie.
Ahora ¿qué hay que hacer cuando tu ídolo o uno de tus artistas favoritos está implicado en una situación así? Lo primero es no dejarse llevar por la histeria colectiva. Que estaciones de radio eliminen a Michael Jackson de su programación no es condenar las acciones del músico, sino una limpia insignificante motivada por la sentencia popular. Habría sido una verdadera declaración de ética si hubieran actuado en 1993, cuando se hizo la primera denuncia.
Lo único que puedes hacer en un caso como este es digerir la información y decidir si sigues consumiendo la música de Jackson. Esta no es una cuestión de separar al artista de su trabajo, ni tampoco un asunto de principios. Si sigues disfrutando las canciones, no estás promoviendo la pedofilia; y si sientes incomodidad escuchando al cantante eso no te hace de carácter pusilánime. Cancelarlo tampoco te hace superior o una mejor persona.
La reacción que tengas ante el asunto de Michael Jackson, y el de cualquier otro artista es algo personal. Solo tú determinas cómo vas a actuar. Lo único reprobable es salir a defender las malas acciones de los artistas, o negar e ignorar los hechos, solo porque le tienes aprecio a su música.