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“Dudar y cuestionar es tirarle ramitas al fuego de la revolución que elegimos”, Nadia Sapag.
El documental aún no llega a las carteleras o al catálogo de alguna “página pirata” del Internet, pero sé que la única deuda por parte de Marilina Giménez, Lucía Cavallotti y Florencia Jaworowski será que no las escucharé responder a los comentarios “semi-simiescos” de José Palazzo respecto a la Ley de Cupo Femenino.
Sin embargo, no tengo nada que reclamar; ninguna de ellas tenía una bola mágica para predecir las declaraciones previas al Cosquín Rock y -por fortuna- la consigna final del trailer de Una Banda de Chicas (2018) es atemporal. “Si la industria de la música está pensada y desarrollada desde ese lugar [capitalismo hetero-patriarcal], es momento de que la destruyamos”.
En vísperas del Día del Músico, la Cámara de Diputados optó por una nueva (y precisa) ruta para el funcionamiento de la industria musical en la República Argentina. Propuesta por Anabel Fernández Sagasti (Frente para la Victoria) y movilizada por más de 700 músicas al interior del país, la Ley de Cupo Femenino¹ traslada al ámbito jurídico y político lo que las mujeres de la tercera y cuarta ola del feminismo hemos reclamado por más de tres décadas:
¡Los escenarios también son nuestros!
¡Queremos y necesitamos abrazar a la música y a las demás expresiones artísticas desde coordenadas distintas!
¡Vamos a habitar nuestros entornos de trabajo y convertirlos en espacios por los cuales podemos visibilizarnos a nosotras mismas, a las que estuvieron antes que nosotras y a las generaciones que nos pisan los talones!".
Pese a los reclamos de “es una iniciativa que no está pensada en términos reales”, la Ley de Cupo Femenino fue revisada por las instancias competentes del Poder Legislativo y -al ser pertinente con lo establecido en la Constitución y el Plan de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres- estableció lo siguiente:
Meses posteriores a los resultados de la investigación de Ruidosa -misma que señaló al Cosquín Rock como el segundo festival con menor participación femenina en América Latina-, Marilina Bertoldi, Patricia Sosa y Brenda Martín manifestaron su rechazo a la declaración controversial de José Palazzo respecto a la Ley de Cupo Femenino: “No hay suficientes mujeres con talento a la altura del festival”.
Si bien el productor cordobés asumió una mea culpa, durante una charla con LA NACIÓN repitió de manera parcial su postura. “Si hay una ley, la cumplo. Cantidad hay, por su puesto, pero no sé si tienen el rodaje que se necesita para subir a un escenario del festival”. Sin duda una mea culpa que resulta conveniente para dar maromas discursivas ante la interrogante de “¿No nos ven o no les place vernos?”.
A su vez, dentro del repertorio de lo que los diarios argentinos llamaron “los disparates de Palazzo” resalta su visión de choque con la realidad de las mujeres en la industria de la música, ya que desde su perspectiva, la discriminación, precarización y violencia “pasa solamente en las telenovelas mexicanas”.
¡Por favor, alguien comuníqueme con nuestras televisoras para reclamarles!, ¿Cómo se atreven a mentir? Mentirosos los datos del Registro Nacional Único de Músicos, el equipo de Ruidosa, los pronunciamientos de las Músicas de Salta, los debates de los FOROS Federales² y los esfuerzos de SONAR.
¿80% hombres vs 20% mujeres en los registros oficiales?, ¿Festivales con un porcentaje femenino de entre 4.6/ y 7.4%?, ¿Problemas de cupo, poder y violencia histórica? En Argentina, así como a lo largo y ancho del mundo, eso no pasa ¡Pues si no es Televisa o TV Azteca!
Miopía patriarcal, escribiría Julieta Pollo.
Pese a las dudas que (nos) quedan respecto a la aplicación de la Ley de Cupo Femenino³, este avance legal, cultural y político dista de ser simples “patadas de ahogado”. Los esfuerzos de las 32 agrupaciones que apoyaron en la movilización y el cabildeo⁴ pusieron sobre la mesa la situación de la supuesta democratización cultural en Argentina y el rol que tiene el Estado en políticas que la garanticen. “Hay un montón de factores por los cuales las mujeres no estuvimos en los escenarios más importantes de la música y es que la vuelta a la democracia no fue una vuelta completa”, expresa Marilina Giménez.
Mujer, música y palabra; fuego, melodía historia, canción, poesía: Aquí no hay cánones que alcanzar, aquí lo que nos convoca es que cada una pueda expresar su singularidad cómo ve, vive, siente y piensa (…) Seguimos navegando y entregando el rostro de lleno a la brillosa de este mar de voces y sumergiéndonos en él (…)", palabras de Emi Gorza en el segundo volumen de Mujeres Músicas.
Me permití colocar en itálicas la negativa de Marilina Giménez, porque -a criterio personal- considero que el ‘no estuvimos’ limita la creación y expresión a la lógica de industria. La visita de Shirley Manson a la Argentina me resulta significativa por la charla con Barbi Recanati:
Cuando era joven, estaba en contra de la discriminación positiva. Creía que la ley no modificaba la cultura, pero ahora creo que no se puede confiar en el corazón y la buena voluntad de los empresarios. Ya quedó demostrado que son corazones corruptos”.
Además de retomar sutilmente la idea central de las críticas del feminismo pop corn, el adjetivo empleado por Manson me es útil para expresar la coincidencia de mi pensamiento con el de la cantautora Bren Coll: Como músicas y productoras debemos organizarnos y generar espacios plurales desde la reflexión incómoda que nos enseña el feminismo.
Es precisamente esta reflexión incómoda la que me lleva a afirmar que no nos podemos sostener únicamente en los cambios que se hacen dentro y desde la industria. Para (re)pensar la música es necesario abogar por leyes que sirvan de contrapeso a los corazones corruptos y -que al mismo tiempo- se articulen con propuestas independientes y emergentes que apuesten por la autogestión e inclusión desde el reconocimiento y respeto a las identidades y disidencias.
Como nos quiere dar a entender Nadia Sapag, se vale dudar y cuestionar. Por el momento, el referente más cercano que tiene el Instituto Nacional de la Música para la evaluación de la ley es el Festival Bioritme, ya que además de tener una participación femenina del 34.14%, apela al consumo como ejercicio reflexivo y cuenta con una Comisión de Género encargada del diseño de protocolos para la prevención e intervención en posibles agresiones sexistas.
Mientras tanto, un brindis por la oportunidad de restregarle los 133 votos afirmativos a Andrés Calamaro.