Festival Catrina, un lluvioso recordatorio de que no todo es la CDMX.
Uno de los grandes problemas de nuestro país es la centralización, tanto política como económica y por supuesto cultural; al parecer si algo no pasa o no está en la CDMX, entonces no existe en México. En la industria musical es igual, esta semana se corrió el rumor de que en el 2017 se realizará Lollapalooza en Guadalajara y hay una gran cantidad de personas que dudan que una ciudad del interior de la República –aún siendo la tercera más importante del país- tenga la capacidad de hacerlo.
Para combatir ese centralismo hay muchas cosas que se pueden hacer, una de ellas es crear festivales como el Catrina, realizado este sábado en Cholula, Puebla. Ese tipo de festivales son muy importantes para la escena, pues generan ingresos para que las bandas sigan trabajando, y sobre todo, generan y renuevan el público que consume el rock y géneros relacionados.
Tal es la importancia y lo esperado del festival en la zona que a las 12:00 del día –hora en que el festival comenzó- había al menos una decena de autobuses en el estacionamiento. Estos centenares de foráneos se sumaron a los residentes locales y de municipios vecinos y se repartieron en las dos áreas del festival -general y preferente- para comenzar el día con actos que apenas comienzan a labrar su camino como Costera, Tessa Ia o Piluso.
A pesar de que el festival dio inicio al mediodía, el público tardó en llenar el lugar y en responder a las bandas que se iban alternando entre el Escenario Catrina y el Escenario Indio; no fue hasta el turno del chileno PedroPiedra que los centenares de personas reunidas hasta ese momento comenzaron a “prenderse” y llenarse del ambiente festivo que todo festival pretende. Un factor que afectó el ambiente fue el clima, pues la lluvia que cayó durante casi todo el festival apagó un poco los ánimos al comienzo. Esa misma lluvia fue el pretexto para que el chileno y su banda tocarán un cover de “Gracias al sol”, la versión de Juanga de “Have You Ever Seen The Rain”.
Los ritmos y la energía latina de los venezolanos Okills mantuvieron el calor que poco a poco se generó en el público. Con base en una gran interacción que incluyó silbatos para los fans, y un repertorio que todos parecían conocer, los sudamericanos dieron una gran presentación. Después de Okills, el feeling sudamericano no se fue del Catrina, pues llegó el turno de No Te Va Gustar y su “rock nacional”, los cuales con un setlist ya bastante conocido que incluye éxitos como “Al vacío” y “A las nueve”, hicieron que la molesta lluvia se olvidara y hasta se disfrutara.
Llegó el turno de Comisario Pantera y a partir de aquí fue cuando el público pasó de estar “prendido” a estar eufórico. Esa euforia se transmitió a la banda, la cual dio un show mucho más enérgico que, por ejemplo, el de hace dos semanas en el Festival Coordenada -de nuevo, la importancia de crear nuevos públicos y procurar los ya existentes-.
Pasadas las seis de la tarde y con un cielo ya sin sol, llegó el momento de que Caloncho y su banda hicieran lo suyo, es decir, llenar de sus ritmos tropicales y cadenciosos a los ya miles de asistentes del festival y hacerlos cantar clásicos modernos como “Chupetazos” y “Palmar”. Ese ritmo lento del tapatío, se vio contrastado cuando llegó Drake Bell y durante una hora llenó de rock, actitud y hasta de su más reciente sonido pop a un público en el que sobresalían los gritos de mujeres y rostros de cartón de Josh, su antiguo compañero en el programa que lo llevó a la fama.
La sangre californiana continuó en el escenario del Festival Catrina al presentar a The Growlers, una de las mejores bandas del cartel y la que ofreció la mejor presentación del día, a pesar de que gran parte del público solo los observó mientras esperaban a que terminaran su turno y siguiera León Larregui. Este llegó ya pasadas las 9 y los gritos y cantos del público por momentos hicieron que la voz del líder de Zoé se perdiera un poco.
Sin embargo, León no fue el músico que más levantó los ánimos, ese lugar lo ocupó Mon Laferte, la chilena que por momentos bajó del escenario a cantarle más cerca a sus fans y hasta intentó surfear en el público pero no funcionó. Cerca del final, Manú Jalil, director musical de la banda de Mon, recordó que hace dos años tocaron ante apenas 50 personas en un bar a unas calles, dicho esto, su manager le entregó un disco de platino por las altas ventas de su más reciente disco. La celebración terminó con fuegos artificiales, mismos que lograron sacar las lágrimas de Laferte.
A pesar de que el momento más sobresaliente y emotivo parecía haber pasado, aún quedaba lo principal, Enjambre y Los Caligaris. Los mexicanos aparecieron en un ambiente oscuro mientras abrían con “Tulipanes” para después seguir con los éxitos “Manía cardiaca”, “Cámara de faltas” y en general un setlist bastante equilibrado. Aunque hubo poca interacción con el público, la energía que la banda puso en el escenario lo compensó.
El final llegó de la mano de Los Caligaris, los argentinos que pusieron la fiesta, el circo y sobre todo mucho baile. Aunque bastante visto, uno de los mejores momentos fue cuando la banda cantó “Kilómetros” y cientos de playeras giraron en lo alto y las narices rojas brillaron.
Cholula demostró estar listo para un festival nacional, y sobre todo demostró tener la necesidad y las ganas de ver y disfrutar de actos que nutren a la escena y actos que son pilares de la escena. Demostró que el interior de la república también puede consumir rock y derivados y demostró que también pueden abrirse a nuevas propuestas. Todo lo anterior, sin duda son elementos básicos para una escena saludable y sobre todo una escena independiente.