Ciudad: CDMX

La mágica e hipnotizante presencia de CocoRosie

El planeta CocoRosie fue matizado con voces agudas y juguetonas acompañadas por una mezcla experimental de sonidos, principalmente hip hop, y luces purpuras, elementos que giraron en torno a su último lanzamiento de larga duración, Tales of A GrassWidow, y a una escena repleta de disfraces colgados de un tendedero.

Antes de iniciar el show de las hermanas Casady, el ambiente en el Auditorio BlackBerry era poco cálido; las manecillas cada vez estaban más cercanas al inicio del concierto (22:00 horas) y apenas se escuchaban algunos gritos tímidos por parte del público. Seis minutos después se cortó la música de fondo, anunciando que el inicio de la descarga estaba cerca. Durante cerca de 15 minutos el escenario fue cubierto por humo hasta que apareció CocoRosie.

El primero en salir fue el multiinstrumentista Tak en los teclados, seguido las principales del proyecto, Bianca y Sierra, acompañadas del Beatbox TEZ. De inmediato se escuchó “Child Bride”, entrega sutil que conectó inmediatamente con los asistentes; de ese momento en adelante, la intensidad creció, tanto por parte del grupo como de la fanaticada.

En cada canción, los disfraces que colgaban del tendedero transformaron a las hermanas Casady en personajes únicos que sólo compartían una misma característica: el dulce timbre de voz.

En la primera parte del concierto se escucharon “End of Time”, “Harmless Monster”, “Tearz for Animals”, “After The Afterlife”, “Gravediggress” y “Ana Lama”, dando un resultado electrizante, mismo que remató TEZ con un sólo de percusión vocal, el cual fue recompensado con fuertes alaridos y aplausos.

Para “Villain”, Bianca y Sierra retornaron más intensas, sobre todo la última mencionada, quien de esta parte del concierto hasta el final no paró de saltar sobre el escenario. Le siguieron “Far Away”, “Undertaker”, “K-Hole”, “Werewolf”, las cuales fueron interpretadas por CocoRosie antes de despedirse por primera ocasión, dejando el escenario por algunos segundos.

A su regreso, Bianca expresó: “Con esta canción estamos prendiendo fuego”, y remató su prematuro retorno a nuestro país con las melodías “We Are on Fire” y “Turn Me On”. Sólo hubo una breve oportunidad para que el público reconociera a CocoRosie con aplausos y alaridos, mismo que fue aprovechado por las hermanas Casady para fundirse en un fuerte abrazo y para que, sin más, se encendieran las luces del recinto mientras el reloj indicaba dos minutos después de la media noche. 

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Little Boots: Día de Muertos, noche de taconazo

Frente a un publico mayormente disfrazado con la excusa del Día de Muertos, Little Boots ofreció sin cabida para la duda, uno de los mejores y más enérgicos sets de electrónica en la va y quedará del año laboral del Plaza Condesa. Presentando su show Discoteque, la originaria de Blackpool durante una hora tuvo a sus pies a un público bailarín, sonriente y sobre todo entregado.

Fue cuando llegaron las 21 hrs que la música en vivo dio inicio, en este caso con el dúo Yip Deceiver compuesto por Davey y Nick de Of Montreal. Con un set de synthpop que pasó sin pena ni gloria, los originarios de Athenas, Georgia no lograron realmente atrapar la atención del publico que estaba más concentrado en comparar disfraces o tomarse fotos entre ellos, pero bueno, sí ya han visto a Chromeo, M83 o Youth Lagoon, no se perdieron de mucho, sino es que de nada.

Por fin, tras rato de expectativa y especulación, Victoria Christina Hesketh regresó a nuestro país con un concepto que mezcla su voz y actuación en vivo más sus famosas presentaciones como DJ; acompañada por otros dos personajes en las consolas, Victoria fue recibida con una ovación y griterío que, entre que salió con una sudadera y máscara de esqueleto, y abrió su presentación con “Stuck on Repeat” un memorable panorama de brazos al aire y luces intermitentes se postró frente a la cantante.

El show Discoteque de Little Boots prescinde de instrumentos “reales” como batería o guitarra, pero hace perfecta mezcla de las maquinaria sobre el escenario ya que verdaderamente se mezcla y programa en vivo, contando con la delicada e hipnotizante voz de Victoria. Arreglos más orillados al disco que al techno le dieron energía y continuidad a los temas de las únicas dos producciones del proyecto, sumadas a sencillos y hasta un tributo a Donna Summer con todo e imágenes de Giorgio Moroder a quien en este país ya alucinamos gracias al Corona Capital.

“Supersitious Heart”, “Shake” y el cierre “Headphones” fueron en definitiva los mejores segmentos de la presentación, aunque es de resaltar el continuo contoneo de un Plaza Condesa casi en lleno total. Con las manos formando un corazón y una sonrisa de oreja a oreja, la diminuta productora británica se despidió de nuestro país al ritmo de “¡Botitas! ¡Botitas! ¡Botitas!” 

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Steven Wilson, retorno sobrenatural

Fue un universo transitorio donde melodías contaron historias que sobrepasan los límites de la naturaleza. Ayer, en el retorno de Steven Wilson a México, los fantasmas contenidos en el álbum The Raven that Refused to Sing fueron los principales actores de un espectáculo de fantasía y fundamento con 145 minutos de una experiencia multimedia de otro planeta.

21:00 horas, detrás de escena, la imagen fantasmagórica, que también aparece en la portada del flamante disco del genio inglés, se proyectó y constantemente se distorsionó mientras las luces del Teatro Metropólitan no existían. Diez minutos después, los músicos aparecieron, Steven fue el último que tomó su lugar entre aplausos y ovaciones que se generalizaron durante el concierto.

El inicio, poderoso con la pista “Luminol”, historia basada en un fantasma que vive en la tierra y que asombró por la contundente forma de ser ejecutada por seis músicos de alta escuela musical, liderados por uno de los principales referentes del rock progresivo.

Sonaron las delicadas notas musicales de “Drive Home”Wilson tocó sutilmente su guitarra, que antes de terminar el tema entregaría al staff para sentarse al piano y finalizar la ejecución mientras sacudía su cabeza hacia adelante, provocando que su cabello se agitara intensamente.

“Muchas gracias. Siempre es un placer venir a esta maravillosa ciudad. Amo a mis fans mexicanos”, exclamó Steven en español, mientras los presentes le correspondían con gritos efusivos y aplausos. Siguió con dos pistas del mismo material, “The Pin Drop” y “The Holy Drinker”; así como con “Postcard” y “Deform to Form a Star”, de su segunda grabación de estudio Grace for Drowning.

Tras 45 minutos cayó una manta cubriendo el escenario y detrás de ella los músicos descargaron “The Watchmaker”. Steven, que como acostumbra lució descalzo con camiseta y jeans, tocaba una guitarra electroacústica mientras movía su cabeza de un lado a otro y sus manos creaban acordes explosivos.

De pronto, apareció una de las canciones más representativas de su trabajo solista: “Index”; tema que el público la reconoció como un himno. Fue una entrega brillante y convincente, donde el músico se dio tiempo de hincarse y señalar al cielo. Para el final, el británico extendió sus manos, mientras su imagen se multiplicó en sombras que plasmaban satisfacción.

Continuó con dos piezas del disco Insurgentes, la que le da título y “Harmony Korine” , que fue implacable y dejó claro el lugar preferente que ocupa en el recuerdo del colectivo siendo una de las más ovacionadas. El músico pidió silencio para “No Part of Me” y “Raider II”, en la cual, antes de iniciar su interpretación, Steven subió el volumen del amplificador de su guitarra. Para este punto, la manta que cubrió el escenario había desaparecido.

Un ambiente fúnebre matizó el lugar, había llegado el turno para “The Raven That Refused to Sing”. Mientras el videoclip oficial de la canción se proyectaba detrás de los músicos, los asistentes miraban fijamente la interpretación en total silencio; fue hasta el final que se desbordaron los gritos y los aplausos. Sin despedirse, los músicos dejaron el escenario.

Dos minutos después regresaron, la cereza en el pastel faltaba y fue otorgada con “Radioactive Toy”, canción original de Porcupine Tree, principal proyecto de Steven Wilson, quien al final se dio tiempo de despedirse del público, señalando a cada una de las zonas del recinto.

Entre aplausos, Wilson presentó a cada uno de sus músicos a la par de la proyección de su nombre y el instrumento que tocaron, llegando así el momento de decirle adiós al genio inglés. 

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The Cure: estas son las nochecitas del rey Robert Smith

… y el Foro Sol tembló. Y no por los miles de enfermos que esperaban la cura de la mano del doctor Robert Smith, sino por un sismo que sacudió las gradas rebosantes de expectación. Tal es la épica oscura de The Cure que incluso la tierra aplaudió, sabedora que se acercaba una noche antológica: 4 horas con 16 minutos en la escala de Richter.

Antecedido por dos actos, los locales Andrea Balency y Lorelle Meets The Obsolete, otra figura digna de la etiqueta de leyenda y mito apareció en el escenario como primer advenimiento de emociones: Johnny Indovina. 

Nativo de Nueva Orleans e ícono de la cultura gótica subterránea de Norteamérica, ofreció, acompañado únicamente del sol y de su guitarra acústica, lo más representativo del catálogo de su extinta y extrañada agrupación Human Drama, con elocuentes versiones de "I Bleed For You", "Death of an Angel", "This Tangled Web" y hasta un encore con un inédito corte que formará parte de su primer álbum solista.

Finalmente llegó el momento esperado, con una monumental primera parte que ascendió a 25 temas, la banda de Sussex optó por complacer a la audiencia, (una audiencia de  57.000 personas, según la promotora) y por disparar a bocajarro algunos de sus temas más conocidos.

Así, tras una apertura de manual con "Open" y "High", no hubo que esperar mucho para entonar el nostálgico “I will always love you” que corona el estribillo de "Lovesong"; sin respiro y en formato de letal combo, míster Smith percutió "In Between Days" y "Just Like Heaven": primer regalo de la noche para los asistentes.

La intensidad dramática subió con las melodías de guitarra de "From The Edge Of The Deep Green Sea", a cargo de un Reeves Gabrels curtido con artistas de la talla de David Bowie. Las proyecciones como dragones, en rojo y verde, respondían a un low tempo que tomó ecos de dream pop con "Pictures Of You": besos entre el público, noche de verano sublimada en acordes. Y del amor, al temor: el que infundió la tenebrosa araña de "Lullaby", que tejió sus redes en un Foro Sol rendido a la oscura magia de la banda.

Pero si twitter puede considerarse pulso de la sociedad, un test sencillo mostraba cuál era una de las rolas más esperadas: teclear “Sunday I’m in love”, y ver la cantidad de trinos en la red social que adaptaron ese título. Efectivamente, a sus primeros e icónicos acordes,el estadio se vino abajo: un clásico instantáneo que lleva 21 años pintando sonrisas en nuestras caras.

Para contentar también a los conocedores, Robert Smith y los suyos regalaron dos temas poco prodigados en directo como lo son "Trust" y "Want", para cerrar ese primer bloque con una acertada "End". A partir de ahí, hasta tres veces volverían a escena: el segundo set lo dedicaron íntegramente a lo mejor de Disintegration, disco favorito del líder de la banda, pasando de "Plainsong" al tema homónimo.

Como era de esperar, la última salida al escenario se dedicó a lo más bailable de La Cura con la siempre bienvenida "The Lovecats" y "Hot Hot Hot!!!". Sorpresivamente, Smith decidió cortar el ambiente festivo abordando en solitario "Three Imaginary Boys" y "Fire In Cairo", única noche en esta gira donde hicieron acto de aparición, para volver a enardecer los ánimos con su hit más incontestable: y es que quizá "Boys Don’t Cry", “but they do dance”.

Se cerraban 256 minutos de concierto con "10:15 Saturday Night" y "Killing An Arab", magnitud de récord que demuestra que los años no pasan ni por la banda, ni por el amor que se le prodiga, ni por su líder. Aunque justo en el día del concierto cumpliera 54.

Tímidamente, el propietario de los ojos más oscuros de la música agradeció las pancartas de felicitación presentes en primera fila, y aunque al final el Foro no le cantara Las Mañanitas, definitivamente nunca asistimos a mejor fiesta de cumpleaños. 

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Una “rara avis” de hermoso trino y ases escondidos entre las plumas

Andrew Bird es un tramposo, y eso lo saben bien los que asistieron a su concierto en el Teatro de la Ciudad de México en 2011; es capaz de sonar como si estuviera acompañado de la Filarmónica de Viena a pesar de estar completamente solo en el escenario. En su nueva visita al DF repartió mejor sus ases escondiéndolos en las mangas de una banda, pero aún así su magia construida de samplers, pedaleras de loops y efectos la que hizo subir al Auditorio Blackberry a coros de violines y tin whistles celtas, formaciones country fronterizas e incluso troupes de cuerdas andinas.

Con la publicación del pasado 2012 de Break It Yourself y Hands of Glory, quedó claro que el de Illinois no tiene un especial interés en seguir innovando sino en profundizar en su sonido y establecerse en él; y con esta premisa arrancó el concierto, con los delicados pinzamientos y cuerdas sedosas de “Hole In The Ocean Floor”, su característico trino límpido y ecos del Astral Weeks de Van Morrison. En sus manos, el violín puede mutarse en herencia celta, en guitarra española con aires de blues (“Why”) y en acústica (“Desperation”); y con su banda crea ritmos trotones que le añaden puentes y pausas a la estructura clásica del rock crepuscular a rolas como “A Nervous Tic…” (aullada con fruición entre el público), sale a pasear por paisajes instrumentales próximos al jazz, y se aproxima a la épica de Arcade Fire con “Three White Horses”.

Aunque muchos hayan lamentado el poco afán de búsqueda de Bird en sus recientes trabajos, el multiinstrumentista supo mostrarse en directo menos canónico y más juguetón, especialmente en temas como “Orpheo Looks Back” (que vistió de largos pasajes instrumentales) o gracias a los ritmos marciales que imprimió a “Imitosis”. Y hablando de diversión, lució especialmente al reunirse alrededor de un solo micro con dos de los miembros de la banda, para darle a “Give It Away” una nueva dimensión folkie con las superposiciones de coros masculinos y de cuerdas que acompañaron al público en un amago de tarde soleada. En el mismo formato de “tres hombres y un micrófono” se desarrolló la divertida tomadura de pelo de “The Professor Sucks”, canción – jingle terriblemente pegadiza que, contó Bird, compuso para el show televisivo homónimo. En un concierto en el que no se escatimaron minutos y se repasó con profusión toda la discografía birdiana, hubo también tiempo para tonalidades puramente pop (“Eyeoneye”) y ecos, que me perdonen los puristas, a la guitarra de Santana en “Skin Is, My”.

Pero cuando el compositor se crece (y nos crece dentro) es cuando habla desde sus interioridades, cuando viste con lo mínimo las revoluciones sonoras y las baja a ras de corazón. Así, las cimas expresivas se vivieron con “Tables and Chairs”, que se movió entre líneas rítmicas obsesivas y una sigurrosesca belleza melódica del arco largo; y con el simbólico cierre de “Don’t Be Scared”, conmovedora con sus crescendos tan íntimos en inicio como de demoledora expansión final. En definitiva, un hermoso experimento vivencial desarrollado por alguien obsesionado en explorar (y aprovechar) todas las posibilidades del sonido para crear algo bello. Que no es poco.

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Metric: Es Frío Cálido

Quien haya dicho que los canadienses son personas frías, inexpresivas y hasta casi sin sentimientos de ningún tipo, seguramente no estuvo presente en el Pepsi Center la última noche de febrero para tumbar ese viejo mito. Con un arsenal de cinco discos bajo el brazo y una historia que han venido escribiendo durante los últimos 15 años, se plantaron sobre el escenario cuatro individuos que, con un descaro digno de admirarse, llegaron a arrebatar los gritos apasionados de los asistentes; cual ladrón que le quita una paleta a un niño. Así de fácil.

 

Se escucharon las primeras notas de una tempranera "Artificial Nocturne”, al mismo tiempo que se le unían cada vez más gargantas que iban elevando el momento, creándose una tensión que evidentemente iba a reventar en euforia. Una figura estilizada casi perfecta, con movimientos calculados milimétricamente al estilo cheerleader, era personificada por Emily Haines, quien al mismo tiempo tocó sus gloriosos sintetizadores mientras el reflector principal la iluminaba.

Quizá sea ese cabello rubio ondeándose de arriba abajo, o esos bailes ensayados una y otra vez lo que hace que no apartes tu mirada de la que probablemente es una de las frontwomen que mayor energía destila sobre el escenario. Lo cierto es que todos esos atributos ordenan un conjunto perfecto que se antoja suficiente hasta para el asistente más lejano a ella.

En cualquier otro recital, podría decirse que se encuentra todo tipo de gente: los que van porque los invitaron, los fans de hace cinco minutos, los que están ahí nomás por estar; pero si algo podemos decir de los fans de Metric, es que en realidad se entregan a la banda y se desgarran las vestiduras por los canadienses.

Canciones ligadas una tras otra empezaron a formar una suerte de rave que todos agradecíamos y que iba in crescendo hasta llegar a una punta casi inalcanzable. Justo en ese momento, llegó “Dead Disco”, que dio la entrada para por fin escuchar las primeras palabras de Emily a su público, un seco pero inexplicablemente fraternal: “Hello Mexico City”. Cinco minutos fueron suficientes para cargar pila y regresar con una potente “Black Sheep”, ligada a una “Monster Hospital” que bien supo hacer lo suyo.

No todo puede mantenerse siempre con la adrenalina hasta arriba. Eso lo sabía bien Metric y nos regaló un caramelito: “Gimme Sympathy” en versión acústica. Un momento necesario de reflexión, introspección y sobre todo, de relajación. Con este sabor de excitación-relajación nos quedamos luego de 1 hora con 27 minutos.

La próxima vez que siquiera piensen que los canadienses no saben cómo divertirse, recuerden a Metric y tráguense sus propias palabras.

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Ceremony: La invasión de los salvajes

Alabado sea el hardcore y alabada esa noche que quedará en la memoria de varios asistentes acerca de cómo debe ser un concierto de punk y garage en esta ciudad. Ceremony desde California, más un variado soporte de actos nacionales, entre los que destacaron Nazareno el Violento, Depths y SankinPankin, lograron convocar un considerable quorum de no sólo bigotones con gorras Volcom y playeras de Converse, sino a uno que otro incauto que se vio en medio de un moshpit donde además de puñetazos, volaron zapatos durante todo el concierto.

Empezadas las 9 pm, la larga noche de hard core y punk le dio la bienvenida al público en uno de los foros más importantes y subterráneos de la ciudad: La Faena. Con su parafernalia a la tauromaquia es meca de la cultura psychobilly en México ya que no sólo actos locales como Los Enterradores, Los Pardos y Los Desenfrenados se han presentado más veces de las que ellos mismos pueden contar, sino importantes actos internacionales del genero como Komety, Frantic Flinstones, Phantom Rockers y los Sick Sick Sinners han consagrado al lugar cómo un verdadero foro alternativo durante casi una década.

Ceremony, con cuatro álbumes bajo el brazo, se encuentra en un momento de su carrera donde ha evolucionado dejando atrás las crudas y veloces canciones de treinta segundos que en algún momento la posicionaron como una de las más feroces bandas del hardcore en California, el show fue más allá del típico brinca y reviéntate el hocico hasta que el cuerpo aguante. Durante una hora, aproximadamente, la banda liderada por Ross Farrar interpretó por lo menos un tema de toda la discografía de la banda, las frenéticas "I Want to Put This To An End", "Violence""He-God-Has Favored Our Undertakings" más temas recientes y orientados al garage como "The Doldrums (Friendly City)", "Adult" y "Hotel", con una intensidad y precisión que no dejaron decaer el ambiente de patadas y golpes que había congregado la banda.

Por la misma naturaleza del concierto no podía faltar el momento en que la ola de asistentes voladores desconectara o rompiera algo, pero sin parar un sólo segundo, la banda dio un concierto donde jamás se comprometió la euforia y sudor que se respiraba en la pista. Intercambiando pocas palabras con la gente, canción tras canción dejaron ver un circle pit durante "Terminal Addiction" y "The Difference Between Looking and Seeing" que siguió hasta que todos terminaron en el piso entre risas y pisotones. Cerrando con "Kersed" de su primer EP, Ceremony se despidió de nuestro país y dio por terminada su gira bajándose a saludar y a convivir con los asistentes (como es tradición en ese tipo de conciertos): autografiando discos, agradeciendo y sobre todo dejando la puerta abierta para los conciertos de punk y hardcore.

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Natalia desde el sótano

Luces bajas, fondo de tela roja; ella, con un vestido negro de mangas cortas, doradas, y un tocado que sostiene una pequeña flor, la cara impecable, guitarra en mano. De pie, sola en el escenario, y la historia de un gran momento: fue en el puerto, en un viaje con amigos y magia. Entonces comienza a cantar: “acuérdate, de Acapulco…”.

Así inició el primer set de Natalia Lafourcade en el Zinco Jazz Club, con canciones de su nuevo disco (no se cansó de repetir que ya está a la venta), "Mujer Bonita", atrevido homenaje a Agustín Lara, que cuenta con duetos tan impresionantes como interesantes: Adanowsky, León Larregui, Devendra Banhart y Jorge Drexler, entre otros.

En cada canción subsecuente fue introduciendo a más miembros de su banda hasta formar un ensamble que incluyó marimba, batería, bajo, guitarra, ukelele, acordeón, trompeta y teclado. Dijo que para la reversión de "Copla Guajira" se inspiró en Kill Bill y El Padrino (hay que escucharla para entenderlo), luego vino la conocidísima "Piensa En Mí", seguida de "Imposible", primera composición de Lara, que inicialmente no iba a estar en el disco, pero gracias a Larregui fue incluida. El set cerró con "Aventurera", en la que Natalia tomó el ukelele, uno de sus instrumentos favoritos, y deleitó el oído de los más de 100 asistentes.
Después de un breve descanso, la banda regresó a tocar algunas piezas más “viejitas”. Empezaron con "Cursis Melodías", "Amarte Duele" en una excelente versión bossa, "Mi Casa", "Elefantes", regresó a Agustín con "La Fugitiva", se inspiró en "Amor De Mis Amores"… Pero el momento de la noche fue, tal vez, cuando interpretó "Un Pato".

Natalia es irreverente, le gusta burlarse de las cosas en su música. Antes de empezar la canción, improvisó unas palabras a manera de discurso cantado: “un animalito que tiene plumas en la cola tocaba a su puerta todas las mañanas para pedirle que nunca dejara de cantar esa canción”. Con "Un Pato" transmite la buena vibra y energía que la caracteriza y deja en claro que ella hace música para divertirse y para divertir.

Aunque un homenaje a Agustín Lara puede antojarse serio y tradicional, la maestría de los arreglos (que sin duda se disfrutan mejor en vivo) le da a las canciones del Flaco de Oro un toque fresco, natural, contemporáneo. On stage, los músicos vibran y la gente no puede más que corear lo que escucharon en casa de sus abuelos, o de sus papás. Natalia logra imprimirle al pasado una huella perfecta de cómo es el presente, y se coloca, tanto con sus temas más conocidos como con estas nuevas versiones, como una de las propuestas nacionales más inteligentes de la actualidad.

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Pulp… marcados por su primera vez en México

Así como alguna vez dijimos que Irvine Welsh era el portavoz literario más autorizado para hablar acerca de la generación del éxtasis, hemos palpado, con casi todos los sentidos, al portavoz sonoro más calificado para musicalizar dichas historias…

El hombre perfecto para describir con ritmos pegajosos, melancólicos y bailables, las andanzas más entrañables de una "generación bastarda" (según palabras de Margaret Tatcher), sin romperse mucho la cabeza: ¿Thom Yorke?, no, hablamos de alguien a quien las décadas no le han borrado un ápice de sinceridad: Jarvis Cocker.

Porque su capacidad para abordar una multiplicidad de relatos rompe con cualquier esquema narratológico; anoche en el Palacio de los Deportes, Cocker comprobó que es el contador de historias contemporáneo más fiable del Reino Unido y que, sin haber recibido un vergonzoso título cuasi-nobiliario (llámese Sir), podría ser el gran biógrafo de la masa inglesa que la isla ha esperado desde que dejó de ser la dueña del mundo, allá por el siglo XIX.

Anoche, Pulp encontró en México, después de más de un año de anunciar su reencuentro, el sentido de una conjunción que tenía un frágil basamento de libras, o al menos, eso lo demuestran las dos horas y 47 minutos que Jarvis y compañía convulsionaron a uno de los peores recintos que haya parido esta ciudad.

Y el abanico se abrió; Jarvis Cocker contó cada una de las vergonzosas historias que detallan la decadente vida de una Inglaterra sobajada por el punk… Y no quería dejar de hablar, de mover cada una de sus cuerdas vocales para enfatizar en todas las aristas de esa putrefacción social que, gracias a una soberbia industria cultural, cruzaron el charco en forma del estereotipo más espléndido a seguir.
Cocker, quien ha estado consciente durante 35 años de este tedioso discurso, ejerció una demostración de válido egocentrismo donde sólo tuvieron cabida canciones de los discos de Pulp que él había amalgamado.

Al inicio, nuestro contador de historias se quiso comportar como si estuviera en cualquier parte del mundo, soltando un set list común y corriente, pero cada vez que entonaba los versos de la pieza inicial, "Do You Remember The First Time?", se daba cuenta que su historia de dos adolescentes drogadictos no estaba muy lejos de nuestras narices. Los tracks planeados del Different Class, su máxima creación, tomaron un matiz inédito, tanto, que no faltó una sola canción del mencionado e infaltable álbum. Pero en cuanto a calidad, se mostró trémulo cuando interpretó "Pencil Skirt" (como PJ Harvey, Beth Gibbons, Robert del Nadja y otros prodigios británicos que han pisado estas tierras), aunque en pocos minutos se asentó con una pieza que le recordó, gracias a las 20 mil almas presentes, la rave más truculenta de su época (Sorted For E’s & Wizz).

Seguro de lo que hablaba, quiso filosofar sobre el amor con "F.E.L.L.I.N.G. C.A.L.L.E.D. L.O.V.E" y construir un puente hacia sus perversiones con "I Spy". Anteriormente, había interpretado "Babies" y "Razzmatazz", con el mismo coraje con el editó el His ‘N’ Hers.

Evidentemente, desencadenaría el bloque más erótico que hayamos escuchado con "Underwear y This Is Hardcore", donde demostró que el pudor lo había dejado en el desierto californiano y, en la catarsis de esta coreada canción, ensayó algunas “largartijas” que todo el público supo interpretar, aunque no supieran descifrar su campirano acento inglés de Sheffield.

Pulp no se guardó nada, y cuando pensó que ya había abordado todo, Jarvis llamó a sus secuaces para un timeback que determinaría la siguiente historia; y la elegida fue una oda para su madre, "Little Girl (With Blue Eyes)".

En ese momento, Jarvis Cocker se quitó un gran estigma que ha cargado cinco lustros: no ser el líder del grupo desde su creación y no interpretar las bellísimas piezas que compuso cuando su voz era más grave de lo que la conocemos ahora.

Un gran avance para el ego de este contador de historias, quien seguramente pensará que, si se topa con otra audiencia de este calibre, tan entregada por el mainstream de la banda (es decir, "Common People" y "Disco 2000"), se atreva a entonar algún himno del Freaks o del Masters Of  The Universe… sin duda, cuentas pendientes que, esperemos, entregue pronto.

Pero era una herida demasiado profunda como para seguir excavando, así que volvió al timón con los tracks que él piensa le han guardado un lugar para la posteridad, esos del This Is Hardcore: "Sylvia, Dishes", "Like A Friend" y "Help The Aged".

Y volver al aclamado Different Class, con dos melancólicos relatos del Soho ("Something Changed" y "Bar Italia"), y terminar con una mordaz crítica al lacerante periodo que vivió el proletariado de su país en los 80 ("Live Bed Show" y "Monday Morning").

Así se comportó Jarvis Cocker en cohesión con los compinches que lo vieron crecer y consolidarse (principalmente Steve Mackey, Nick Banks y la virtuosa Candida Doyle), en un concierto que, seguramente, le dejó muchas preguntas que sólo él puede responder y que, su respuesta y difusión, debe ser la próxima tarea para los editores de esta publicación.