Ciudad: CDMX

Latinoamérica viva: Monsieur Periné

El pop se fundió con el jazz y el swing aportó un toque único para entonar boleros. Improvisando y jugando con diferentes instrumentos como trompetas, flautas, contrabajos, percusiones, guitarras y demás, en Colombia nació una banda que pronto se apoderaría del resto de América y Europa gracias a su estilo único. Dos años después de su debut, Monsieur Periné abarrotó el Foro Indie Rocks! y homenajeó a México.

La noche del domingo, los más fieles seguidores de este laboratorio de música experimental, como ellos se denominan, se reunieron para disfrutar del folklore y la maravillosa energía que Catalina, Camilo, Nicolás, Santiago, Miguel, Alejandro y Adinda, derrochan en el escenario. Este conjunto de prodigiosos músicos demostró de qué están hechos y contagiaron con su maravilloso “suin a la colombiana”.

Con Hecho a Mano la banda dejó en claro que este disco fue hecho con el corazón. A penas iniciada la velada y las primeras notas de “Sabor a Mi” encendieron los ánimos de los presentes que disfrutaron de este delicioso cover. “Suin Romanticón” puso a todos a bailar y “La Playa” derramó sensualidad con la dulce voz de Catalina. Las vestimentas llamativas de colores chillantes no podían faltar y la vocalista, tan guapa como siempre, lució un corset azul de rombos rojos y su típica falda de enormes holanes color amarillo.

Los suaves ritmos de “Huracán” consiguieron que la gente se meciera de un lado a otro. De pronto, el escenario se tiñó de morado al tiempo que Catalina tomó el pandero para acompañar “Ton Silence”, durante la que los incansables aplausos marcaron el ritmo que iba en ascenso.

Enseguida, Monsieur Periné compartió uno de los nuevos temas que conformarán su segunda producción discográfica. Como era de esperarse, los colombianos conservan esa esencia que ha enamorado su público. La trompeta y el saxofón iluminaron el inicio de esa melodía de nombre desconocido pero que, seguramente, será una de las favoritas.

La vocalista se tomó el tiempo para rendirle tributo a México y aplaudir la fuerza y resistencia de su pueblo. “México es un gigante que pareciera estar dormido, ¡pero viene despertando!”, dijo la artista, quien remarcó la capacidad de los mexicanos para construir y transformar. Antes de cantar un tema cargado de sentimiento y empatía, Catalina agregó: “Hay que pararse con una bandera de libertad”, mientras el escenario se pintaba de verde, blanco y rojo.

Los colombianos continuaron con su homenaje a la cultura mexicana con una canción sobre el Día de Muertos titulada “Cempasúchil”. Catalina contó su primer experiencia de otoño en el D.F. y con la melodía y su lírica tan descriptiva, éstas hermosas flores anaranjadas se hicieron presentes en las mentes de los espectadores junto con su mágico aroma.

Posteriormente, Alejandro se levantó para agradecer al público y seguir con “Luz de Luna”. Se acercaba el fin de la espectacular presentación y “La Muerte” fue la mejor manera de terminar la noche. No cabe duda de que este show quedará en el corazón de los afortunados que pudieron presenciarlo y será uno de los conciertos más memorables en un momento en que pocos artistas están tan comprometidos con sus fans como estos colombianos.

Monsieur Periné no para y probablemente el próximo año estará promocionando su segundo material, cargado de magia y mucho suin.

Los ticos quieren tacos y nosotros queremos a los ticos

Costa rica tiene una población de 4 millones 872 mil 166 personas; lo que da por resultado una escena independiente pequeña, pero por suerte de gran calidad; su distancia a México es de un poco más de 3 mil kilómetros, y esa distancia es la que tuvieron que recorrer Los Waldaners, Raido y una banda que de a poco se está ganando el cariño mexicano, 424.

“Los Ticos quieren Tacos” es el nombre de la fiesta en el que reunieron a estos tres talentos costarricenses, y el Foro Indie Rocks! los recibió con los brazos abiertos. Al lugar se dieron cita aquellos que siguen de manera apasionada la escena centroamericana (que por cierto ha demostrado ser muy interesante) y aquellos que les interesa saber lo que está pasando en esas latitudes.

No fue la gran entrada, pocos pero receptivos, pasadas las 22:00 horas, Los Waldners salieron a dar un show sencillo pero contundente, destacaron el valor que tiene tocar en nuestro país y agradecieron a quienes lo hicieron posible, sonaron canciones como “Periodistas”, “Taquicardia que se siente bien”, “No soy valiente” y “Papalotes”; un recital que el público agradeció. Seguramente no será la última vez que el grupo nos visite.

424 ya había pisado suelo chilango en otras ocasiones por lo que se ganó el derecho de ser la banda más esperada de la noche; los de San José lucieron y el público lo reconoció, la banda optó por dar un recital algo experimental, la naturaleza de su sonido lo permite por lo que jugaron con sintetizadores.

Fue un show completo sonaron “En la Mañana”, “Los Cuervos”, “Agua Dorada”, “Cinco Cuartos”, “Al Hueco”; entre otras; además aprovecharon lo íntimo que resulto el concierto para interactuar de manera directa con el público, destacaron lo complicado que era salir de su país y celebraron lo provechoso que les ha sido esta gira.

Un poco antes delas 01:00 horas, Raido subió y agradeció a los más aferrados a la fiesta por presenciar su acto; y aclaró que lo que iba a sonar no era el DJ set clásico sino que todo el set tendría canciones de él; lo que hizo ganarse el aplauso del respetable; y minutos después sus pasos de baile; con un sonido bailable cerró con broche de oro una noche tica.

Que vengan más bandas centroamericanas y de todas partes, lo que nos sobras son ganas de escuchar, de conocer y de bailar; ¡Pura vida en el Indie Rocks!

Neurosis: Disrupciones de una paz inexistente

Todavía hoy, pasadas más de doce horas de haber terminado la presentación de Neurosis en el Foro Cultural Indianilla, mis oídos recienten la potencia de sus riffs y en mi cabeza aún resuenan los ecos de las voces de Scott Kelly y Steve Von Ti. No hay manera de sacarlos y dudo mucho de que pueda lograrlo en un buen tiempo. Y es que lo visto la noche de ayer no tiene punto de comparación: todos y cada uno de los elementos concebidos se concretaron eficaz y eficientemente para conseguir uno de los mejores shows que sin duda se vieron en la Ciudad de México durante este año.

Pero vayamos por partes. Previo a que Neurosis subiera a demostrar y hacer valer su estatus mítico y de culto, The Ex asumió el protagonismo del Festival Bestia (que justo ayer culminó con este concierto su edición de este año). Un proyecto oriundo de Ámsterdam y que nació en los años setenta en las komunas holandesas bajo el manto de la cultura y sonidos punk de aquellos años, pero que con el tiempo se ha nutrido de una plétora de sonidos y un proceso natural de mestizaje que han moldeado un proyecto que anoche sonó personalísimo, elocuente y con el ritmo suficiente para mover los pies y menear la cabeza por un muy buen rato.

Para cuando las luces del recinto se volvieron a apagar, la oscuridad decidió jugar en serio. El sampler de Noah Landis nos hacía saber que Neurosis estaba sobre el escenario y que era momento de abrir la puerta y entrar en el túnel. El bombo de Jason Roeder fue la señal para el primer riff de “A Sun That Never Sets”. Un riff que cimbró el lugar y resonó fuertemente en el pecho de los que estuvimos ahí.

A ella le siguió “Locust Star” y “At The Well” y ello fue suficiente para constatar que lo que teníamos frente a nosotros comenzaba a bordear las líneas de lo sublime. Scott Kelly y Steve Von Ti conseguían con sus desgarradoras voces que entráramos en una suerte de trance que hacía que cada cabeza se moviera de atrás hacia adelante como parte de un vaivén lento, pero violento y amenazador al mismo tiempo.

El Foro Indianilla es un gran recinto; su calidez e intimidad contribuyeron enormemente en la efectividad del show, y a ello habría que sumarle la monumental calidad del sonido que imperó durante prácticamente toda la noche. Estos factores sin duda fueron clave para que “Water Is Not Enough”, “My Heart For Deliverance y “Bleeding The Pigs” se sintieran como una espiral descendiente que reptaba por el suelo, subía por los pies y se adueñaba de la mente con ánimos destructivos para romper la idea de una paz y tranquilidad aparente, pero inexistente al final del camino.

“Stones From The Sky” fue la elegida para que Neurosis se despidiera tal y como inició, sin interactuar y mediar palabra alguna con el público, dejando que el silencio terminara su trabajo y sellara los ecos que por casi dos horas trastornaron y alteraron los sentidos y emociones, cual si se tratara de una neurosis real.

Un desborde de sensualidad a media luz: Rhye

Desde que se anunció la visita de Rhye a México la venta de boletos fue incrementando poco a poco, por lo que para el día del concierto estuvieron completamente agotados. Desde temprano, los asistentes fueron llegando al recinto. Mientas comentaban sobre cómo había estado su día, salían a fumar o compraban bebidas en el bar, lentamente comenzaron a ocupar posiciones desde la zona general.

 

Rhye

 

Pasadas las 9 comenzó la presentación de Lo-Fang, artista dotado de habilidades que conquistó a la multitud con un set de media hora compuesto canciones de su álbum debut Blue Film. Matthew logró dar inicio a un ambiente tranquilo y etéreo, lleno de contemplación, atmósfera perfecta para albergar el tan esperado momento .

La espera fue corta; el recinto se tornó a media luz y comenzaron a salir los 5 músicos que acompañan en todas las giras a Milosh. Algunos no podían contener su emoción, pero otros, como nunca puede faltar, fueron para tener una noche de plática y alcohol, lo cual para ciertas personas se tornó desagradable e incluso provocó reclamos.

Todo mejoró a partir de “Woman”, pues lo que Mike buscaba era conectar con el público. Luego de interpretar “3 Days” y “The Fall”, el músico advirtió que se trataría de una noche tranquila, a media luz, y sobre todo, agradeció a quienes que se encontraban ahí.

Es sabido que Milosh se mantiene en un constante movimiento creativo, por lo que crear e improvisar música no es ningún problema. De esta manera, creó dos temas exclusivos para esa noche. El violonchelo, violín, trombón, bajo, guitarra, batería y teclados jugaron un papel importante en cada pieza del rompecabezas, que desde un inicio se fue colocando elegante y delicadamente.

Un requisito de la velada: el silencio. Era lo único que pedía Rhye y lo único que no le otorgaron, pues constantemente se escuchaba “shhh” y no paraban de burlarse discretamente por la petición del canadiense.

El primer punto alto de la noche fue con “Last Dance”, que desde el inicio coreó el público. Mike no podía ocultar su felicidad y prolongó el tema a tal grado que se convirtió en una fiesta llena de bailes cadenciosos bajo el impresionante solo del trombón.

Posteriormente continuó con “Shed Some Blood”, “Verse” y “Major Minor Love”, cuyos acordes e interpretaciones pulcras y precisas evocaron al éxtasis y admiración; incluso el violinista invitó al público a que se les uniera con aplausos para amenizar aún más la noche.

Asimismo, Milosh tuvo la oportunidad de tocar algo de su más reciente producción, Jet Lag, de la cual preguntó si alguien conocía su existencia. “Bueno, esta canción es para esos 25 que sí conocen mi álbum”, comentó y dio paso a “Hear In You”.

La noche estaba casi por concluir. Mike advirtió que para los últimos temas llevaría de la cúspide al momento más bajo, pero de una buena forma, así dio inicio “Hunger” y tras bailes sensuales, la tranquilidad retornó al Lunario para que sonase “Open”, que al terminar se escuchó una voz de fondo que rompió el silencio con “Estoy tan jodidamente feliz de estar aquí”.

Finalmente, Milosh y sus músicos reverenciaron a la asistencia como forma de agradecimiento y salieron del escenario.

Deap Vally a 7,349 pies de altura

"¡México, nos encanta tu altitud!", gritó Julie Edwards a la audiencia del Foro Indie Rocks. “¿A cuánto estamos? ¿Cuántos metros son?”, continuó. De entre la multitud alguien gritó una cifra aproximada y la baterista contestó “¡Ok, entonces son más de siete mil pies de altura. ¡Lo amamos!”. Así suena Deap Vally en la Ciudad de México a 7 mil 349 pies de altura: alucinante.

El show comenzó desde la primera vez que se dejaron ver, cuando aún estaba tocando The Black Feet Revolution y Julie apareció en el balcón sobre el escenario para tomar una fotografía. Algunos fans la reconocieron y gritaron, pero ella prefirió volver a esconderse. Más adelante, cuando llegó su turno de tocar, ellas mismas, las dos partes del corazón de Deap Vally, subieron al escenario para terminar de conectar su equipo.

Lindsey Troy acompañó sus rasgueos con slides, efectos y una que otra nota muerta; estaba estrenando guitarra, por lo que gritó impaciente: “Aeromexico perdió la mía, ¡que se jodan!”, reflejando una mezcla entre incomodidad, concentración y fuerza. Más adelante recordó “¡Extraño mi guitarra y quiero asesinar a alguien!”, al tiempo que comenzó a tocar un poderoso riff.

La energía del show se concentraba al frente del foro, pegado al escenario, espacio en el que se estableció un diálogo: Deap Vally, con un montón de distorsión, reventó al público que respondió con gritos. Finalmente, llegó un punto en el que esa conversación rompió barreras y Lindsey decidió lanzarse sobre su audiencia mientras su compañera hacía un solo de batería.

La espera para ver nuevamente al dúo californiano fue larga. En el Corona Capital 2013 encantaron al público mexicano y la promesa era volver en septiembre de este año; sin embargo, esa fecha se tuvo que cancelar. Así, la espera se extendió; pasaron semanas, días, horas, y al final hasta extensos minutos para verlas sobre el escenario.

El setlist para esta ocasión retomó su álbum debut, Sistrionix, con temas como “End of the World”, “Baby I Call Hell” y “Gonna Make My Own Money”, pero también dejó ver algunas novedades de lo que será su próxima producción discográfica. Además, la sorpresa de la noche fue el cierre con un cover del clásico “I Put a Spell on You” de Screamin’ Jay Hawkins, para el cual extendieron la base melódica, incluyendo solos de guitarra y batería como despedida de las integrantes.

La altitud de la Ciudad de México usualmente pesa y cansa, pero a Deap Vally le acomoda y no sólo eso, también les gusta, porque pueden subir los decibeles hasta los 7 mil 349 pies de altura.

Un encuentro de nicho, una fiesta de todos

En vísperas de la mega marcha, y a sólo unas cuantas cuadras del zócalo, el hermoso y elegante Teatro de la Ciudad fue el escenario perfecto para el show de jazz-improvisación que inauguró la serie de conciertos que conforman la segunda edición de Bestia.

Este encuentro musical busca convertirse en un universo sonoro que da espacio a propuestas arriesgadas que representen lo mejor del rock, el hardcore, el metal, el jazz y la improvisación. Para esta noche, el festival seleccionó un lineup espectacular conformado por los talentosos Han Bennink, Terrie Ex, Marc Ribot, Ray Anderson y Bob Stewart.

El concierto comenzó puntual, sin embargo, durante los primeros veinte minutos aún había gente que entraba y salía o se cambiaba de lugar, lo cual fue un poco molesto ya que al hacerlo hacían ruido que perturbaba la atmósfera.

Los primeros en apoderarse del escenario fueron Ray Anderson y Bob Stewart, que dieron una cátedra de jazz y demostraron un carisma bastante tierno interpretando temas como “Sugar Finger” y “Monk's Mood”, original de Thelonious Monk, de quien ambos músicos son grandes admiradores.

Un momento para recordar fue cuando Stewart contó que un día escuchó una tuba en el Spanish Harlem de Nueva York que lo sorprendió y que posteriormente descubrió lo que era la música banda y comprendió todo.

Para finalizar interpretaron la alegre “Someday” del Sweet Chicago Suite de Anderson y su Pocket Brass Band. El tema hizo que la gente los despidiera con fuertes aplausos y rechiflas, envueltos en una atmósfera completamente alegre.

Tras no más de cinco minutos, en los que se apagaron y prendieron las luces, apareció Marc Ribot vestido completamente de negro. Su presencia generó fuertes aplausos y se alcanzó a escuchar la voz de un hombre emocionado que gritaba ¡Marc Ribot! ¡Marc Ribot! cual adolescente fanática de Justin Bieber o cualquier otro teen idol producto de la mercadotecnia.

El músico se mostró ensimismado, pero a pesar de su nulo contacto con el público, su talento hizo que la interacción no se extrañara. Prueba de ello es que tras finalizar su show acústico, muchos le dieron una merecida ovación de pie.

Para terminar la noche, la propuesta más experimental de la jornada se apoderó del escenario del teatro que estaba prácticamente lleno y fue así que Han Bennink y Terrie Ex mostraron de qué están hechos; bastó el sonido de su batería y su guitarra para que el público ahora si dejara estallar la emoción. Su interpretación fue por mucho la memorable de las tres.

Unidad, hermandad y Dropkick Murphys

Show por partida doble. Dos pesos pesados por sus propios honores en una noche en la que no hubo algún choque o encuentro, sino una enorme y caótica fiesta en medio de la semana laboral que describir como memorable sería desacreditarla y arrebatarle justicia.

El concierto dio inicio puntualmente a las ocho de la noche con el segundo advenimiento del icono del psychobilly europeo, Nekromantix. Tras una presentación como la del Plaza Condesa hace dos años, considerada ya legendaria, no tenían fácil la tarea y desde el momento en que subieron al entarimado con una de las ecualizaciones más espantosas en la historia del foro, fue más decoroso darse la vuelta y salir a tomar aire que soportar tal humillación a la banda.

Pasadas las diez de la noche, el septeto originario de Boston tenía todo listo para su presentación. Más de seis años habían pasado desde su última y única presentación en nuestra capital, y con un material nuevo y una fama que ha ido creciendo y creciendo, era inevitable encontrarse en medio de lo que se convirtió en uno de los conciertos de punk rock más memorables que haya visto el Salón Cuervo en su historia.

Para ser un miércoles, el aforo fue bastante digno. Cuando Al Barr hizo acto de aparición con su boina y camisa Fred Perry para arrancar con “The Boys are Back”, el remolino de puños dio inicio mientras las cervezas y asistentes volaron por igual. El mosh pit, que nunca encontró tregua, fue convocado y de manera inmediata se creó un ambiente como pocos; “Bastards on Parade”, “Johnny, I Hardly Knew Ya” y “The Gang’s All Here” transformaron a desconocidos en hermanos.

Se levantaron en hombros los unos a los otros y se soltaron codazos y patadas que en lugar de provocar furia, invocaban sonrisas, como si se supiera que se estaban portando mal y de travesuras de niñatos se tratara.

Dropkick Murphys sonaron impecables; buzuki, gaitas, flauta, banjo y todos los demás instrumentos tan poco comunes en un sudorosos show de punk escaparon de las bocinas de manera precisa, pero lo mejor fue escuchar los cantos de la gente opacando al mismo Ken Casey al micrófono. La barricada en la plancha de la sala estuvo diseñada para poder darle la oportunidad a la banda de bajar y cantar en medio de la gente, lo cual fue factor clave para que la conexión entre banda y audiencia fuera inmediata y cómo pocas: puños chocando, brazos alrededor del cuello y giros cual irlandés embriagado fueron épicos.

Hubo un momento de gloria en el que, con covers a“T.N.T.” de AC/DC y “Workin’” de sus majestades skinhead Cock Sparrer, se tuvo a personas cuyos credos podrían ir desde el hardcore al psychobilly pasando por el oi! y el punk rock abrazados y gritando al unísono. Unión mediante la música y el baile, con una sola dirección.

“Do Or Die”, “Kiss Me, I’m Shitfaced (con invasión de señoritas en el escenario )” y el épico cierre de “Takin’ Care of Business” dejaron a todos empapados de sudor y a unos hasta arrastrándose del cansancio, pero con con ese particular sabor en la boca que solo un show de punk rock puede dar cuando se siente una hermandad especial que solo esa música puede obsequiar. Un show como pocos.

La primer noche de The Lumineers en México

Cinco chicos y un solo disco bastaron para hacer estallar al José Cuervo Salón; el anuncio de que The Lumineers llegaría a nuestro país fue una grandiosa noticia que poco a poco fue generando especulación. Finalmente, la noche al fin llegó y de qué manera.

La banda costarricense 424 fue la encargada de abrir el recital frente a un púbico que se veía feliz y que los recibió de igual manera. Aunque no se lo esperaban, conquistaron a los presentes, tanto que al finalizar su set la gente pedía más y más.

La emoción se respiraba en el aire y para cuando los integrantes de The Lumineers salieron al escenario no pudieron ocultar su sorpresa y así comenzaron con “Submarines”, “Ain’t Nobody’s Problem” y “Flowers In Your Hair”, para la que Schultz detuvo todo y pidió que dejaran las cámaras para disfrutar el momento. Acto seguido, la audiencia bajó los celulares y una a una comenzaron a verse chicas sobre los hombros de sus acompañantes, quienes se volvieron locas con “Ho Hey”, canción que catapultó a la banda a los oídos del mundo.

No cabe duda que la banda está compuesta por grandes músicos y lo demostraron intercambiando de instrumentos incontables veces durante todo el show. Uno de los puntos altos de la noche fue el cover de “Subterranean Homesick Blues” de Bob Dylan, en el que Pekarek se lució en el cello, agregando un tono sombrío que apropiaba la canción al sonido de la banda.

Después de un set nostálgico y una canción inédita, Schultz y Fraites se lanzaron al público con la guitarra arriba para llegar a un pequeño escenario montado en medio del recinto, en el que al llegar sólo pudieron exclamar “es cierto, son un público loco”. Seguramente fue en ese momento cuando la banda se dio cuenta de que todas las personas a su alrededor los amaban tal vez más de lo que creían.

Tras aderezar el mágico momento con “Charlie Boy” y “Darlene” regresaron al entarimado principal para despedirse con “Flapper Girl” y “Stubborn Love”. Evidentemente aún faltaba el encore, pero ese espacio en el que la gente pide que vuelvan al escenario parece ser siempre gratificante; así salieron para terminar con “Morning Song”, “Gale Song” y la más pedida de la noche. No, no se escuchaban ho y hey’s, en vez de eso, aplausos al ritmo de “Big Parade” pedían aquella canción.

Los arreglos que la banda le hizo a su repertorio sorprendieron, se notaban más contraste con las emociones. Si en estudio llegaba a parecer algo triste, en vivo fue entrañable, y si por momentos parecía alegre, en directo desató euforia .

Si bien las localidades no se agotaron, entre camisas de cuadros y mucha mezclilla los fans mexicanos hicieron parecer que en el lugar no cabía un alma. El sonido fue bastante bueno y el equipo de luces bien coordinado para un show cálido y sencillo. Con absolutamente todas las canciones coreadas, The Lumineers se notaba feliz y gratamente sorprendida por el amor que recibió.

Entre aviones y carros camoteros: Yann Tiersen

¿Por qué a Yann Tiersen no le llaman maestro como a Gustavo Santaolalla o Andrés Calamaro? Bueno, tal vez sea cosa de argentinos, pero la verdad es que el estatus original de Tiersen, asociado más a círculos culturales que a conciertos masivos, cada vez se difumina más. ¿Por qué? Cada recital suyo en nuestro país convoca más y más personas. ¡Anoche fue un mar de cabezas!

De alguna manera, la gente que se encarga de traer al músico y compositor a nuestro país se aferra a no soltar aquel estatus cultural, como si se tratara de una figura de conciertos magistrales y festivales de música barroca en lugar de alguien que ha pisado festivales como Rock Werchter, Coachella y FunFunFun Fest.

Ciertamente, la noche de ayer tuvo un ambiente bohemio gracias al escenario, común de festivales de blues y jazz en nuestra ciudad, aunque cabe señalar que la vibra se apegaba mucho más al rock.

En el cierre de su gira por Norteamérica, con la que previamente nos visitó para ofrecer dos conciertos de función doble a reventar, Tiersen no presentó grandes cambios en su set; mejor dicho, ningún cambio, pues todo estaba ensayado y programado. Pero, ¿qué mas da? ¡Es Yann Tiersen!

Nuevos temas y clásicos fueron entremezclados de manera increíble, incluso llegó un momento en el que la ambientación de luces y las grabaciones atmosféricas eran capaces de transportarte a otras tierras, tal vez a la tierra natal de Tiersen, Bretaña. Pero antes de que el viaje estuviera completo se escuchó a lo lejos un carrito camotero, un claxon y hasta un avión; ¿cómo le dices "shhh" a un avión? Con razón no usan tanto el Angela Peralta.

Si bien existen otros factores que pueden afectar el deleite de un show en un espacio abierto, como es el caso de sentarte junto a un fumador, el poder de la música de Tiersen y compañía fue apabullante. El combo de “The Gutter”, seguida de “The Crossing”, “Vanishing Point” y “Lights”, éstas últimas tres con Yann detrás de un sintetizador moog, fueron lo mejor de la noche.

Tras el ritual de esconderse tras el fin del set y regresar para un encore de tres canciones, que incluyeron “The Long Road” con Tiersen solo al piano y “Sur Le Fil” con solo un violín, el francés se retiró pero dejó las luces apagadas ¿Un último encore? El concierto empezó temprano, a las siete y media para ser precisos, así que el frío no era la gran cosa, entonces ¿por qué no aplaudir más fuerte?

Unos gritaron para que volviera a salir, pero al parecer no pasamos la prueba del aplausómetro porque las luces se encendieron después de un rato y la música de fondo nos invitó a salir. Pero, ¡hey!, salimos más que contentos.

The Afghan Whigs en un rincón de la Ciudad de México

Existe un sinnúmero de bandas que jamás pensamos que podrían pisar suelo mexicano, a menos que fuera de vacaciones o tal vez Tijuana. Proyectos que nacieron a finales de los 80 y principios de los 90 que nunca tuvieron un séquito de fans o siquiera tantita difusión en nuestro país, tales como Guided By Voices, Built to Spill, Montion City Soundtrack y sí,  The Afghan Whigs. Entonces ¿cómo fue que se presentaron en el Distrito Federal?

Poco se sabe acerca de las razones existentes detrás de la primer y posiblemente única visita de Greg Dulli y compañía a nuestra capital, pero aquellos afortunados que pudieron presenciar semejante y majestuoso recital en el Foro Indie Rocks! saben que, cual gema preciosa y poco común, The Afghan Whigs es uno de los secretos mejor guardados del rock alternativo norteamericano.

El concierto era más que una realidad a pesar de que muchos auguraban una asistencia reducida, puesto que a tan sólo unas calles se llevó a cabo el show de Echo & The Bunnymen. Para cuando sonaron las primeras notas del violín de Rick Nelson, el griterío fue la primer señal de una posible casa llena.

Con un setlist centrado en su nuevo material, el primero en quince años, las guitarras y aguardentosas voces salían de los amplificadores a todo lo que daban y rebotaban en los oídos para llegar directamente a nuestros cerebros; era algo que robaba el aliento.

Muchos conocían apenas un par de canciones, pero cabe destacar que entre el público había algunos puñados de personas que traían discos, playeras y hasta cassettes que cantaban todas y cada una de ellas. A juzgar por su apariencia, se veía que algunos ni siquiera hablaban español. Una vez más visitando el argumento de la poca audiencia que pudiera tener el grupo aquí, ¡turistas e inmigrantes con un regalo de navidad adelantado! En un pequeño rincón de la colonia Roma, sucedía un milagrito musical.

Un concierto de The Afghan Whigs es intenso y era inevitable que después de casi hora y media y una veintena de piezas, el público acabara molido y la banda enormemente agradecida por algo que ellos creían igualmente increíble.