Con motivo del quinto aniversario de Errr Magazine, el Plaza Condesa ofreció una noche de esas que conforme pase el tiempo, irá retomando relevancia en la sensatez y nebulosa memoria de los asistentes. ¿Concierto de culto?, es muy temprano para entrar en conclusiones nubladas por la inmediatez del tiempo, pero sin duda una gran y extraña noche.
Después de las proyecciones de Light & Noise y Happy Nation, así como una breve lectura breve de los dos primeros libros editados bajo el sello Errr Books, llegó el momento para que Deerhoof, banda californiana de noise rock, o más bien, de género indescifrable, desatara el caos sonoro en el recinto. Con más de 20 años de carrera, una vasta discografía y encabezados por su tremendo baterista, Greg Saunier, esta agrupación es digna de que juntemos las palmas al unísono.
Si sus discos de estudio ya ofrecen un parámetro del sonido trastornado e incoherente que los caracteriza, en vivo esto se convierte en una verdadera demencia sonora. ¿A qué suena Deerhoof en un escenario? Pon a uno de los mejores bateristas que existen en California destruyendo una taróla al más puro estilo de Dave Grohl y mézclalo con una exótica vocalista/bajista japonesa que suena a Naoko Yamano de Shonen Knife, pero aún más desafinada. Encima de eso, embárrale dos guitarras disonantes que te harán pensar en Sonic Youth, Nirvana, Spacemen 3, The Melvins o hasta el punk meloso de Los Ramones; una combinación discrepante, pero letal. De esas bandas de las que Kurt Cobain hubiera sido fan.
Desde las coreografías infantiles de su extraña vocalista, Satomi Matsuzaki, con un estilo vocal que deja la extraña apariencia de tener únicamente una estructura monosilábica; un brillante cover a los Ramones en “Pinhead” y temas de demencia instrumental como “Let' Dance The Jet”, que fácilmente podría ser una canción de Frank Zappa; hasta momentos más convencionales y digeribles como en "I Did Crimes For You" e intentos lastimosos de la banda por comunicarse en español con el complaciente público mexicano.
Me quedó con la cátedra insensata de su baterista, la brutal apertura del cuarteto en “Fresh Born”, “Twin Killers”, que podría ser una versión desquiciada de “All Apologies” de Nirvana, “Bad Kids To The Front”, otro momento de disonancia pura en “Dummy Discards A Heat” y los ritmos cacofónicos y dispares en “Come See The Duck.”
Ya desorientados por el caos desatado, aún nos esperaba un ejercicio aún más inquietante y perturbador; una prueba para nuestra salud mental: Xiu Xiu, grupo californiano de post punk, o mejor dicho, un embalaje de perversión y oscuridad industrial y electrónica personificado por instrumentación de percusión electrónica como base, efectos, sintetizadores y una voz que compila lo más turbio de Nick Cave, Robert Smith, Trent Reznor, Morrissey, Nico y Alan Vega.
Escuchar a estos tipos es como entrar a los rincones más perversos en la cabeza de otro lunático como David Lynch. La mente trastornada de su vocalista, Jamie Stewart, junto a Shayna Dunkelman, eleva entre percusiones minimalistas y texturas oscuras un discurso desgarrador sobre perdida, desilusión y frustración como mensaje principal.
Podemos pensar en Nitzer Ebb, Sisters Of Mercy, Peter Murphy, The Smiths, Suicide, Silver Apples, Joy Division o la época más oscura de Bowie, pero Xiu Xiu es una bestia de una especie aún más turbia y angustiante; desde los pasajes industriales y desesperanzadores de “Archie Fades” hasta la perversión fetichista en “Black Dick.” Desde homenajes escalofriantes como en “Ian Curtis Wishlist”, a piezas terroríficas marcadas por la multiculturalidad californiana como en “Naco”, “New Life Immigration” y “Botanica de Los Angeles.” Y para el cierre, “I Luv The Valley Oh!”, una de sus canciones más escalofriantes y representativas.
Una noche no apta para todo público y un quinto aniversario que transitó entre lo inquietante y lo perturbador.