Domingo sin opresión: The Casualties en México.
Nunca ha sido suficiente la detención por parte de un sistema de seguridad para contener la fortaleza de aquellos que eligieron el punk como vida y sabiduría. Este domingo no fue la excepción.
La calzada de Tlalpan se encontraba satisfecha de no haber sufrido atentado mayor para tal noche. Las figuras que representan la autoridad abarcaban cada rincón del recinto donde se reuniría lo más golpeado de la sociedad. The Casualties llegaría a La Carpa Astros. Ellos serían el coro para tantas jornadas de trabajo y resistencia.
Tres agrupaciones distintivas del punk rasgaron el concierto de los músicos neoyorquinos: A//Toxico fue el pionero para atraer la aglomeración de crestas y botas obreras. El audio dentro del foro iba en aumento y la densidad del slam lo abarcaba cada vez más. Excluded retomó el ardor, siendo la segunda agrupación de la noche. El acceso del lugar comenzaba a saturarse. Por fuera, la rebeldía se escuchaba chocar contra los elementos de seguridad. Por dentro, Acidez actuaba como soundtrack del enfrentamiento con su “Camino Al Infierno”. Era un domingo sin opresión.
Estábamos sin control, si es que alguna vez lo hemos tenido. La lluvia ligera, un retrueno en la estructura y el correr de los organizadores del evento de puerta en puerta anunciaron la llegada The Casualties. 20:15 horas y el sonido glorioso que representa a los músicos comenzó a subir de tono para hacernos llegar, sin lamentos, hasta el frente del escenario.
“Para mí, México siempre estará en mi corazón”, anunció Jorge Herrera al mostrarse de frente luciendo una sudadera negra con el cabello deslizándose hacia su rostro. Con el puño alzado y encendido de energía, el repertorio de los street punk arrancó: “Chaos Sound”, “One City Streets”, “My Blood. My life. Always Forward”.
Las cuerdas de Rick detonaban en cada acorde del bajo. El círculo de fuego que ardía en la explanada no descansaba ni un solo momento. Parecía que cada canción que se incorporaba fungía como leña para la flama del baile. Meggers sacudía, al andar de las botas, las bombas que golpeaban su batería. Era la expulsión de rabia ante tanta injusticia. La Carpa era nuestra. Reventaría con nosotros. “Era 1990 cuando comenzamos en las calles de Nueva York, ahí conocimos personas de todas partes de América Latina. Trabajamos y por la noche bebíamos cervezas deseando fuéramos todos punks”, platicó Jorge antes de interpretar “Punk: Música del Pueblo”.
Como fonema de un líder de opinión, Jake Kolatis recitaba palabras de aliento ante tanta represión para después, sin detener su impaciencia, agitar su guitarra al ritmo de su cresta en cada interpretación. Los temas, uno tras otro, elevaban el nivel: “R.A.M.O.N.E.S”, “Punk Rock Love”, “Criminal Class”.
El tiempo parecía no haber corrido, se sentía como si el show hubiese apenas comenzado. No teníamos límites ni clemencias. Éramos uno mismo. Herrera platicaba de sus inicios en la música, desde su infancia con la época de oro como Raphael, hasta la adolescencia donde descubrió su pasión por el punk: “Aquel que dice tocar ‘punk-rock’, ¡miente! Eso no existe”. Y así, incitando a correr de un lado al otro, chocando por hermandad, The Casualites estaba por terminar su presentación. “¡Hagamos círculos como guerreros! Si alguno cae, lo levantamos como familia que somos”, decretaba Jorge.
Un momento de silencio llegó. Como coro de una iglesia rebelde, los presentes entonaban el corte más representativo de la banda, aquel que nos ha ido incluyendo en este ritmo de vida llamado punk: “We Are All We Have”. The Casualties conmovió a los asistentes. “Gracias cabrones”, concluyó el vocal.
