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Ridley Scott, junto con Christopher Nolan, Spielberg y un corto etcétera, es uno de los mejores directores comerciales que existen. Siempre ha sabido abordar sus películas desde una perspectiva adulta e inteligente, a la vez que rebosante de talento. Por su parte, el escritor Cormac McCarthy nos ha traído historias tan notables como No Country for Old Men (2007) o The Road (2009). Fassbender, Pitt, Bardem, Cameron Díaz y Penélope Cruz suena como un buen reparto, ¿no? Cuando uno piensa que nada puede fallar, todo se viene abajo.
Carlos Boyero, uno de los críticos de cine más nefastos que existen, dijo de ella ser un entretenimiento de altura, elogiando sus personajes y diálogos. Sin embargo, no cayó en la cuenta de que la visión de McCarthy, autor del guión original, nos cuenta una historia –concerniente al mundo de la venta de droga en el sur de Estados Unidos– de manera sesgada, desacorde, irreal.
Los diálogos están hinchados de una perorata pretenciosa que, no satisfechos de su abigarrada petulancia, divagan entre una cuestión filosófica y otra, empeñándose en asentar tesis sobre el universo femenino a cada instante.
Scott no parece Scott, sino otro cualquiera; los personajes son caricaturescos, sacados de un cómic, su razón de ser fingida e impostada; Bardem y Díaz están inaguantables; Cruz nunca supo actuar; Pitt sigue con los mismos visajes que viene haciendo desde principios de los noventa. El único que sabe estar, que realmente hace un trabajo notable, es Fassbender, que carga con aplomo todo el peso inocuo de la película, donde todo en ella se antoja movedizo, frustrantemente tonto, desesperadamente sensacionalista, tendencioso y pendenciero.
El problema de base radica en querer abordar una temática peliaguda, como es el tema de la droga entre la frontera de Estados Unidos y México, inflando la historia de una seriedad suprema en medio de una estética deliberadamente artificial y manierista. Si a esto sumamos lo absurdo, lo falto de ritmo de las situaciones, nos topamos de lleno y sin esperarlo con una de las peores películas de Ridley Scott.