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En plena víspera navideña, Sin Dee Rella es liberada tras cumplir su condena de 28 días en prisión, y se reúne con su mejor amiga Alexandra para celebrarlo. Mientras conversan, esta última comete una indiscreción, por lo que tiene que confesarle a Sin Dee que su novio (y padrote) Chester la ha estado engañando con una mujer mientras estuvo presa. Esta revelación detonará una implacable búsqueda por las calles de Los Ángeles, California.
Filmada en su totalidad usando únicamente tres iPhone 5s y obteniendo el reconocimiento de la crítica especializada y de cineastas de culto como John Waters, el más reciente largometraje del oriundo de Nueva Jersey Sean Baker, es una hiperquinética comedia que acontece durante las 24 horas previas a Navidad, y que es protagonizada por las noveles actrices transgénero Kitana Kiki Rodriguez y Mya Taylor (esta última reconocida con un Independent Spirit Awards por su trabajo en la película) que interpretan a dos prostitutas con una sólida amistad, y que al develarse la infidelidad de la pareja de Sin Dee, se lanzan por callejones, hoteles, refugios para indigentes, locales de comida, bares y diversas esquinas en pos del infiel proxeneta y su amante.
Esta búsqueda (orquestada por Baker como todo un tour de force) las lleva a encontrarse/involucrarse/enfrentarse con otras prostitutas (transexuales y no), adictos, narcomenudistas, vagabundos, algunos clientes ocasionales, policías, taxistas y hasta una familia de origen armenio, entre otros.
Dicha procesión de personajes -casi todos marginados, apagados, cínicos y desesperanzados-, en conjunto con los escenarios en donde transcurre la trama, fungen como instrumentos para mostrar una cara sórdida y nada glamorosa de esa ciudad (y de la sociedad) estadounidense. Sin embargo, el director evita caer en el tremendismo, la gratuidad o el regodearse en la miseria humana al conferir al filme un tono desenfadado, natural y auténtico canalizado a través de su dúo protagónico, y aderezado con un humor ácido y espontáneo. La evidente química entre sus protagonistas -amigas en la vida real desde mucho antes de que iniciara el rodaje-, funciona muy bien en pantalla, plasmando en ella instantes genuinamente divertidos o conmovedores.
La cinta además goza de un ritmo ágil y dinámico, esto gracias a que en un momento dado -y atinadamente justificado en el guión- el relato se bifurca en dos y hasta en tres líneas argumentales, lo que permite no sólo abarcar mayor territorio en términos narrativos, sino que da la oportunidad de que las historias individuales de cada personaje crezcan. Estas líneas fluyen de forma paralela, tocándose y separándose continuamente hasta converger en un paroxístico desenlace, donde el director nos tiene preparadas un par de sorpresas adicionales.
Una frenética edición y una explosiva y ecléctica selección musical que echa mano del techno, dance, hip hop y música clásica, acentúan el vertiginoso ritmo de una historia que es entretenida, escandalosa, triste, desmadrosa y tierna. Tal y como lo son las mismas Sin Dee y Alexandra.
Hecha en el ánimo del mejor cine independiente norteamericano, Tangerine: chicas fabulosas es una historia divertida, intensa e inolvidable a su muy particular modo.