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Pocos días antes de irnos al Festival Internacional de Cine de los Cabos, fui a platicar con su director general Alonso Aguilar. Él ya estaba hablando de esta película, y cuando nos lo volvimos a encontrar en el evento, mencionaba los detalles de la próxima gala de clausura, finalmente confesando: “Ya tengo muchas ganas de que la vean”. Llegó el día, terminó la gala, y me quedé con la impresión de que no había exageraciones en las expectativas de Aguilar. Steve Jobs, película dirigida por Danny Boyle, es todo lo que uno esperaba de un guion de Aaron Sorkin.
Quizá faltaría una advertencia al inicio de la función al estilo American Hustle, que leyera: “Algunos de estos hechos sí sucedieron”. Si alcanzaste a seguir aunque sea con mediano interés las trifulcas después de The Social Network —especialmente instigadas Mark Zuckerberg—, entonces recordarás que Sorkin es la definición encarnada de “libertades creativas”. Sorkin incluso pudo platicar con todos los personajes de esta trama (menos Jobs obviamente); el cofundador de Apple, Steve “Woz” Wozniak (Seth Rogen); la mano derecha de Jobs por casi toda su carrera y directora de marketing, Joanna Hoffman (Kate Winslet); el CEO de Apple y figura paterna, John Scully (Jeff Daniels); el científico en informática, Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg); la hija que solía desconocer, Lisa Brennan-Jobs (Perla Haney-Jardine, y otras dos actrices, por cuestión de edades); así como la madre de Lisa, Chrisann Brennan (Katherine Waterston). Pero a razón de lo que algunas de estas personas y otros íntimos de Jobs han comentado en entrevistas, Sorkin se pasó sus testimoniales por donde quiso.
El filme se divide en tres partes, cada una condensando un periodo de la vida de Jobs dentro de un día crucial, en el que lanza un producto parteaguas para su carrera: parte 1, filmada en 16mm, muestra el lanzamiento de la Apple Macintosh en 1984; parte 2, filmada en 35 mm, muestra el lanzamiento de la NeXT Computer en 1988, con su nueva compañía después de que lo sacaron de Apple; parte 3, filmada digitalmente, nos lleva a 1998, durante el lanzamiento de la primera iMac, y versión final de Steve Jobs, un maestro místico de Silicon Valley con anteojos, cuellos de tortuga negros, dad jeans y tenis. Y a partir de su regreso a Apple, todo fue miel sobre hojuelas —excepto el cáncer—, así que no hubo interés en filmar esa parte.
Michael Fassbender no se parece físicamente en nada a Steve Jobs, a excepción quizás de esa última etapa. Pero en la calmada obsesión de su personaje hace entrega de lo que (algunos) dicen era como el verdadero Jobs; un huérfano hambriento por tener el control que le faltó en los primeros días de su vida. Ni Sorkin ni Fassbender glorifican al empresario, quien por momentos puede parecer como el cabrón más desalmado, incluso con su hija de cinco años, a quién le dice tajantemente que no, la computadora LISA no fue nombrada por ella (sí lo fue).
Tras bambalinas todo sucede en cuestión de segundos, y el ritmo del director Boyle —acostumbrado al más puro frenesí cinematográfico— no decae ni por un momento. De igual manera, es la vida de Jobs condensada en unas dos horas, así como Sorkin condensó su personalidad en tres eventos de su vida, dejando de lado los momentos alivianados del emprendedor, como dijo “Woz” en entrevista para Bloomberg. Es del interés de Sorkin y Boyle dramatizar cada segundo la existencia de su sujeto, dándole un mayor sentido de trascendencia a su propio trabajo. ¿Un Jobs simplemente echándose unas cheves? No lo creo.
La película es el análisis de un genio que, como varios han señalado, no diseñaba y no programaba. Pero como Jobs decía, él no tocaba un instrumento, él era el director de la orquesta. ¿Será que en nuestro mundo moderno, nuestros genios ya no son "hombres de renacimiento" como lo era antes un Da Vinci, sino son solo personas realmente perseverantes? Tú échale un ojo a este triunfo en cuanto a producción, imágen y actuaciones y llega a tu propia conclusión.