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Por una casualidad, Isabel y Nicolás se conocen en la estancia de un hospital. Ese será el inicio de una serie de encuentros y desencuentros que culminarán en un romance entre ambos.
Aunque no todo es miel sobre hojuelas, y menos en el amor.
Cada uno de ellos tiene un background que les ha hecho ser muy reservados en lo que a sus sentimientos se refiere: ella sufrió la pérdida de su hermano y esto provocó que su padre abandonara el hogar y que su madre quedase hundida en una fuerte depresión que la orilló, incluso, a tratar de quitarse la vida. La única válvula de escape que Isabel tiene son sus espontáneos y fogosos encuentros con un joven amante. Nicolás, por su parte, se dedica a la fotografía y le encanta practicar el buceo, pero padece de epilepsia desde niño y ha llevado una vida controlada y casi normal…, hasta que vuelve a sufrir ataques y ausencias propias de la enfermedad, y se enfrenta a la nada fácil decisión de someterse a una cirugía que puede costarle la vida o tener desastrosos efectos secundarios.
Nuevamente, la intimidad de una pareja es el eje central sobre el que gira el nuevo filme de la cineasta Katina Medina Mora. Pero a diferencia de Lu-To, su obra anterior, aquí no se trata la muerte de una relación sino de cómo nace una, a través de un parto doloroso. Los miedos e incertidumbres del dúo protagónico, aunados a la dificultad para afrontarlos y externarlos, más el fantasma de la muerte que ya ha golpeado a Isabel y acecha a Nicolás son los obstáculos que tienen que sortear. Y la única forma de hacerlo es a través de la confianza, la entrega total y el amor profundo. En pocas palabras: en aprender a sumergirse el uno en el otro, sin reservas ni restricciones
Medina Mora muestra una mejoría en relación a su trabajo previo: sus personajes se perciben más trabajados, logra que el espectador se interese por ellos. Además, el uso de tomas submarinas de diversa índole como metáfora de la entrega emocional mencionada anteriormente funciona bien para darle vistosidad al relato. Otra decisión atinada fue presentarnos a los personajes de forma separada, haciendo que cada uno cuente su versión –personal, distinta y complementaria a la vez– de lo ocurrido previo al inicio de su romance.
La película, sin embargo, no está exenta de fallas. Aunque es notable que la directora trate de mantener un equilibrio, un tanto precario, entre el cine comercial y uno más personal, pero la apuesta, por momentos, no le reditúa buenos resultados, y tal vez a causa de ello a la trama le hace falta ese algo que la vuelva más intensa, más envolvente, lo que hace que en ocasiones raye en la monotonía y el relato pierda fuerza.
Sabrás qué hacer conmigo es un escalón ascendente en la carrera de una autora con notables cualidades, que sigue creciendo, avanzando y gestando esa gran filmografía que llegará en un futuro no muy distante.