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En 1989, el cineasta alemán Peter Fleischmann dirige una adaptación de la novela Trudno byt’ Bogom (Qué difícil es ser un dios) de los Strugatski, la cual no fue del agrado de ellos y le criticaron duramente, no importando que el guión estuviese a cargo de Jean-Claude Carrière (colaborador de cabecera de Luis Buñuel) y que Werner Herzog (otro gran realizador germano) estuviese en uno de los papeles estelares. Gran parte de su descontento tenía que ver con el hecho de que ellos siempre han preferido que sus obras sean adaptadas al cine por realizadores soviéticos (entonces) o rusos (ahora). Y de hecho, ellos postulaban a Aleksei German (nacido en Leningrado) como la persona idónea para adaptar su novela escrita en 1964. Esta reacción negativa desembocaría en que por fin, en 2013 sus deseos se harían realidad, aunque ninguno de ellos viviría para verlo: Arkadi falleció en 1991, Boris en 2012, y el mismo German fallecería poco después, siendo este su filme póstumo.
La historia transcurre en un tiempo futuro, en el cual un grupo de científicos arriban al planeta Arkanar, el cual descubren que se parece mucho a la tierra en tiempos medievales, previos a la llegada del Renacimiento. Así que deciden ayudarles a encaminar a esta rudimentaria civilización hacia el progreso. Sin embargo, las cosas no salen como ellos habían pensado.
Don Rumata (uno de dichos terrestres) hace esfuerzos por traer algo de luz a ese mundo gris (acosado por constantes lluvias y una ominosa neblina) y por transmitir a algunos de esos individuos un poco de sus conocimientos para el beneficio de la colectividad. Sin embargo, se topa con una sociedad degradada, corrompida, que no parece tener intención de avanzar y están más interesados en regodearse en su propia miseria y codicia. Poco a poco, él mismo comienza a contagiarse de tal hastío y degeneración, hundiéndole en esa descomposición orgánica y social, haciéndole abusar de su condición de divinidad local y (por ende) de su señorío en esas tierras, para finalmente encolerizarlo, desatando su ira en contra de una masa sucia, codiciosa, grosera y embrutecida por todo tipo de excesos.
La fotografía en blanco y negro de Vladimir Ilin y Yuriy Klimenko complementa perfectamente esta idea de un mundo apagado, repleto de inmundicia, porquería y putrefacción indiscernibles, y que se cierne sobre los protagonistas no importa a donde se dirijan ni lo que hagan. La pudrición y decadencia les sigue a todos lados. Tal percepción es reforzada con tomas cerradas, en espacios abigarrados de objetos y personas; en los que la cámara efectúa reiterados planos secuencia, mientras otras personas y objetos se interponen de forma constante entre los intérpretes y la perspectiva del espectador, dando la impresión a este último de que se encuentra hacinado junto con los actores en esos claustrofóbicos espacios, creando una sensación irritante, opresiva, pesadillesca e hipnótica a la vez.
Qué difícil es ser un dios redunda sobre la condición humana en su aspecto más ruin y empobrecido, aquel que asfixia toda posibilidad de un crecimiento y evolución, y exalta por el contrario un cruel egoísmo, un hedonismo rampante y la carencia de cualquier restricción ética; creando con ello un torbellino lóbrego y repugnante que termina por devorarlo todo. Un grandilocuente y pesimista testamento.
Puedes ver la película en la Cineteca Nacional en los siguientes horarios:
Martes 16 de junio de 2015
Sala 10 : Luis Buñuel, 20:15 hrs.
Miércoles 17 de junio de 2015
Sala 10 : Luis Buñuel, 20:15 hrs.
Jueves 18 de junio de 2015
Sala 10 : Luis Buñuel, 20:15 hrs.