Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Olivia Corsini y Serge Nicolaï son una pareja que además de compartir sus vidas tienen una misma profesión: el teatro. Y parece irles muy bien, sobre todo cuando la compañía para la que trabajan les tiene preparada una gran sorpresa: una nueva puesta en escena de La Gaviota de Antón Chéjov, de corte internacional en donde ellos interpretarán a Arkadina y Trigorin respectivamente. Por si fuera poco, la vida pareciese colmarles de bendiciones cuando descubren que Olivia está esperando un bebé.
Sin embargo, la alegría inicial comienza a diluirse cuando se diagnostica que el embarazo de la actriz es de alto riesgo y que debe que guardar reposo absoluto, por lo que deja los escenarios y se enclaustra en su departamento. Allí, entre los muchos ratos que pasa en solitario, reflexiona acerca de lo que la maternidad realmente significa, y tiene que enfrentarse a diversos temores tales como la soledad, los celos -sentimentales y profesionales-, y la locura.
Olmo y la gaviota se filmó con el actor y director Tim Robbins fungiendo como productor ejecutivo, contando con la dirección de dos jóvenes cineastas: la brasileña Petra Costa y la danesa Lea Glob, quienes fueron invitadas por el Copenhagen International Documentary Film Festival (CPH:DOX) para rodar un proyecto a dúo. Ambas deseaban realizar una obra que se enfocase en una temática eminentemente femenina. El resultado es esta docuficción que sigue a su protagonista durante un buen tramo de su gestación y el aislamiento forzoso derivado de su delicada salud.
Durante su encierro, Olivia es invadida por la claustrofobia y la frustración por no poder seguir llevando una vida normal debido a su embarazo. Y las transformaciones que su cuerpo experimenta la llenan de incertidumbre y miedo. Se enfrenta a una experiencia que, al contrario de lo que las convenciones sociales y los medios se han esmerado en edulcorar, le resulta desconocida, atemorizante y, en sus propias palabras, “totalmente abstracta”. El notar que su cuerpo cambia y se amolda para recibir una nueva vida no le es del todo agradable y le inquieta. “No es fácil entregar una parte de ti”, afirma con un tono desencantado.
A estas aprensiones se suman otras: ¿tendrá que renunciar a sus logros obtenidos tras diez años de trabajo para entregarse por completo a la tarea de ser madre?, ¿La llegada del bebe implica el final de su carrera y de su libertad?, ¿a partir del alumbramiento debe de reescribir su vida y crearse una nueva identidad?, ¿qué hay de su relación con Serge?, ¿es verdaderamente el amor de su vida?, ¿cómo será su relación cuando se conviertan en padres?
Todas estas reflexiones y dudas que le asaltan son expresadas/recreadas a cuadro a través de monólogos en off que van detallando sus pensamientos, o bien a través de conversaciones íntimas que sostiene con Serge, donde externa estas incógnitas y temores, al tiempo que brotan diversas fricciones entre ellos, emanadas justamente de su inminente paternidad.
En algún punto de la película es manifiesta la complicidad existente entre observadoras y observados. Siendo actores profesionales, Olivia y Serge saben cómo articular, verbal y corporalmente, emociones para la cámara: cómo conmover, angustiar y hacer reír al espectador. Por si fuese poco, de modo ingenioso emplean el texto original de La Gaviota de Chéjov como vehículo para expresar sus propias desazones, inquietudes y anhelos. El juego entre la ficción y la realidad, así como el particular retrato que ofrece el ser madre, son los principales atractivos de este filme.