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Asher es un chico sordomudo agobiado por la pérdida de su hermano Chester, al ser asesinado por Ivan, el brutal padre de ambos –y responsable de que perdiese el oído a temprana edad– tras sorprenderlo teniendo relaciones con una jovencita y despertar en él sus celos. A consecuencia de ese hecho, su de por sí pobrediablesca existencia quedaría marcada para siempre. Y las cosas empeoran cuando un día les avisan que Ivan será puesto en libertad.
La noticia de la prematura liberación de su padre hace aflorar en el muchacho emociones que permanecían latentes, y su mente es ocupada por un único pensamiento: el de vengar a su hermano. Ataviado con unas gafas oscuras y una piel de lobo (favorita de Chester) además de una pequeña libreta donde anota lo que desea decir; Asher se da a la tarea de localizar e intentar asesinar a su progenitor, lo cual no es fácil porque Ivan es un salvaje exboxeador y excombatiente muy rudo y duro de pelar.
El debut en pantalla grande de Sean Brosnan, nada menos que el vástago del conocido actor Pierce Brosnan –quien funge como productor–; es la crónica de un despiadado enfrentamiento entre dos antagonistas que aunque comparten un vínculo tan estrecho, no pararán hasta acabar con su oponente: Asher (quien ha decidido volcar contra su padre todo el dolor y el odio acumulado por años de abuso y marginación) e Ivan (un hedonista abusador y violento quien no repara en aniquilar aquello que se le interponga, sea lo que sea).
Impulsados febrilmente por sentimientos primarios como el odio y el rencor, el choque de estos personajes derivará en una espiral de violencia y muerte que alcanzará a todo aquel que se encuentre cerca de ellos, en una trágica confrontación que va de lo freudiano a lo bíblico, esto último subrayado por el uso constante de pinturas como El sacrificio de Isaac de Caravaggio, intercaladas en diversos momentos de la historia.
El escenario donde el relato transcurre en una región pobre de Louisiana, retratada aquí como un lugar permeado por la ignorancia, la falta de ley, el cinismo, la doble moral y el fanatismo religioso. Para acentuar el tono oscuro de la historia, el director opta por una paleta de colores neutros y apagados, alternados con escenas filmadas en blanco y negro justificadas estas como una serie de flashbacks que sufre el protagonista.
La trama y la forma en que se ahonda en el conflicto interno del protagonista central emparentan a este trabajo con Cenizas del pasado (Blue Ruin, EUA, 2013) del también norteamericano Jeremy Saulnier, aunque el filme de Brosnan intenta además enriquecer su historia introduciendo otros elementos que la maticen. Además de los ya mencionados insertos pictóricos, echa mano de una voz en off que nos describe lo que Asher siente (o lo que ha dejado plasmado en una carta dirigida a Nana, la mujer de la cual se ha prendado, y que fue la causa por la que Ivan matase a Chester), así como de una serie de escenas y situaciones que van de lo conmovedor a lo indignante, de lo sublime a lo impactante, de lo humoroso a lo irritante y de la realidad descarnada a alucines de pesadilla.
De esta inusual y variada mezcla surge un relato intenso y duro, pero también melancólico y poético –debido seguramente a que Brosnan inicialmente estudió poesía–, sobre una revancha que se intuye no llegará a buen término y que solo traerá más dolor a las vidas de los involucrados, pero que paradójicamente le dará algún tipo de paz al alma atormentada de Asher. Una Ópera prima que si bien no es perfecta, es bastante afortunada.