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Una joven alimenta, convive y cuida de Jack, su pequeño hijo, quien a sus cinco años es como cualquier niño normal: inquieto, juguetón, y le gusta indagar sobre todo lo que le rodea. Pero sobre todo, tiene mucha curiosidad sobre lo que parece haber (aunque no esta seguro de qué es) más allá de las paredes de la pequeña habitación en la que él y su madre están confinados desde que tiene uso de razón, y de la cual nunca han salido.
Este es el increíble y escabroso punto de partida de La habitación, el quinto largometraje del irlandés Lenny Abrahamson (Adam & Paul de 2004, Frank de 2014), cuyo eje central es el amor y la devoción de una madre por su hijo, bajo condiciones extraordinarias: ambos se encuentran en un cautiverio forzado desde hace años.
Aislados del resto de la humanidad y sin posibilidad de contacto con el mundo exterior (a excepción de lo que una pantalla de televisión puede darles), la joven y su retoño sólo se tienen el uno al otro, por lo que la primera ha procurado durante todo ese tiempo tratar de criar al niño en un ambiente equilibrado, amigable y feliz, tanto como su desesperada y sombría situación le permite, por lo que el niño ha crecido, dentro de lo que cabe, física y emocionalmente saludable, ajeno a la terrible realidad que les rodea. Pero en un momento determinado, la madre sabe que Jack terminará por descubrir la verdad, por lo que intenta buscar alguna forma de escapar de su aprisionamiento.
El guión de la cinta esta basado en el best-seller de la escritora canadiense Emma Donoghue, siendo ella misma la responsable de su adaptación cinematográfica. La novela, editada en 2010, fue inspirada a su vez por el caso de la austriaca Elizabeth Fritzl: una mujer que fue secuestrada por su propio padre cuando tenía 11 años, y que estuvo encerrada en un sótano durante el transcurso de 24 años, y en donde concibió siete hijos, frutos de reiterados abusos sexuales perpetrados por su captor. Un suceso en el que la realidad supera cualquier ficción.
Sin embargo, lo que pudo haber sido un oscuro thriller, en manos de la mancuerna Abrahamson/Donoghue se convierte en un profundo y emotivo drama centrado principalmente en la relación de los dos protagonistas, encarnados por la actriz Brie Larson y el niño Jacob Tremblay, quienes consiguen una química portentosa en pantalla, logrando momentos que van de lo más tierno a lo verdaderamente estremecedor.
A pesar de lo oscuro del tema abordado, La habitación es de alguna forma un sublime canto al amor y a la vida que se imponen sobre la violencia y el dolor. Esto se hace patente sobre todo en el segundo acto del filme, cuando Jack y su madre consiguen casi milagrosamente su libertad, y el primero tiene que enfrentarse a un mundo desconocido, enorme, estridente, vertiginoso, que le intimida y le aterra, mientras que la segunda se encuentra con que la vida de sus familiares, amigos, y de todos sus demás conocidos aparentemente siguió su curso natural, como si nada hubiera ocurrido, lo que la hace sentir marginada, llenándola de ira y frustración y hundiéndola en una profunda depresión. Sólo el cariño, paciencia y empatía que madre e hijo se tienen (y el de aquellos que les rodean y verdaderamente los estiman) les brindará algo de consuelo y la fortaleza necesaria para aceptar lo ocurrido, sobreponerse a ello y poder seguir adelante con sus vidas.