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Después de un par de secuelas fallidas y a 22 años del estreno de la película original, llega una cuarta entrega que funciona como una continuación directa de la primera, ignorando lo sucedido en las otras dos, y en la que queda claro que hay veces en las que las personas simplemente no logran aprender de los errores del pasado.
Al igual que en la vida real, en Jurassic World ya han pasado dos décadas desde que un grupo de sobrevivientes logró escapar de la Isla Nublar. En esta ocasión nos encontramos con un parque completamente funcional que recibe miles de visitantes de todas partes del mundo y en el que los dinosaurios están bajo control.
La historia comienza con los hermanos Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins), quienes visitan a su tía Claire (Bryce Dallas Howard), la directora del destino turístico. El conflicto inicia esta vez con la temible presencia del Indominus Rex, una nueva especie genéticamente modificada, que mata por deporte y es sumamente inteligente, la cual logra escapar y pone en riesgo a todos.
En medio del caos y la histeria colectiva, uno de los entrenadores, Owen (Chris Pratt), aparece para tratar de controlar la amenaza y ayudar a quienes necesiten de sus habilidades con los dinosaurios, sobre todo si se trata de velociraptors.
La trama de Jurassic World tiene algunos huecos e inconsistencias; sin embargo, también cumple lo que promete con buenas dosis de acción, humor y suspenso, al igual que con algunos sustos cortesía de los animales jurásicos.
Esta cinta funciona a la perfección para entretener a todos los que van al cine con ganas de ver un blockbuster palomero para pasar un buen rato y también logrará dejar satisfechos a casi todos los fans de Jurassic Park.