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Tras haber explorado el mundo de las familias dentro de la industria porno en Boogie Nights, las familias unidas por casualidad y destino en Magnolia y las familias consumidas por la ambición en Petróleo Sangriento, Anderson deja atrás todo vínculo hereditario para adentrarse en las desventuras de un investigador privado poco convencional y las conexiones que entabla con el inframundo angelino. Sigue siendo un mosaico de personajes atípicos, pero pintados con una brocha más gruesa y de colores caleidoscópicos, pero más sucia y desventajada.
Nuestro protagonista, Doc Sportello (Phoenix) es convocado por su ex amante, Shasta Fay Hepworth (Waterston, una revelación) para que investigue el paradero de Mickey Wolfmann (Eric Roberts) su actual amante y magnate venido a menos. Hasta aquí parece otro noir digno de Raymond Chandler, donde todos traicionan, la mujer es una femme fatale y cada detalle importa. Pero esto es Thomas Pynchon, de quien Anderson adapta la novela fuente. A partir de esto, nada tiene sentido, todas las pistas no llevan a algo concreto y cada contacto al que se acerca Sportello está más trastornado e inútil que el anterior. ¿Importa acaso esta falta de coherencia? Absolutamente no. Nosotros sólo estamos ahí para dar el viaje junto al Doc.
Todos los toques típicos de Anderson están ahí: planos secuencias majestuosos bajo la lente de Robert Elswit, edición vertiginosa, parlamentos jocosos y un score inusual y perturbador de Jonny Greenwood. Lo que sigue sorprendiendo es su manejo actoral, con Phoenix y compañía realizando interpretaciones locuaces y ajenas al trabajo usual de cada histrión. ¿Martin Short como dentista pervertido? ¿La queridísima Reese como un acostón casual? ¿La diosa indie Joanna Newsom como narradora/pitonisa imaginaria? Y esto sólo es lo que sale en el tráiler.
Seamos honestos: la cinta probablemente polarizará a muchos con sus opiniones. Tampoco generará grandes ingresos en taquilla y hasta dejará media sala vacía antes de que llegue a la mitad. Pero tiene todos los ingredientes para ser una bien ponderada película de culto. Estoy casi seguro de que en un par de años la gente estará disfrazada como Doc o como el taimado detective ‘Big Foot’ (Brolin) y recitará líneas como salmos en Semana Santa. ¿Recuerdan el efecto ‘Big Lebowski’? Seguro será el destino del séptimo largometraje de Anderson. Y no es un destino nada malo.