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Carneros

Una película directo de Islandia. Esto es Carneros.

Desde la lejana Islandia nos llega el cuarto largometraje (y segunda incursión en el cine de ficción) del cineasta Grímur Hákonarson, que resulta ser una emotiva cinta sobre dos personajes distanciados por las circunstancias, y que la adversidad los pone en un camino que ninguno de los dos esperaba.

Gummi y Kiddi son dos hermanos de edad mayor. Ambos viven en solitario y se dedican a la crianza de ganado ovino. A pesar de que sus respectivas granjas se encuentran una al lado de la otra, desde hace 40 años no se dirigen la palabra por un desacuerdo que tuvieron tiempo atrás, y la única comunicación que tienen es a través de recados escritos que se envían por medio de un perro que hace la función de mensajero. Estos hermanos no solo no se llevan bien, sino que entre ellos hay una encarnizada rivalidad que alcanza su punto álgido cuando cada uno de ellos lleva su respectivo carnero a una competencia local que premia al mejor ejemplar.

Pero al término de la contienda sucede algo inesperado: gracias a una denuncia de Gummi se descubre que la oveja ganadora (que no es otra sino la de su hermano Kiddi), padece de una enfermedad infecciosa y letal. Tras reportarlo a las autoridades correspondientes, se inicia una investigación entre todas las familias de esa región que tienen ese tipo de ganado; detectando más casos. La solución al problema es contundente y radical: es necesario sacrificar a todos los animales del pueblo para evitar que se expanda el brote epidémico.

Nadie en la comunidad toma este anuncio de buen grado, porque que los carneros son su principal fuente de ingresos. Y Gummi y Kiddi mucho menos, ya que la crianza de ganado constituye el sentido entero de su existencia, y su familia se ha dedicado a criar y preservar un verdadero linaje de estos animales. Por lo que cada uno de ellos intenta evitar a su modo que sus carneros sean exterminados y que dicho linaje llegue a su fin. Pero cuando las cosas toman un giro inesperado, se ven obligados a dejar a un lado sus diferencias para unir esfuerzos en pos de preservar a sus últimos ejemplares y en el proceso, salvar su razón de existir así como su propia relación familiar.

Partiendo de esta sencilla y pintoresca anécdota, el director edifica un drama conmovedor contado de manera austera pero efectiva, valiéndose tan solo de un puñado de personajes (y cientos de carneros) para recrear con un tono naturalista y circunspecto pero no exento de una comicidad espontánea; las vicisitudes de dos personajes unidos por la adversidad, que luchan por aquello que da sentido e identidad a sus vidas, aunque tengan que poner en riesgo su integridad.

Al igual que lo hiciera su compatriota Benedikt Erlingsson con Historias de caballos y hombres, Hákonarson nos presenta una serie de viñetas y personajes surgidos del cotidiano de su país como trasfondo de sus historias. De hecho, ambas películas dialogan tan bien entre sí, que casi podría decirse que forman un díptico perfecto que plasma con meticulosidad los paisajes y el contexto rural de esa región, a partir de los cuales se construyen relatos modestos en sus propuestas y puesta en escena, pero de grandes alcances narrativos, emotivos y de contenido.