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Ange es un exitoso y maduro arquitecto que lleva una vida despreocupada, y por las noches se dedica a parrandear saltando de bar en bar, de pareja en pareja y de cama en cama. Un día, una desconocida de nombre Gabrielle se aparece en su oficina para darle una noticia: su propio hijo Simon ha embarazado a Claire, quien es hija de la mujer en cuestión, pero al parecer este no quiere reconocer al bebé, por lo que busca su ayuda para persuadirlo a cambiar de opinión.
Él, en principio, se muestra renuente a ayudar, ya que no tiene una buena relación con Simon -al cual nunca frecuenta y a duras penas reconoce como su vástago-, pero termina cediendo. Al reunirse con su hijo, además de descubrir la realidad de lo ocurrido, se percata de que le conoce muy poco. De forma análoga, Gabrielle se sorprende al enterarse de los verdaderos hechos, y no comprende muy bien las razones de Claire tras su radical decisión.
Y mientras los atribulados padres lidian -a su modo- con la inminente llegada del bebé y la particular situación con sus respectivos retoños, entre Ange y Gabrielle se genera una chispa que gradualmente se transforma en amor. Una romance que tampoco es nada fácil, ya que este último no está muy dispuesto aún a abandonar la libertad que la soltería le proporciona para involucrarse en serio con alguien.
El segundo largometraje de la francesa Anne Giafferi, una realizadora cuya carrera se ha desarrollado mayoritariamente en la televisión, es una comedia romántica protagonizada por un hombre que desea seguir viviendo como si siguiera siendo un jovencito, y su contraparte es una mujer que lidia con ser madre, abuela, empleada y amante a un tiempo, con las dificultades derivadas de ello. La trama toca temas como la paternidad o el miedo a madurar y asumir responsabilidades.
Desafortunadamente, la formación televisiva de la realizadora se hace demasiado evidente, dando como resultado un filme que no logra trascender el formato de la pantalla chica, ejecutado de forma rutinaria y muy convencional, imitando el estilo de muchas comedias hollywoodenses similares, aunque elaborado -eso si- de forma correcta, logrando entretener. Y los actores elegidos para encarnar al dúo de adultos contemporáneos que conducen la historia es una de las decisiones más atinadas.
Amor por encargo está muy lejos de aportar algo novedoso al género, pero es lo suficientemente disfrutable para verla si lo que se busca es algo muy ligero para pasar el rato, y alejarse de los blockbusters veraniegos propios de la temporada.