Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Existen directores cinematográficos con una cosmovisión audiovisual particular –cruel, obsesa, futurista, esperanzadora, cómica– que funcionan como un cerebro de dos cabezas. Da la impresión de que no podrían estar trabajando en solitario con su nombre al frente. Prefieren que el apellido sea la firma. Se trata de la pareja de hermanos que operan como iguales o desarrollan sus labores en diferentes grados del rodaje, pero se complementan para entregar trabajos interesantes, inquietantes o emotivos. Por ejemplo, el bicéfalo de los hermanos Coen (Ethan y Joel), o los hermanos Taviani (Vittorio y Paolo), o los antes hermanos y ahora hermanas Wachowski (Lana y Lilly), los hermanos Dardenne (Jean-Pierre y Luc) y los hermanos Pang (Oxide y Danny); por mencionar a los más exitosos en cuanto a producciones “logradas” y los más conocidos como dupla, aunque también podríamos mencionar a Christopher Nolan dirigiendo y a su hermano Jonathan co-escribiendo, o al manchego Pedro y su productor de cabecera Agustín Almodóvar. Y hay señales que orientan a pensar en una nueva mancuerna –en el terreno del thriller– colocando su apellido como emblema de emotividad: los Hermanos Duffer.
Los gemelos Russ y Matt Duffer –32 años– crecieron en Carolina del Norte viendo 10 o 20 veces cintas ochenteras como E.T., Jaws o The Goonies. Lo mismo ciencia ficción que thriller, el horror y el terror alimentaban sus deseos por narrar historias. Ahora traen de la mano de Netflix, un mundo en el que convergen todas esas referencias: Stranger Things. La historia situada en Indiana –en la America más americana, la América más misteriosa, la América olvidada, la misma América donde ocurren fenómenos extraterrestres en Close Encounters of the Third Kind– es detonada por la desaparición de Will Byers en medio de montañas, bosques siniestros, cielos despejados y noches estrelladas. Lo único que queda del pequeño hijo de familia disfuncional es la bicicleta abandonada, su madre Joyce –tremenda Winona Ryder– emprende un tour de force junto con los amigos del desaparecido, los entrañables Lucas, Dustin y Mike, para buscarlo en lugares inimaginables.
Poco a poco la serie muestra su background, el retorno a los iconos cinematográficos y a los grandes cineastas de décadas anteriores que no solo aparecen como referencias gráficas para contextualizar 1983, el año en que sucede el misterio, sino con algunas de sus técnicas narrativas y valores de producción. Va más allá de colocar pósters de Jaws en las paredes de las habitaciones, son los característicos reflejos de luz de Steven Spielberg, su paleta de colores en la serie, el grupo de chicos montando bicicletas como en E.T., aventurándose al peligro como la pandilla de The Goonies, contactando a través de lo paranormal como en Poltergeist y creando ambientes de fraternidad dentro de un grupo dispuesto a sacrificar todo para encontrar a Byers.
Las figuras de George Lucas están en los diálogos, en el póster oficial de la serie y, más importante aún, en la figura central de Eleven, la niña con poderes telequinécticos. Heroína rechazada por su naturaleza y explotada por un grupo de científicos. Ridley Scott y su Alien están en ese monstruo amorfo, con la quijada abierta de par en par, la dentadura afilada y el líquido viscoso que segrega sobre los cuerpos antes de devorarlos. Se mueve entre las sombras, con la misma ubicuidad del personaje imaginado por HR Giger y también nace de un huevecillo como la bestia espacial de 1979.
It, la encarnación del mal, el devorador de infantes que adoptaba múltiples formas y que en la serie estadounidense primero era payaso y al final era una araña, secuestraba a las víctimas y después las colgaba de la pared con una peculiar telaraña en unas cloacas tenebrosas, muy similar a The Upside Down (“El otro lado” en español), el sitio en donde la bestia negra de Stranger Things habita y mantiene adheridas a sus presas. El universo de la literatura de Stephen King permea en los ocho capítulos de la primera temporada combinando algunos aspectos visuales más recientes como el espacio en negro en donde “Eleven” entra en contacto con lo desconocido, muy ligado al abismo líquido de Under The Skin en donde Scarlett Johansson en su faceta de alienígena, consume hombres.
El maestro del horror, John Carpenter, caracterizado entre otras cosas por la pulsión latente a través de los sintetizadores siniestros de sus filmes más emblemáticos (The Thing y Halloween), es la clave dentro de la banda sonora que Michael Stein y Kyle Dixon de S U R V I V E –firmada con Manequinn Records– han confeccionado exprofeso para este show. Mientras "Should I Stay o Should I Go?" de The Clash es el leitmotiv de Will Byers y Joy Division, The Smiths y Toto, entre otros, forman el sonido de la serie a través de una década que alimentó el sonido actual del rock. Lo producido por los originarios de Austin está moldeado por el futurismo de los synths análogos propios del horror que se aleja de los violines y cuerdas, produciendo beats que esconden latidos y wooshes ensordecedores que ya se aprecian en el debut homónimo de S U R V I V E.
Este álbum publicado en 2012 contiene nueve tracks de un octanaje sobresaliente, que los amantes del synthwave encontrarán adictivo. La vibra que emerge de su música es similar a lo que el francés Kavinsky produjo para Drive con "Nightcall". Peculiar combinación que sitúa los temas a medio punto de la canción popular y la atmósfera.
Pero tantas referencias narrativas, visuales y sonoras vienen con una interrogante: ¿Los gemelos Duffer han homenajeado en demasía hasta convertir su debut televisivo en un pastiche sin originalidad? No cabe duda de que el talento del dúo que escribe, produce y dirige la mayoría de los episodios va más allá de las ideas que toman para construir su propio universo. Stranger Things es auténtica en tanto logran darle forma única a los elementos, a los personajes, a las situaciones, a los diálogos y a como todo eso interactúa dentro de los ejes que Russ y Matt marcan en los Estados Unidos de los 80. El nuevo bicéfalo, de quienes seguiremos escuchando, junto con Netflix lograron una serie que nos afirma una vez más que en esta época el lenguaje audiovisual más potente está en la TV, y no en el cine.