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Un fantasma recorre la producción fílmica contemporánea, es el fantasma del heroísmo. Los superhéroes de las historietas clásicas han devenido paladines del cinematógrafo.
Variadas han sido las propuestas que la industria hollywoodense ha tejido en torno a los superhéroes extraídos del cómic. Desde los primeros intentos más serios por mostrar la figura del personaje de historietas, como sucedió con el Superman de finales de los setenta y el Batman de Tim Burton, hasta los recientes reboots de ambos franquicias y los productos de la mancuerna Marvel-Disney.
Tampoco podemos olvidar los primeros intentos realizados por Marvel para llevar sus héroes a la pantalla grande (tales como el Spider-man de Sam Reimi) ni los Hellboy o la entrañable adaptación Watchmen. Las constantes que han podido percibirse a lo largo de muchas de estas adaptaciones median entre el enfoque cándido o el enfoque más serio y realista. Por un lado, proyectos como el Spider-man de Reimi gozan de una candidez jovial que hasta entonces no se había visto en el cine mientras que el reboot de 2012 a cargo de Marc Webb logró equilibrar mejor el balance entre la seriedad del héroe y la inocencia de las historietas.
Algo similar sucedió entre el Batman de Burton y el de Nolan; el primero se permitió un tono más juguetón y estético mientras que el segundo intentó plantear al héroe irreal dentro de un mundo aparentemente real y sombrío; lo cual ha marcado en gran medida el contraste entre las recientes adaptaciones de Marvel y DC. Mientras Marvel ha sabido lidiar mejor con lo mágico que subyace en la figura del héroe de historieta, DC se ha roto la cabeza intentando plantear al paladín imaginario dentro de los escenarios del mundo posmoderno.
Los resultados hablan por sí mismos, mientras el Batman de Nolan que comenzara dando buenos resultados tuvo un final espantoso, los Avengers de Joss Whedon parecen, al final del día, haber arrasado con las preferencias del público.
Después de haber visto Man of Steel de Snyder podemos notar cómo la tendencia de DC y Warner se repite. El juego simbólico entre un Superman mesías se vuelve por momentos grosero, aburrido y un poco gastado; así como las paradojas morales de Nolan para el personaje de Batman cayeron en declive durante la última parte de la saga. Por otro lado, el sentido del humor de un caótico Iron Man interpretado por Robert Downey Jr. logra una divertida mancuerna al lado de los demás Avengers.
Tal vez lo que le está sobrando a los proyectos de Marvel le está faltando a los héroes de DC. De cualquier forma siempre hay que mediar entre el los fans del cómic y el nuevo target que se intenta cautivar. Quizás ya sea necesario comenzar a jalar a los escritores de comics (Alan Moore, Grant Morrison, Mark Waid, etc.), para hacer los guiones de las películas, o quizá la clave para llevar a los encapuchados del cómic directo a la pantalla grande resida en una mezcla equilibrada entre la ingenuidad intrínseca del quijote y la representación de un mundo cruel y kafkiano.