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En una de las comunidades chechenas marginadas de Austria, la directora Sudabeh Mortezai retrató una infancia que nunca termina de asentarse como el periodo de inocencia, diversión y aprendizaje al que prácticamente todo ser humano tiene derecho.
El caso (ficticio, pero los hay bastantes en la vida real) de Ramasan (Ramasan Minkailov), un niño de once años que rápidamente desciende en un estado depresivo manifestado con violencia, insubordinación y confusión, lo deja a uno pensando si es su entorno de pobreza, junto con su condición como un checheno inmigrante, lo que orilla al chico hacia el fracaso; o si acaso será que simplemente el chamaco es malvado.
Ramasan vive en unos dilapidados departamentos tipos projects americanos de Austria con su madre soltera y dos hermanas menores. La familia sobrevive de la misma manera que una familia pobre norteamericana; es decir, no beben agua de un río estancado. Posteriormente nos enteramos que el padre de Ramasan falleció en una de las tantas guerras entre chechenos y soviéticos, y observamos a la familia tratando de restablecer su dinámica cotidiana con todo y el peso de esta desgracia. La figura paterna en la vida de Ramasan empieza a ser más conspicuamente ausente.
Sin embargo, un nuevo vecino, Isa (Aslan Elbiev), con auténtica consternación y buenos sentimientos, le ofrece tácitamente a Ramasan volver a contar con esta figura paterna en su vida. Junto con este punto central de la trama, el chico también aprende otros aspectos de su fallecido padre, antes desconocidos para él, y del cual tiene una imagen casi reverencial, reforzada por los congregados de la mezquita quienes le recuerdan que su padre “era un gran hombre” y que “no debería de desacreditar su memoria”; el niño aprende que su padre tomó a su madre por la fuerza, pero que es costumbre allá en Chechenia.
La situación luctuosa por la falta de su padre, el nuevo rol masculino en su vida, junto con responsabilidades demasiado grandes para un niño como estar a cargo de sus pequeñas hermanas, empiezan a gestar un tremendo sentimiento de confusión en Ramasan, mismo que manifiesta metiéndose en problemas con la ley, con sus amigos, y hasta con el propio Isa, a quién Ramasan inicialmente lo quiere, y luego lo odia, sin ninguna aparente razón.
Esta ópera prima de Mortezai, inmigrante en Austria de origen checheno también, ayuda a comprender el injusto destino condicionado que muchas veces aquejan a los marginados.