Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Estrenada el 17 de agosto de 1967, la ópera prima de Juan Ibáñez se erigiría como primera en todo: el primer largometraje de un autor procedente del teatro y la ópera; el debut fílmico para un puñado de actores quienes se volverían emblemáticos para el cine y la cultura nacionales de los años venideros; la primera producción de Cinematográfica Marte, una novel casa productora la cual haría época… pero sobre todo: Los Caifanes fue la punta de lanza de un cine mexicano nuevo, fresco, que buscaba sacudirse los resabios de una Época de Oro ya en declive, para erigirse (y abrir camino) a una nueva generación de cineastas con propuestas distintas, novedosas y más arriesgadas narrativa y temáticamente hablando.
La génesis de la película fue en si misma un albur: tras inscribirse y ganar la convocatoria para el Concurso Nacional de Argumentos y Guiones Cinematográficos de 1966 la cual ofrecía una importante suma de dinero para financiar al filme ganador, posteriormente el director fue obligado a devolver el galardón (y el premio), bajo el argumento de que la cinta tenía pretensiones comerciales (¡!). Esto, aunado a la persecución ejercida en contra de la producción por uno de los sindicatos de trabajadores cinematográficos de esos tiempos, quien obstaculizó y detuvo el rodaje una decena de veces y el hecho de no contar con los permisos necesarios para las locaciones, fueron factores que estuvieron a punto de hacer naufragar el proyecto.
Afortunadamente, gracias al tesón del director y los diversos involucrados en esta obra, quienes decidieron trabajar de una forma casi guerrillera (filmando varias escenas por la libre y a la brava, sin los permisos requeridos), logró mantenerse a flote, y ver su estreno en tres de las salas de exhibición más importantes de la Ciudad de México en esos años: el cine Roble, el Mariscala y el Estrella. El resultado no pudo ser mejor, y la película fue simultáneamente un éxito de crítica y de taquilla, al lograr permanecer siete semanas en cartelera.
Su argumento (desarrollado a cuatro manos por el propio Ibáñez y el escritor Carlos Fuentes) narra la historia de Paloma y Jaime, una joven pareja de clase alta que, al vagar por las calles de la cuidad a una hora tardía; es sorprendida por la lluvia y busca refugio en un coche el cual encuentran abierto. Unos instantes después, se topan con los propietarios del vehículo: un cuarteto de mecánicos quienes se autonombran Caifanes, que van rumbo al centro buscando pasar un buen rato, y se ofrecen a darle un aventón a los enamorados.
De ese modo, El Estilos (El recién fallecido Óscar Chávez, en su actuación más recordada), El Capitán Gato (Sergio Jiménez), El Azteca (Ernesto Gómez Cruz) y El Mazacote (Eduardo López Rojas) acompañados de la joven pareja, vivirán una odisea de una sola noche (de resonancias fellinescas y tintes surrealistas), por diversas calles y sitios de la capital. Entre cabarets, taquerías, vecindades, funerarias y varios monumentos y lugares emblemáticos de la ciudad, experimentarán una serie de aventuras, ejecutarán diversas ocurrencias y bromas, y reflexionarán -e incluso filosofarán- sobre la vida, el amor, la suerte y la muerte, pero desde una picaresca popular muy mexicana y propia de esa época. Pero donde también, sus diferentes realidades, estatus socioeconómicos e incluso su forma de expresarse, los llevará a enfrentarse (en especial con Jaime) en varias ocasiones.
Así, Los Caifanes no solo es un gran lienzo donde se plasma la esencia de un México que prácticamente ya no existe, además es una aguda y precisa radiografía de un tiempo sociopolítico muy específico en la historia contemporánea de nuestro país. Un momento de grandes revoluciones (y fusiones) culturales e ideológicas particularmente entre la juventud, Juventud que sufriría un rudo despertar con los sucesos de 1968, a partir de los cuales todo cambiaría.
Su llegada marcaría el inicio de lo que (por vez primera) se denominó Nuevo Cine Mexicano, el cual traería consigo una camada de nuevos y (muchas veces) transgresores realizadores, guiones memorables elaborados por escritores integrantes del boom latinoamericano (el mencionado Fuentes, Gabriel García Márquez o José Donoso), pero sobre todo una serie de filmes innovadores en su forma de producción, su narrativa y sobre todo sus temáticas donde, al abordar (de forma directa y atrevida) temas tabú para el cine que le precedió como la sexualidad, la inequidad social, la violencia y las drogas; terminarían por romper con los parámetros imperantes en la cinematografía nacional de aquel entonces.